Enrique Guerrero ya no sabe cómo explicarles a los extranjeros que llegan a su agencia de viajes que en Bogotá no existen maras, las temidas pandillas centroamericanas.
"Al ver tantos grafitis en las calles, los estadounidenses piensan que la ciudad está llena de delincuencia", asegura Guerrero, quien ha sido víctima directa de los autores anónimos de estas piezas de pintura cargadas de vandalismo: "Hace poco el garaje de mi casa amaneció lleno de tachones. Me tocó comprar pintura y repararlo".
El drama de este ciudadano es el mismo que padecen miles de propietarios de casas y apartamentos en barrios residenciales de la ciudad que no aguantan más actos de este tipo contra sus propiedades y que se terminan preguntando si existe algún tipo de regulación frente al tema de los grafitis.
Actualmente, la única arma que tiene la Administración distrital para tratar de organizar esta actividad es el acuerdo 482 de 2011, aprobado por el Concejo de Bogotá en diciembre pasado y que contempla zonas exclusivas para la práctica legal.
"No se quiere perseguir policivamente a los grafiteros", explicó dgar Rojas, subdirector de calidad visual de la Secretaría de Ambiente.
El funcionario reconoció que la batalla contra los grafiteros que dañan inmuebles está prácticamente perdida, pues "es muy difícil ubicar a los autores materiales después de que cometen el daño".
Aunque el Distrito anunciará solo en agosto las zonas que serán entregadas a los artistas del aerosol, EL TIEMPO pudo conocer que no se descarta que las paredes del canal que atraviesa la carrera 30 entre las calles 68 y 53 sean utilizadas para ubicar cientos de murales de colores.
La Alcaldía estudia la posibilidad de usar las culatas desocupadas de los edificios de las troncales de TransMilenio de la calle 26 y de la 10a. como espacios exclusivos para pintar grafitis.
Los grafiteros, por su parte, desconfían de la medida. "La filosofía de los grafitis es hacerlo donde sea. Para nosotros no hay limitaciones", explicó uno de los líderes, que prefirió dejar su identidad en el anonimato.
El joven, autor de piezas de hasta cuatro metros en paredes del Minuto de Dios, aseguró que el proyecto "atenta contra la libertad de expresión".
Medellín tiene escuelas
La Alcaldía de esa ciudad ha optado por agrupar a los jóvenes que se dedican a esta actividad en 24 escuelas donde se les brindan capacitación y materiales. Para las autoridades paisas, los autores de grafitis vandálicos son los miembros de las barras bravas.
Un fenómeno global
Así los controlan en París, Nueva York y Chicago
La batalla contra los grafitis se libra en la capital francesa mediante la apertura de espacios para que los autores puedan exhibir sus piezas. En salas de arte como la de la Fundación Cartier, son comunes las exposiciones de grupos de artistas dedicados a esta actividad callejera. París tiene una marcada historia ligada al grafiti político, que se hizo evidente durante las protestas estudiantiles de mayo de 1968, las cuales dejaron en las paredes de la ciudad frases memorables como "sean realistas, pidan lo imposible". En el caso de Nueva York (EE. UU.), los controles de la actividad se basan en darles seguridad, con rejas y perros, a los vagones del metro, que desde los años 60 han sido blanco de los grafiteros. En Chicago se instalaron cámaras para identificar a los autores de pinturas ilegales.
FABIÁN FORERO BARN
Redactor de EL TIEMPO
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