Los cruceros del rock
En los puertos de embarque de los inmensos cruceros vacacionales, hay cada semana turistas típicos en pantaloneta, pensionados que disfrutan del retiro o parejas en su luna de miel. Pero cada cierto tiempo, una nube de camisetas negras se toma el lugar. (Vea aquí la fiesta abordo de los cruceros del rock)
De la cubierta del barco se desprende entonces, como la bandera de un galeón pirata, un pendón que reza: "70.000 toneladas de metal". Esta bienvenida anuncia lo que será una bacanal de siete días de rock duro a bordo de la inmensa estructura flotante.
Como este, hay alrededor de 26 cruceros por el mundo que son dedicados al rock, y que en el año mueven a miles de amantes del género por las olas del Caribe. En el viaje, ven en vivo a sus bandas favoritas, pero también comparten con ellas y hacen crecer los clubes de fanáticos, una experiencia que, al parecer, también termina transformando a los artistas.
"Hace siete años, estaba sentado en el balcón de mi apartamento en Vancouver, tomando cerveza con unos amigos, y desde allí vi pasar un crucero que viajaba a Alaska, y les dije: Deberíamos estar ahí como esa gente... ¿Por qué no hacemos algo así, pero con un festival de heavy metal?", recuerda Andy Piller, un metalero a rajatabla y mánager de giras de grupos, quien creó el crucero 70.000 Tons of Metal, una locura de la que no tenía idea qué tan importante se iba a volver.
En una empresa totalmente aventurera, se lanzó a organizarlo y convocó a un grupo de bandas: "La primera vez, solo una semana después de haber vuelto a tierra firme, lo comprendí: ¡mierda, lo logramos! Un barco lleno de metaleros por el mar", recuerda de aquellos días.
En próximos días zarpa otro monstruo de los mares: el Kiss Cruise III, la tercera edición del crucero de la banda Kiss. Y es también la tercera vez que el bogotano Fernando de Narváez, uno de sus fanáticos más dedicados -ha ido a más de 50 conciertos del grupo por todo el mundo y lidera la banda tributo Kisz-, se embarca con ellos.
En uno de esos viajes, durante una escala en Saint Thomas, De Narváez se quedó en el barco, caminando, y de repente se encontró en un corredor a Gene Simmons y Paul Stanley y quedó mustio: "Tengo 47 años y no le tengo miedo a nada, pero que Paul pase y me diga hola, pues fue la emoción más grande (...) Esta experiencia es totalmente diferente a todos los conciertos y mucho mejor".
Piller ha detectado un gran porcentaje de colombianos que toman su crucero: "En la última edición, fueron el quinto país, entre 55, con más compatriotas abordo... Eran como 80 o 90 colombianos, lo que es realmente mucha gente".
Otro colombiano que también repetirá crucero roquero en el 2014 es el ingeniero Carlos Liévano, amante del rock progresivo, quien cuenta algunos recuerdos de su experiencia en el Cruise to the Edge, un barco temático de la banda Yes, que llevaba también a Steve Hackett (Genesis) y Carl Palmer (ELP), entre otras figuras.
"Es clave estar con alguien que le alcahuetee a uno el plan", cuenta Lievano, quien fue con su esposa y dejó a sus hijos en casa: "¿Cuánta plata gasta uno en ver a un grupo de estos por separado y acá tienes a esta gente toda reunida?".
Y es que con precios que oscilan entre los 800 y los 2.000 dólares por viajero, según el plan, la oferta resulta atractiva pues no varía mucho del precio de cualquier crucero convencional (según De Narváez, 500 dólares más que el costo usual de la cabina), pero incluye todo un festival de rock, una experiencia que se ha convertido en una opción para mucha gente.
"Nadie se hace muy rico con esto ¿sabes? Pero, claro, también es un negocio, nadie trabaja de gratis. Sin embargo, esto se trata primero de la música", afirma Piller.
Los artistas también son mortales
Una de las paradojas de los cruceros temáticos de rock es que los artistas terminan acercándose más a sus seguidores, y descubren que en lugar de esos alocados fanáticos que antes les habrían saltado encima a robarles así fuera un mechón de pelo como objeto de colección, están rodeados de gente normal y tranquila. Tal vez, ante el hecho ineludible de que en altamar ninguno tiene a dónde escapar.
Cuenta De Narváez que en el primer Kiss Cruise sí hubo confusión y el grupo estuvo alejado, pero para el segundo les enviaron a los inscritos un correo electrónico que era como un manual : "Decía amistosamente qué hacer si uno se encuentra con Kiss para tratar de educarnos, porque es que antes salían del cuarto y nos lanzábamos allá descomunalmente... Ahora convivimos y todo está bien".
