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Historias de colombianos que viven de su carro

NotaPublicado: Dom, 29 Abr 2012, 15:50
por TBalmir


En Colombia el automóvil es algo aspiracional. La mayoría de los colombianos, desean tener uno. Unos quieren, y pueden comprar un 'BM', un Audi o un Mercedes. Otros, sueñan con el 'carrito', así sea un segundazo y 'se inician' en este mundo con un usado.



Entonces buscan el 'corsita', el 'twinguito', o el 'mazdita'. Y a otros, con algún esfuerzo, les alcanza para el cero kilómetros de rango popular.



Pero este no es el caso de Rodrigo Torres, bogotano, técnico del Sena, especialista en electromecánica de equipos automatizados con más de 30 años de experiencia. Gran parte de su vida la ha pasado reparando los equipos de las pistas de bolos más importantes de Bogotá.



A su primer carro llegó hace 12 años, en el 2000. Cuándo tenía 40 años de edad, tres hijos que educar y alimentar. Con sus ahorros y juntando plata de aquí y allá, logró reunir los cuatro millones que le costó un Fiat Mirafiori modelo 82.



El viejo Mirafiori, hoy pintado de un verde chillón que se ve a kilómetros, alguna vez fue un 'último modelo' y salió reluciente de una vitrina para que lo disfrutara una familia. Con los kilómetros y los años encima, pasó a ser taxi colectivo (pirata, claro), entre Mazurén y la Colina Campestre. "Pero los taxis (legales) molestaban mucho y luego llegaron los bicitaxis".



Torres duró un año madurando otra idea. Cansado de de que las empresas le pagaran un salario mínimo por un trabajo calificado, o pasando cuentas por prestación de servicios, empezó su propio negocio. Así entró a hacer parte del 42 por ciento de propietarios en Bogotá que dependen económicamente de su carro.



Ver  Cuando no todos los vehículos son un lujo



CIFRA:



Cuando se implantó el pico y placa todo el día en Bogotá, un estudio arrojó que el 42 por ciento de los propietarios de vehículos particulares vive de su carro.



FRASES:



Empecé llevando gente en Mazuren, pero llegaron los bicitaxis. Y ellos también necesitan trabajar".



Las empresas no reconocen la experiencia y con un sueldo mínimo no alcanza para vivir.




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