LSD, la peligrosa droga que intoxicó a 100 personas e
Tal vez, luego de sentir el sabor amargo y fuerte de la pequeña papeleta, de percatarse de que, poco a poco, el diminuto cartón, ya húmedo, se perdía entre los dientes y se deshacía en la lengua, en las encías y el paladar, los más de cien espectadores que se intoxicaron en Cartagena tras ingerir LSD, sintieron una especie de placidez y debilidad.
Eso, quizá, fue lo que apreciaron algunas de las 8.000 personas que asistieron al festival Summerland de música electrónica y que adquirieron en cajitas de chicles, aquella sustancia o —en términos científicos— dietilamida de ácido lisérgico. (Lea también: Festival Summerland, en el ojo del huracán)
Lo sintieron así porque se les distorsionó la percepción mental, que es lo que ocasiona el LSD, una droga sintética creada por accidente en 1938 en un laboratorio suizo, utilizada en pacientes psiquiátricos y popularizada por el conocido movimiento de ‘contracultura’ en las décadas de los sesenta y setenta.
“Y esa distorsión de la percepción mental —explica Jairo Téllez, director de la maestría en toxicología de la Universidad Nacional— se da, fundamentalmente, en tres aspectos: los colores, las formas y los sonidos”.
Según el especialista, al consumir ese elemento, “los colores se hacen más brillantes y crean figuras que no necesariamente reflejan algo concreto; las formas físicas a veces toman la conformación geométrica de la persona que los observa; y los sonidos se distorsionan”.
“De manera que —continúa Téllez, quien también lidera el grupo de investigación en sustancias psicoactivas de esa universidad— en un concierto hay estímulos continuados que pueden producir convulsiones. Además de la droga, hay música, formas y luces, y por eso, en estos espacios, es más fácil que se den intentos de suicidio”.
Es por ello que después de los veinte o treinta minutos en que comenzaron a aparecer los efectos del LSD —como suele suceder—, cuando las visiones ya se les venían a chorros a los asistentes, las ambulancias y los puntos de atención ubicados en el kilómetro 14 de la Zona Norte de Cartagena, colapsaron el primer día.
Incluso, como le dijo a EL TIEMPO María Elena Vélez, secretaria del interior de la ciudad, hubo “casos como el de un joven que estaba tan eufórico que tuvo que ser amarrado”.
Los efectos de una afamada sustancia
Pero, ¿cuál es el efecto y las posibles consecuencias de esa sustancia que cada vez es más popular en Colombia? ¿Cómo actúa ese ‘ácido’ o ‘trip’ al que una vez el escritor Allen Ginsberg, una de las figuras más conocidas de la Generación Beat, le dedicó un largo poema y que Steve Jobs probó y consideró una de las experiencias más importantes en su vida?
El doctor Téllez cuenta que, entre las cuatro y seis horas que puede durar el efecto, hay primero una pérdida de fortaleza acompañada de una distorsión de las sensaciones que, en algunas ocasiones, genera una especie de terror.
“Y esas situaciones —dice— son las que, a veces, han llevado al suicidio. Es más: la primera vez que se consume puede ser la más terrorífica”.
El LSD, como todas las drogas, se relaciona con algunos neurotransmisores, que son las moléculas que transmiten información de una neurona a otra de forma consecutiva. Al ingerirlo, explica Téllez, hay un incremento de secreción de dopamina, el neurotransmisor encargado de los estímulos, y de adrenalina, responsable de la frecuencia cardiaca, por lo que se aumenta la presión arterial.
Además, en caso de que el consumo sea crónico, se puede afectar la serotonina, hormona que regula el sueño y la vigilia y que nos permite descansar. “Entonces, si se ingiere de forma crónica, se altera ese ciclo, se genera ansiedad y se empieza a perder el equilibrio bioquímico”.
Sin embargo, como asegura Alejandra Salcedo, toxicóloga y decana de la Facultad de Medicina de la Universidad Antonio Nariño, pese a la taquicardia, los reflejos exaltados, las náuseas, las alteraciones del lenguaje, el agrandamiento de las pupilas y la pérdida del apetito, el LSD no se considera adictivo.
Pero todos estos efectos se potencian cuando se combina con el alcohol. “El licor —afirma Téllez— deprime el sistema nervioso central y baja los niveles de azúcar, mientras que el LSD es un estimulante. Mezclarlos puede generar una crisis convulsiva severa o un paro respiratorio”.
Un vuelco al consumo de drogas
Hace unos años lo usual era que drogas naturales (obtenidas a partir de plantas) como la marihuana o la cocaína, fueran las preferidas por muchos consumidores. Pero en las últimas décadas, con la aparición de las sintéticas (creadas únicamente en laboratorio) y semi-sintéticas (elaboradas de bases naturales pero modificadas químicamente), el mercado está variando.
Muestra de ello es el último Estudio Epidemiológico Andino sobre Consumo de Drogas en la Población Universitaria, publicado a principios del 2013, demostró que el LSD es la sustancia que ocupa el segundo lugar de consumo después de la marihuana, cuando el anterior estudio ubicaba en ese puesto a la cocaína.
Y evidencia también de ese fenómeno es que desde el 2008 —dice Téllez— en el Centro de información toxicológica de la Universidad Nacional se ha notado un incremento de ingestión de LSD principalmente en colegios, donde también se comercializa en ‘stickers’ que se pegan a la piel.
De hecho, de acuerdo a los datos del Observatorio de Drogas de la Unión Europea, en 2012 se notificaron 73 nuevas drogas, la gran mayoría sintéticas.
¿El motivo del cambio? Por un lado, según Salcedo, el LSD es de los elementos que permiten alucinar con bajas dosis y, además, no se puede rastrear fácilmente. “En los exámenes clínicos de orina y sangre casi siempre se busca anfetaminas, coca o marihuana”.
Y, por otro lado, como afirma Téllez, hay un factor muy influyente: estas drogas requieren poco espacio para elaborarlas y no hectáreas de cultivos. Basta con un laboratorio de tecnología química farmacéutica y una persona con formación de alto nivel, lo que reduce los costos de producción.
En Colombia, dice, aunque hay algunos laboratorios artesanales, el LSD se importa de países como Estados Unidos y Holanda.
Lo grave, según el Ministerio de Justicia, es que se han hallado casos en los que, en vez de LSD (que se comercializa de $15.000 a $20.000 en Bogotá), se venden otras sustancias sintéticas con efectos alucinógenos similares. Tal es el caso del 25B-NBOMe y el 25C-NBOMe que se encontraron en Pereira, Manizales y en la capital hace unos meses, y “que pueden ser mucho más peligrosas. Pueden llevar al usuario a requerir servicios médicos de urgencia”.
SERGIO SILVA
Sersil@eltiempo.com
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