Si José Joaquín Vargas Escobar se enterara de que el hospital, al que le heredó 2.100 fanegadas de la hacienda El Salitre –casi la mitad de San Andrés islas– se cae a pedazos y que hasta se insinúa expropiarlo para salvarlo de la hecatombe, se levantaría de su tumba a preguntar qué paso con el usufructo de tantos años.
En eso pensó el abogado Rafael Rico al ver las tristezas del hospital, por lo que dedicó años a investigar qué pasó, como agradecimiento por los capítulos de su vida que se tejieron alrededor del San Juan de Dios: la operación de corazón abierto que le hizo el doctor Emilio Echeverri de la Roche en 1961 a su hermano de dos años, y que a su padre lo dejaron como nuevo después de un atraco en Chapinero. Así se enteró de que ‘JJ Vargas’, como se le conoce en la jerga popular, había decidido que luego de su muerte los terrenos de lo que alguna vez fue la hacienda El Salitre pasaran a ser propiedad del San Juan de Dios y no, como algunos han asegurado, de la Beneficencia de Cundinamarca.
El filántropo que murió en 1936 quería que el fruto de la buena administración de este inmenso terreno fuera a parar siempre al hospital y así se garantizara su loable labor académica y social.
Rico pudo comprobar que la Beneficencia fue delegada solo para cumplir funciones de albacea. “Es decir, para que administrara y le diera cumplimiento al testador”. Entonces, no se aguantó las ganas y se las arregló para conseguir el testamento original del finado, un documento viejo y raído que guardó como un tesoro después de hallarlo en la Notaría Tercera.
Los secretos del testador
Los plasmó en su testamento parte de lo que fue su vida. Se supo que había nacido en París, cuando sus padres León Vargas Calvo y María Josefa Escobar estaban de vacaciones, pero luego se nacionalizó en Colombia.
Murió a los 68 años de una hemorragia cerebral, soltero, sin hermanos y sin hijos, revelaciones que guardó en una caja de hierro para su posterior lectura, luego de su muerte el 2 de marzo de 1936. “Soy libre de disponer de mis bienes”, dice en un aparte el testamento, y así fue como le dejó 13’440.000 metros cuadrados de la hacienda El Salitre –ubicada entre la calle 68 y 22, y las carreras 30 y Boyacá– al San Juan de Dios, el mismo donde se le implantó el miembro inferior derecho a un joven de 25 años; éxitos de resonancia mundial que pocos recuerdan en el actual debate para su salvamento.
Con el tiempo comenzaron las ventas a pedazos del terreno, que fue virgen entre 1937 y 1956. La primera se habría hecho en la administración del expresidente Gustavo Rojas Pinilla para crear el Centro Administrativo Nacional (CAN). “El presidente quería que este lugar fuera una ciudad oficial, donde estuvieran todos los ministerios y el Palacio Presidencial. Lo compraron en 4 millones, cuyos recursos, se supone, fueron a parar al hospital”, explicó Rico. Con los años se ejecutaron otras transacciones, como, por ejemplo, la de los terrenos en los que se edificó el barrio Pablo Sexto, los periódicos EL TIEMPO y
El Espacio , la Terminal de Transporte, la urbanización Carlos Lleras Restrepo y Ciudad Salitre. “Todos esos dineros la Beneficencia debió destinarlos al Hospital San Juan de Dios porque esta entidad obraba solo como administradora de la donación, no como propietaria de la misma”, afirmó Rico.
El comienzo del fin
Sin que todo el legado de JJ Vargas se hubiera vendido, para el año 1977 la Asamblea de Cundinamarca autorizó al gobernador de entonces, Gabriel Melo Guevara, a constituir una fundación para manejar el San Juan de Dios y el Hospital Materno Infantil. “Eso fue terrible porque se ordenaba que la fundación solo girara una suma pírrica de 60 millones de pesos mensuales”, explicó.
Esta decisión también produjo que el Gobierno Nacional expidiera los decretos con los que se creaba la fundación en 1979. “Estas disposiciones convertían una entidad pública en privada, y por eso Blanca Flor Rivera y Nubia Báez, trabajadoras del hospital, demandaron ante el Consejo de Estado estas normas por ser contrarias a la Constitución y la Ley. A final, la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo declaró nulidad absoluta sobre estos decretos. Eso quiere decir que la fundación nunca existió”, explicó Rico.
Luego de esto, el San Juan de Dios y el Materno Infantil fueron declarados monumento y patrimonio cultural, una disposición suscrita por el entonces ministro de Hacienda, hoy presidente Juan Manuel Santos Calderón.
Lo que nadie se explica es por qué, si la fundación perdió todo su piso jurídico, el exgobernador de Cundinamarca Pablo Ardila ordenó liquidar algo que no existía y designó para ello a Ana Karenina Gauna Palencia.
“Esto fue contrario a la ley. Por eso el procurador Edgardo Maya Villazón, el 5 de agosto de 2005, le envió un oficio a Ardila solicitándole la revocatoria directa de su orden de liquidación”, dijo Rico.
Fueron varios los argumentos de Villazón: no se podía liquidar algo que no existía; lo único que había que hacer era devolverle la tarea administrativa a la Beneficencia de Cundinamarca y, por ser un bien de patrimonio cultural, se impedía cualquier intervención de la Gobernación de Cundinamarca. “La Fiscalía debería averiguar si hubo o no prevaricato por acción porque durante estos seis años la liquidadora siguió con su labor sin control ”, explicó Rico.
Las dudas nunca resueltas Varias encrucijadas salen de todos los documentos que recuperó este abogado enamorado de los legados del San Juan de Dios. Por eso les pide a los organismos de control que investiguen qué pasó con el usufructo de todos los bienes que le dejó JJ Vargas al hospital.
Recuerda, por ejemplo, que los concejales Jorge Salamanca y Fernando López debatieron sobre el presunto de que la Beneficencia de Cundinamarca habría dado en dación de pago, por unos impuestos que le debía al Distrito, los terrenos en donde hoy está el parque Simón Bolívar. “Eso lo publicó el diario Hoy , el 24 de agosto de 2005. Si eso es verdad, es delito, porque esos terrenos no eran de la Beneficencia sino del hospital”.
También pide esclarecer si la plata que se pagó por los terrenos en donde se construyó la Gobernación fueron destinados al hospital; qué va a pasar con el terreno ubicado entre la Clínica de la Policía y el conjunto residencial El Greco, entre la calle 53 y la avenida El Dorado, y si los comodatos a largo plazo de los terrenos de la hacienda El Salitre pueden conciliarse o la venta de los lotes destinarse al hospital.
EL TIEMPO trasladó todas estas dudas a la Gobernación de Cundinamarca, pero aún están en trámite las respuestas.
“En manos de la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía queda investigar estos hechos y los posibles delitos que se hayan cometido en la administración del legado testamentario de Vargas Escobar”, concluyó Rico cerrando su empolvada carpeta de documentos.
Carol Malaver
Redactora de EL TIEMPO
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