Colombiaforos

“Cuando escuché a Vera Grave hablar, me fue difícil odiarla.” Uribe

¡Wow!

Pensé: ¡qué visionario que es Uribe!

Estaba escuchando al expresidente presidiendo un panel que hacía parte de la conferencia inaugural de Google Ideas llamado ‘Contra el extremismo violento’. Sentados a su lado estaban tres exguerrilleros, así que sus palabras fueron una fuerte motivación para montarme en un avión y comenzar en serio mi romance con Colombia. En ese entonces, la paz en Colombia era casi algo inimaginable. Pero, de pronto, en noviembre del año pasado, con el inicio de las conversaciones de paz con las Farc, ¡se convirtió en algo no solo imaginable sino alcanzable!

Yo esperaba que Uribe jugara un papel central en hacer la paz. Después de todo, si el expresidente puede ahora sentarse junto a antiguos guerrilleros e inspirar a la gente a mirar a Colombia a través de un nuevo prisma, debe haber esperanza…

¡Ha debido ser una cuestión de coser y cantar!

Es por eso por lo que, para mí, es muy chocante ver a Uribe retratado como el enemigo de la paz. ¡Algo no está bien!

Cual forense, he estado en mi mente recorriendo mis pasos y preguntándome: ¿qué pasó con el hombre inspirador que conocí en Google Ideas?

Y, después de mucho pensarlo, ¡creo que lo sé! Primero que todo, necesitamos cambiar de mentalidad; es necesario dejar de pensar en Uribe solo como expresidente y recordar que su padre fue asesinado por las Farc, lo que lo convierte en víctima y sobreviviente, y eso implica y hace comprensible una manera muy diferente de ver las cosas.

Mientras escribo, puedo imaginarme voces gritándome: “Go home, gringo, ¿quién eres para opinar?”. Pero como respuesta yo preguntaría: “¿Ustedes realmente saben lo que hizo Uribe?”.

De entrada, admito que no soy ningún gran experto en Colombia, pero, gracias a mi participación en el proceso de paz, aquí y en cualquier otro lado estoy calificado para comentar.

De alguna forma, Uribe se las ha arreglado para ubicarse en una esquina que les permite a otros verlo como el enemigo de la paz. Pero, ¿cómo sucedió esto?

Desde mi punto de vista, lo cierto es que, accidentalmente, ¡ha sido el que más ha contribuido a que haya una posibilidad de paz en Colombia!

Creo que debo explicar esta afirmación: después de 50 años de guerra, Uribe es informado por malos elementos del ala de derecha del Ejército acerca de las conversaciones secretas en La Habana, que él filtra como es debido, liberando de esta manera al presidente Santos del peso de informarles a los colombianos. Ya en ese momento, Uribe había asumido, sin intención, el papel opuesto al que había pretendido interpretar.

Otro ejemplo es la manera en la que reveló la foto de los miembros de las Farc que paseaban en un yate en Cuba, con el deseo de matar así cualquier esperanza de un proceso de paz. Irónicamente, sus acciones lo convirtieron en un campeón del logro de la paz en Colombia, superado solamente por Juan Manuel Santos.

Por esto defiendo el papel de Uribe en el proceso de paz. Si no hay cabida para él, no vale la pena tener un proceso de paz. Sé por experiencia que en Irlanda del Norte había muchísimas personas con motivaciones decentes que se oponían al proceso de paz, al igual que Uribe. Gracias a Dios, el resto de nosotros tuvimos el coraje y la determinación para seguir adelante y enfrentarnos con el resultado de décadas de resentimiento, enfocándonos en lo que compartimos (nuestra humanidad) y no en lo que nos divide.

Déjenme ser absolutamente claro: la batalla por el alma de Colombia está en marcha y, aunque está lejos, hay una luz al final del túnel, y nada debe detener a los implicados en la lucha por llegar a ella.

Comparto la visión del presidente Santos de que no debemos dejar que nada se interponga en el camino para llegar a esa luz; debemos mantener prendida esa llama titilante de la paz con el oxígeno del optimismo, para que no haya más madres colombianas que lloren en las tumbas de sus hijos, que, incluso ahora, están muriendo sin necesidad antes de tiempo.

* Exmilitante del Ejército Republicano Irlandés (Ira).

Henry Robinson*
Especial para EL TIEMPO