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Las locuras automovilísticas de Germán Navas T

NotaPublicado: Mié, 13 Nov 2013, 11:53
por yb1457
Las locuras automovilísticas de Germán Navas Talero

Cuando el representante a la Cámara Germán Navas Talero se sube en su Mini Cooper modelo 1993 el rostro le cambia: se pone feliz y lo maneja con la pericia del piloto más experimentado de la Fórmula Uno.


El automovilismo es una de las más hondas pasiones del congresista, quien en julio del próximo año completará su cuarto periodo en el Legislativo, en donde da duras batallas a nombre del Polo Democrático Alternativo.


Navas ha combinado su pasión por el automovilismo con el periodismo deportivo y con el derecho, campo en cual se ha destacado como uno de los mejores penalistas del país.


Casado hace casi cincuenta años, Navas se siente orgulloso de lo que llama sus dos “perlas”: sus nietos Andrés y Pablo, el menor de los cuales, según dijo, ya conoce 18 países del mundo.


En diálogo con EL TIEMPO, este hombre recordado por algunos por el programa de televisión Consultorio Jurídico, admitió que se levanta a las 4:00 de la mañana si se trata de ver una carrera de Fórmula Uno y narró algunas de las peripecias que ha tenido en el mundo de los carros, una de las cuales le dejó una lesión de la que aún se recupera.


¿Cómo surgió su pasión por el automovilismo?


Desde niño me gustaron los carros porque hace muchísimos años mi papá conocía a un señor Luis Alfonso Murcia, quien corrió en el primer circuito central colombiano, y un día fue a la casa y nos dio una vuelta en un carro de esos que hacían al estilo de Carlos el ‘ganzo’ Garzón, es decir un Ford al que le ponían un tanque de gasolina en la parte de atrás, todo mecánica nacional. Luego comenzaron a hacer los circuitos callejeros por la Calle 19 y por San Diego y yo me iba a mirar eso. Después, cuando vivía en Teusaquillo, me iba a mirar el circuito de allí y me llevaba a mi hijo el mayor, pequeñito, a ver esas competencias.


¿Qué anécdota recuerda de esa primera época?


Cuando se hacían las 6 horas de Bogotá, una vez con mi hermano Fernando nos colamos en una de esas competencias con un Skoda y cerca de Lijacá venía un carro que sí estaba en la carrera y Fernando se asustó, se salió de la carretera y yo salí por la parte de atrás del vidrio y quedé inconsciente. Mi hermano pensó que me había muerto y me llevaron a la clínica. A pesar del golpe que me di en el cráneo, el médico le dijo a mi mamá que me había salvado de milagro, que era muy cabeciduro, y ella le contestó ‘sí, cabeciduro ha sido toda la vida’.


¿Cómo era ese circuito de las 6 horas de Bogotá?


Salía del primer puente de la Autopista Norte, seguía por esa vía, llegaba a La Caro, daba la vuelta y se regresaba por la Autopista Central del Norte y volvía a bajar y en eso se la pasaban seis horas. Ahí vi correr a Artemo Trejos, a Moisés Volovich y a otros buenos de esa época. En esos días estaba estudiando y luego fui juez y aunque tenía poco tiempo, no me las perdía.


¿Cuándo compró su primer carro?


Nunca hice lo de todos los idiotas de irse a comprar carro y después casa, yo primero compré mi casa y después sí compre carro, en eso fui metódico. El primer carro que tuvimos fue un Land Rover Santana modelo 1970, pero era un carro familiar y le dimos harto palo. Para inaugurarlo nos fuimos hasta La Guajira con mi cuñado, en unas carreteras tan malas como las de hoy en día.


¿Y cómo se involucra en las competencias?


Cuando me retiro de ser servidor público y entro al sector privado, que es el mejor de todos, mi amigo Octavio Cortés corría en rallys y me propuso que participara en ellos y me metí. Incluso tuve un accidente muy grave cuando corría con un equipo que nos daba las camionetas pero estas no estaban acondicionadas para este tipo de competencias. En una ocasión entrábamos de Belén de Cerinza a Sogamoso y se nos acabaron los cigarrillos. Con mi acompañante miramos cuál era el promedio (el kilometraje que teníamos que mantener de un punto a otro para llegar a tiempo a un sitio) y vimos que era muy bajo, era como de 35 kilómetros por hora. Para lograr ganar tiempo, nos subimos de promedio como a 40 y compramos los cigarrillos. Al entrar en una curva, la calcule abierta y era cerrada y me clavé de cabeza contra el cerro. Por fortuna mi compañero tenía el casco porque si no quién sabe qué le hubiera podido pasar y yo me hice un hematoma en el pecho.


¿Y qué hicieron sus competidores en ese momento?


Cuando pasaban se burlaban de mí.


¿Y por qué?


