A las 5:45 de la tarde, Katty Fonseca Acosta va a salir. Está preparada para el parcial de Auditoría.
En las palabras de esta costeña de 21 años no hay complejos. Lo que venga es ganancia. ¿Qué puede perder ahora? Ya le ganó hace año y medio la batalla a la muerte.
Como todos los días, sin importar si afuera el sol de Cartagena castiga o si la lluvia no cesa, va a dar su batalla diaria: va ir a estudiar.
Pese a vivir frente a la entrada principal de la Universidad Libre a donde cursa séptimo semestre de contaduría pública, y que con sólo cruzar la calle podría llegar a su clase, Katty, en su silla de ruedas, debe dar la vuelta a la manzana para ingresar por los parqueaderos del centro académico que no cuenta con rampas para el ingreso de discapacitados.
Cada tarde esta joven debe exponerse al salvaje tráfico cartagenero de las 6 de la tarde. El regreso a las 10 de la noche, es la misma adrenalina: pitos, huecos e improperios.
En su silla de ruedas atraviesa la Avenida Real de la Popa, escenario de la guerra del centavo en el cual los buses van atestados de pasajeros rumbo al sur de Cartagena.
“A veces me da miedo. Los buses pasan rápido y no puedo evitar acordarme del accidente”, dice.
El día de la tragedia
Cuando ingresó a la universidad en el 2003 subía las escaleras corriendo. Siempre fue deportista. Hoy, no tiene piernas. El 24 de mayo del 2012 Katty, oriunda del Carmen de Bolívar, pero quien había crecido en la Guajira hasta que paramilitares secuestraron a su padre y asesinaron a su hermano mayor, trabajaba en una estación de servicio cerca al terminal de transportes de La Heroica.
“Ese día salí a almorzar. La vía apenas la estaban construyendo y uno de los carriles estaba cerrado, de tal manera que el otro fue habilitado en ambos sentidos, pero no había señalización. Un buseta paró y me dio paso pero por el otro costado venía una volqueta cargada con arena que me atropelló”, narra. Ahora sigue esquivando bolsas de basura y andenes.
“Me ha pasado que en medio del recorrido llueve y llego empapada a clase. Hay días en que es un calvario” suma. Llega a la Avenida Pedro de Heredia pero se encuentra con que los andenes están ocupados por carros. Sigue arriesgando su vida por la carretera.
En la universidad no puede entrar a la sala de sistemas ni a la biblioteca, debido a que solo tienen escaleras.
Cansada de la situación, en una tutela pidió espacios para discapacitados, pero perdió. Luego, una juez hizo el recorrido que la joven enfrenta todos los días para hacerse profesional y fallo a su favor.
El fallo a la tutela le da un plazo de dos meses a la Universidad Libre para hacer las obras que faciliten la movilidad de sus estudiantes con discapacidad.
El fallo de tutela
La juez segunda penal municipal de Cartagena hizo el difícl recorrido con Katty y determinó que la universidad tiene que construir una rampa por la entrada principal, ubicada en la avenida Real de la Popa, sin afectar la edificación antigua que tiene un valor histórico. También ordenó adecuar entradas para discapacitados en la biblioteca y en la sala de sistemas.
La universidad tendrá que construir un paso elevado entre el segundo piso y la cafetería para que ella pueda hacer vida social como todos los estudiantes. Además, se ordenó la construcción de baños para discapacitados.
JOHN MONTAÑO
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
CARTAGENA
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