"En 70.000 toneladas de metal no tenemos áreas VIP ni corredores prohibidos -comenta Piller-, ni hay tratamiento VIP para los artistas pequeños o grandes, y eso crea una atmósfera muy especial, un respeto mutuo entre el fanático y el artista. Normalmente, en un concierto, siempre hay una división entre los artistas que están arriba, y la gente abajo. Acá no es así, todos están en la misma linea, y es un sentimiento familiar (...) algo pasa en el subconsciente de la gente, porque todos estamos en el mismo bote".
"Aquí no está la gente buscando la oportunidad única de pedir un autógrafo, porque si te viste con el cantante hoy en el pasillo, también te lo encontrarás mañana en la cena ¡no hay afán! Todos vamos al mismo bar", agrega el canadiense.
"Creo que las bandas, con tan bajas ventas de discos, han tenido que buscar nuevas opciones para llegarles a los fanáticos y, al final, conseguir plata -comenta De Narváez-. Un amigo que es de los organizadores me contó que en el primer crucero no ganan nada, pero desde el segundo empiezan a recuperar y así tienen un plan de cinco años, como el que tienen con Kiss".
"El asunto es que somos fanáticos viejos, no estamos en la época loca de la vida (...) por eso, el ambiente es también de hermandad, y eso es tal vez lo más valioso: hacemos amigos de todo el mundo", agrega el líder de Kisz.
Además, hay un romance histórico entre el rock y el mar. No son pocos los clásicos del rock que le han cantado al horizonte azul, desde los Beach Boys, pasando por Iron Maiden hasta Björk. Pero tal vez una buena canción para emprender el viaje es Come Sail Away, de Styx:
Navego lejos /
establezco un curso abierto por el océano virgen /
porque tengo que ser libre /
Libre para hacer frente a la vida que está por delante de mí /
A bordo, soy el capitán
Otros cruceros musicales
Después de que unos cuantos como Piller se atrevieron, el mercado del turismo mundial se dio cuenta de una posibilidad que no habían contemplado y que les podía dar el rédito de conquistar a nuevos viajeros. Y las grandes empresas de cruceros empezaron a asociarse con los mánagers de bandas legendarias.
Una de ellas, Lynyrd Skynyrd, acaba de finalizar la séptima edición del Simple Man Cruise, luego de recorrer con los amantes del rock sureño las escalas de Key West, Great Stirrup Cay y Miami, a bordo del barco Norwegian Pearl.
Primero, muy prevenidos, y luego más relajados, los organizadores se dieron cuenta de que lejos de cualquier estereotipo, el público roquero resultaba ser muy tranquilo. Es decir, por mucha energía en explosión ¡no van a lanzar a nadie por la borda! Piller asegura que nunca han tenido ningún problema con el comportamiento de la gente.
"Yo sabía lo pacíficos y amigables que son los fanáticos del metal -afirma el capitán del 70.000 toneladas de metal- así que lejos del aspecto intimidante, los metaleros tenemos corazones blandos. Después de varios viajes, puedo decir que no hemos tenido un solo incidente y nada se ha roto, no hemos tenido peleas adentro... Es una atmósfera muy especial".
Eso sí, demanda adecuaciones. Por ejemplo, en el Monsters of Rock, uno de los cruceros más famosos, y que ha tenido entre sus bandas a Tesla, Ratt, Cinderella, Quiet Riot, entre muchos otros, desmontan las sillas del teatrino donde se hacen los conciertos para que los roqueros circulen más cómodos.
Otros cruceros roqueros son el Ship Rocked (con Papa Roach, Lacuna Coil, Five Finger Death Punch y 18 bandas más); el Chillin The Most Cruise, que lidera Kid Rock y tendrá en marzo su quinta edición; los de las bandas Matchbox Twenty, The Moody Blues y Train, entre otros.
También hay de blues, como el Bluescruise, que ya completa 22 viajes y ha tenido entre sus figuras a Taj Mahal, Kenny Wayne Shepherd y Otis Clay. Y sin duda, entre los más simbólicos, el Mississippi River Jazz Cruise, que se realiza por el río Mississippi, en barcos que emulan a las viejas vaporinas que viajaban de Nueva Orleans a Minneapolis (el próximo será el 3 de mayo de 2014).
O de música clásica, también por ríos, en este caso europeos, como los que opera Avalon Waterways en Salzburgo.
Incluso también hay de pop: el Backstreet Boys Cruise, que por estos días está en altamar.
Los cruceros temáticos no son una novedad. Primero estuvieron los infantiles, que comenzaron con el de Disney y hoy también hay uno de Dreamworks, lo que significa viajar siete días con Shrek, Kung Fu Panda o Mickey Mouse.
CARLOS SOLANO
Redacción Cultura y Entretenimiento
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