La muerte de la pequeña Michel Dayana Barrera Ramírez, de 2 años, que murió el fin de semana tras caer en una alcantarilla en el centro de Bogotá, puso nuevamente al país a debatir sobre un problema que viene de tiempo atrás y que, hasta ahora, ha sido imposible de erradicar: el ‘mercado negro’ de las tapas. (Lea aquí: Te seguí, pero no te encontré: mamá de Michel Dayana)
Este robo, en el caso de la capital, es ocasionado por tres motivos, según el Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana, de la Secretaría de Gobierno. El primero salpica a los llamados “mayoristas”, que son contratistas de otras ciudades que promueven el hurto de las tapas de alcantarilla en Bogotá para ser vendidas e instaladas en otras regiones de Colombia. (Vea la reconstrucción de la tragedia de Michel Dayana).
Las autoridades ya descubrieron que uno de los principales destinos es Villavicencio, a solo dos horas y media de la capital.(Lea también: Cada año, Distrito repone 2.800 tapas de alcantarilla).
Otro lugar a donde llegan las tapas bogotanas es Neiva (Huila). Allí la situación quedó en evidencia en el 2011, gracias a una investigación promovida por Maderplast S. A., un fabricante que instaló chips para ubicar a dónde iban a parar. Por esta situación, las Empresas Públicas de Neiva se vieron inmersas en una investigación debido a la adquisición de 600 tapas robadas en Bogotá y que tenían los diseños del Acueducto. Cifras de la Policía revelan que los delincuentes roban en el país, cada día, un promedio de 198 tapas de alcantarilla y unas 250 rejillas de desagües.
La táctica del camión
El segundo factor tiene que ver con el material que rodea a miles de estos elementos (hierro), que es comercializado para su fundición. De hecho, hace seis años las autoridades comprobaron una táctica de los delincuentes para robarse las tapas en Bogotá: utilizar un camión que se ubica sobre la alcantarilla y jala el elemento. Esto obligó a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) a ordenar un cambio en los materiales de elaboración de las tapas, que hoy se fabrican con materiales plásticos (polipropileno de alto impacto). Pese a eso, el robo no ha logrado contenerse y, de acuerdo con estadísticas oficiales, en lo que va del 2013 se han robado 1.400 tapas en la capital del país (un promedio de cinco diarias), cuyo reemplazo costó 500 millones de pesos. Solo el fin de semana –de acuerdo con la Policía de Bogotá–, casi 50 tapas de alcantarilla fueron hurtadas.
En la tercera razón detrás de este hurto, y en menor medida, están los habitantes de la calle, que las roban para venderlas a recicladores, a precios entre 2.000 y 50.000 pesos cada una, para comprar droga en el ‘Bronx’. Las zonas donde más las roban son el centro, la avenida Caracas, la carrera 68 y la avenida Boyacá, según Francisco Castiblanco, director operativo de la EAAB.
Pero el fenómeno tiene alcance nacional. En Barranquilla, por ejemplo, aunque durante el primer semestre los robos cayeron 66 por ciento, peatones y conductores siguen expuestos a las trampas. Entre enero y junio se reportaron 60 tapas robadas.
De acuerdo con las Empresas Municipales de Cali (Emcali), a diario se deben reponer entre 25 y 30 tapas de alcantarillado. Las de mayor demanda por los delincuentes son las de concreto, pues de ellas extraen hierro, que en el mercado tiene un valor de entre 4.000 y 10.000 pesos por tapa. Para Emcali, hacer una sola reposición cuesta hasta 330.000 pesos. En esa ciudad se descubrieron reales ‘carteles’ que roban, comercializan y hasta exportan el cobre y el hierro que sacan de las tapas. El negocio resulta atractivo porque el kilo vale en el mercado negro unos 6.500 pesos. Cuando lo compran las fundidoras ya alcanza los 20.000, y al momento de exportarlo alcanza los 47.000 pesos.
REDACCIÓN BOGOTÁ
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