Porque yo escribía en esa época una columna con el seudónimo de Piquiña, en la Revista 500 millas, y me burlaba de todos ellos y hacía poco Jorge Cortés tuvo un accidente a un promedio de 35 kilómetros y me le burlé y por eso mis competidores me ayudaron pero se burlaron de mí.


¿Y usted que hizo?


Me tocó escribir una columna burlándome de mí mismo y conté lo qué me había pasado. Mal podría reírme de mis compañeros sin nombrarme a mí mismo.


¿Le quedó alguna consecuencia de ese accidente?


Todavía estoy pagando las consecuencias. Tengo un problema de columna a raíz de lo que llaman el efecto látigo, es decir que no me puse el cuello ortopédico el suficiente tiempo y quedé afectado, pero eso con fisioterapia me lo han venido corrigiendo.


¿Cómo combinó esa pasión con el periodismo deportivo?


En el periodismo estaba involucrado desde antes. Cuando estaba en la universidad montamos una radiorevista que se llamaba ‘La Voz de la Nación’, la locutora era Cecilia Fonseca de Ibáñez. Ahí colaboró el ‘Chato’ Latorre, José Mar, Hernando Acevedo, mi papá y el doctor Eduardo Umaña Luna. Eso era en una emisora que se llamaba Nuevo Continente y de ahí nos pasamos a Radio Calidad, que era de RCN, con Paco Ugueta.


¿Y qué pasó después?


Después de cuatro años en los que me marginé de esa actividad me encontré con un compañero que se llama Milton Marino Mejía quien tenía un programa que se llamaba Dialoguemos con Todelar y me propuso que fuera y que les hablara de derecho. Fuimos con una niña que estaba estudiando derecho en esa época, María Cristina Prieto, y con Milton comenzamos a hacer el espacio. A la gente le gustaba y llamaban mucho. Fue el nacimiento de Consultorio Jurídico.


¿Cómo llega a esa época de Consultorio Jurídico?


Estábamos en un club y el director de la señal educativa me dijo un día que si era capaz de hacer en televisión lo que hacía en radio y le dije que lo intentáramos. Montamos el programa y nos reunimos María Elvira Samper, quien hacía sus pinos en Inravisión, y Ernesto Franco y montamos ese esquema de programa y duramos 21 años.


¿Y ese tipo de espacio seguía en la radio también?


Claro que sí, con RCN lo hice por mucho tiempo, con Julio Nieto Bernal, con Yolanda Ruíz, con Darío Silva, y a su vez EL TIEMPO tenía una columna que la manejaba Carlina Báez de Acero. Ella nos mandaba las cartas que le enviaban al periódico y nosotros las contestamos. Eso duró más de 20 años.


¿Y el periodismo deportivo?


Con la Revista de 500 millas, que yo tenía, y las transmisiones por radio de carreras. Recuerdo que comencé con Punto 5 y una vez estábamos transmitiendo una carrera por Facatativá, pero en aquella época no teníamos equipos de transmisión a larga distancia, entonces un muchacho de la emisora se encaramó a un poste y se robó una llamada y transmitimos toda la carrera, que duró como dos horas. No sé qué haría Punto 5 después, pero hicimos la transmisión de toda la competencia.


¿Qué opina de los pilotos de automovilismo colombianos?


Aquí hubo pilotos muy buenos en la época antigua como Moisés Volovich, Artemo Trejos y Carlos el ‘ganzo’ Garzón. En el nuevo ciclo debo hablar, y me excusan si se me queda alguno por fuera, de Jorge Cortés Mora, un tipo que a los 60 años sigue corriendo. Obviamente José Clopatofsky fue muy bueno, pero no tuvo la persistencia que ha tenido Jorge. ‘Clopa’ hizo muy buenas carreras y educó a los niños para hacer muy buenos pilotos. El papá de Juan Pablo Montoya, Pablo, y su tío, Diego Montoya, también corriendo en el autódromo. Diego era bueno. Yo competí con Pablo en rallys.


¿Y qué opina de Juan Pablo Montoya?


No puedo negar que superó a cualquier otro de los que yo conocí en mi época. Cuando Juan Pablo Montoya debutó en el autódromo de Tocancipá hubo algunos problemas por la edad y no lo querían dejar correr. Corrió y barrió con todo el mundo, era espectacular.


¿Todavía mantiene esa pasión por al automovilismo?


Claro. Me levanto a las 4:00 de la mañana para ver las carreras de la Fórmula Uno, soy hincha furibundo, y tengo un círculo de apuestas con mi hijo Germán, mi cuñado José Pablo y con un primo Andrés apostamos sobre la Fórmula Uno, lo que pasa es que este año me dijeron que no apostáramos más porque ya los tenía ‘negriados’ pues siempre les ganaba.


REDACCIÓN POLÍTICA



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