“Yo soy medio Grinch”, confiesa Brunilda Zapata, directora de Cuento de Navidad, el montaje que presenta el Teatro Nacional este fin de año. Y no lo dice en broma, sino con convencimiento y seriedad, pues es consciente de que en su infancia y juventud no la rodearon la bondad, la alegría y la esperanza propias de esta época, tanto como hubiera querido.
Ahora, tras cada función de esta obra inspirada en el cuento clásico de Charles Dickens, que se centra en la vida del amargado y huraño señor Scrooge (tan reacio a celebrar la Navidad), siente que se salva a sí misma pues sale invadida de sentimientos nobles y solidarios.
Aun cuando conserva maravillosos recuerdos de sus primeros años, tiene profundos sinsabores como la pérdida temprana de su padre, un policía, quien por la admiración que le despertaba el poema épico Cantar de los Nibelungos, decidió llamarla Brunilda, como la reina impetuosa y ambiciosa de este.
La muerte de su padre y la ausencia de su madre llevaron a sus tíos a turnarse su crianza. Entonces la menudita e introvertida Brunilda aprendió a valerse por sí misma desde muy joven. “A los 9 años era madura, tenía que ver por mí. A mis tíos, les agradezco que me dieron la oportunidad de ir al colegio”, recuerda la paisa de pelo ensortijado y voz fuerte y segura.
Aguerrida a la hora de luchar por lo que ha querido, a sus 14 años, se hizo pasar por mayor de edad, y trabajó en la venta de cosméticos de una firma nacional para ayudarse en su sostenimiento.
“Yo era muy rebelde”, dice con melancolía esta excelente coreógrafa y bailarina de salsa y son. Se pagó sus estudios de actuación en la Escuela Popular de Arte de Medellín, donde se formó en música, danza y teatro para convertirse en una de las directoras teatrales más reconocidas y apetecidas en el medio.
El montaje de Cuento de Navidad, con el que hace catarsis de sus miedos y de los fantasmas de su presente y pasado, se destaca por las situaciones hilarantes, su llamativo vestuario de los años 20 a 50 y porque se vale de video animaciones para recrear la aparición de los tres fantasmas que visitan al señor Scrooge para enseñarle el valor de la Navidad.
“Echamos mano de la multimedia porque se debe estar a la altura de los niños de hoy –aclara-. La obra está dirigida a ellos, el público más exigente y que no tiene pudor al momento de hacer una crítica. Si se aburren es un indicador de que algo no funciona y es un verdadero reto para actores y director porque no es fácil retener su atención el tiempo que dure el espectáculo”, apunta Brunilda, quien ha dirigido otros montajes como El mago de Oz y Peter Pan.
¿Por qué dice que la familia le produce rechazo voluntario en Navidad?
Porque no tengo familia, hace por lo menos 16 años no la tengo. Ya se murieron todos. No tengo padres ni hermanos, sino primos muy lejanos. No soy casada ni tengo hijos. Las familias me producen una sensación extraña, no sé si es un rechazo voluntario. Pero, aun así, me encanta vivir la ciudad en Navidad, sus luces y movimiento. Es como estar a otro ritmo.
¿Y que significa la Navidad para usted?
No es solamente dar regalos sino un espacio para reencontrarse con la familia y los amigos y vivir momentos bonitos que no se tienen en otra época del año. Para mí es un encuentro familiar, de emociones y de vivencias, y lo considero así, porque a estas alturas de la vida me hace falta. Me hubiera gustado tener más navidades en familia.
¿Por qué dice que esta fecha ha perdido su sentido?
En Antioquia esta época era esperada con ansiedad y alegría porque la familia se reunía. Todavía, antioqueño que se respete viene de las tierras más lejanas para reunirse con sus seres queridos. Sin embargo, nos concentramos más en el consumo desmesurado, olvidando el verdadero sentido del concepto de familia.
¿Qué hace el 24 de diciembre?
Aunque no armó árbol de Navidad ni pesebre y no hago Novena, en Nochebuena me reúno con los amigos que se quedan en Bogotá. Hacemos una cena, intercambiamos regalos, si es que tenemos algo material para dar, porque lo que importa es encontrarnos y compartir ese momento.
Su Navidad inolvidable…
Una que pasamos en el mar. Ese fue un gran obsequio. Recuerdo que fuimos con muchos primos a Cartagena, pero lo más inolvidable fue el intercambio afectivo a través de abrazos, besos y sonrisas.
¿Cuál es el mejor regalo que se ha dado?
Conocer Europa. Ahorré y hace dos años la recorrí. Viajé por distintas ciudades y, gracias en parte, a esos buenos amigos que se han convertido en mi familia, porque me acogieron en sus hogares.
En esta época de balances y de propósitos inconclusos, ¿cuál es ese sueño que anhela realizar?
Hacer un gran musical. Lo que pasa es que el apoyo al teatro es escaso y la ayuda económica es muy difícil y las obras que hago para niños tienen una dinámica especial porque abarcan la multimedia, la danza, la música y la actuación desde un punto de vista todavía primario, por eso me encantaría hacer un musical como lo eran en las buenas épocas de estos grandes espectáculos con Fanny Mikey. Es un género que se puede recuperar.
¿Por qué el clásico Cuento de Navidad de Dickens no pierde vigencia a pesar de que estos son otros tiempos?
Es una obra muy bien hecha y concreta en su dramaturgia. No pierde vigencia a pesar de que fue escrita a mediados de 1.800 porque retrata las carencias afectivas y el cambio de los valores del ser humano con los que las personas de este siglo también pueden identificarse y no solo en Navidad. Y habla de tres momentos importantes (pasado, presente y futuro) en la vida de una persona introvertida, huraña y avara y cómo se olvida de los que tiene cerca por su amor al dinero y adicción al trabajo, pero también muestra cómo se puede preparar emocionalmente para vivir esta celebración y reencontrarse con los suyos.
¿Por qué este cuento transforma vidas?
Porque habla de los cambios y porqué soy una convencida de que estos son necesarios. Esta obra lleva un mensaje de esperanza especialmente a los niños para que vean que esta celebración es una oportunidad de transformación de alguna manera, porque como cualquier fecha que une a la familia, invita a hacer cambios, buenos cambios.
¿Y qué tan fácil es lograr esa transformación?
Cuento de Navidad hace un esfuerzo grandísimo en contar que no hay nadie por más duro que tenga su corazón que no pueda conmoverse frente a un regalo afectivo como una sonrisa.
¿Cuál es ese cambio que ha hecho Brunilda y lo agradece?
Yo he tenido muchos cambios… Cuando empecé en mi profesión, mi vida era muy difícil, yo era rebelde y solitaria. Estar involucrada en el arte y en un oficio de permanente creación y movimiento me ha cambiado la forma de ver la vida y de relacionarme con la gente porque era muy introvertida. Esta profesión ha sido mi psicóloga.
Flor Nadyne Millán M.
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