Editorial: Más cerca de Brasil
Terminó ayer la primera ronda de las eliminatorias suramericanas para el Mundial de Brasil 2014, con excelente balance para Colombia. Los 16 puntos que acumuló el equipo de Pékerman son el aval de una campaña que, superados los tropiezos iniciales, logró un remate perfecto, con nueve puntos obtenidos de nueve posibles, seis de ellos en Barranquilla, que volvió a ser el fortín de otros tiempos.
Pero no solo la tabla de posiciones, que nos muestra en la cima, reporta alegrías. En estos tres últimos encuentros, además de ganar, la tricolor presentó un fútbol tan contundente como dinámico, que provocó entre los aficionados ese particular deleite que hace mucho tiempo no se vivía. El público disfrutó de las pequeñas sociedades en la cancha, de la velocidad a la hora de pasar al ataque, de la sagacidad de James Rodríguez para buscar espacios vacíos y, cómo no, de la contundencia de Falcao García.
Y ahí radica el mérito de José Pékerman: el equipo nacional volvió a encontrar un sello propio para su juego, que además es ganador. Tal ingrediente le hacía falta a un onceno que, en eliminatorias recientes, lució sin norte, errático, tras perder vigencia el estilo que en su momento permitió alcanzar tres clasificaciones a mundiales y que fue carta de presentación del balompié colombiano ante el mundo. Nos referimos a la escuela implementada a finales de los 80 por Francisco Maturana y Hernán Darío Gómez.
Aquella vez, nuestro fútbol tenía menor proyección internacional. Por tal razón, era posible tener un equipo base -nacional-, que jugaba "de memoria". En el juego de conjunto, más que en las individualidades, radicaba buena parte del secreto del éxito.
Hoy, las reglas son otras. Salvo pocas excepciones, todos los convocados militan en equipos del exterior. Esto les permite ganar en experiencia y bagaje dentro y fuera de la cancha, algo evidente y que constituye un avance vital, pero que está contra la posibilidad de conformar un colectivo sólido. Ante tal panorama, el reto que enfrenta cualquier seleccionador nacional consiste en conocer a fondo a cada uno de sus hombres y saber optimizar el poco tiempo que tiene para ensamblarlos, como si se tratara de un curador de talentos. José Pékerman ha demostrado un trabajo riguroso en este sentido, que hoy produce frutos.
Pero el reconocimiento debe ir también para la Federación Colombiana de Fútbol, que en un momento clave entendió que en el fútbol, como en la ciencia o en las artes, es mejor estar cerca de la vanguardia, abrirse al mundo. Así lo comprendió la entidad cuando se la jugó por un cuerpo técnico foráneo, desoyendo a quienes insistían en que, para triunfar con la selección, era requisito insalvable "conocer el medio".
Y es que talento había. Aquí hay que recordar que un porcentaje muy alto de los integrantes del actual combinado hicieron el curso completo en las exitosas selecciones juveniles de la década pasada. Lo que hacía falta era un nuevo director de orquesta, que supiera amoldarse a las nuevas reglas del fútbol.
Mención aparte merece Falcao García, quien ayer confirmó que su lugar, junto a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, en el primer puesto de la tabla de goleadores de la liga más exigente del mundo, no es gratuito. No exageran quienes desde ya le otorgan un sitial entre los grandes nombres de la historia del fútbol colombiano.
Clasificar a un mundial tiene una enorme importancia para el país por razones deportivas, pero también sociales. Revitaliza la confianza de la sociedad en un grupo humano del que se acostumbra a sentirse orgullosa. Ayer se dio otro paso gigante hacia Brasil.
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