Las 1.001 recetas del Gran libro del guayabo
Dos bebedores felices: uno recio y contundente, de origen polaco, y el otro menos fuerte, cucuteño, para más señas, se reunieron durante seis meses, en jornadas informales en las que nunca faltaron las bebidas alcohólicas fuertes, para escribir un texto sobre un tema que parecía agotado y al que se recurre con cierta regularidad, pero que, bajo esta modalidad de codo con codo, y empinándolo también, resultó una gozadera para sus autores y para quienes lean este libro atractivo, interesante, ilustrador y muy global.
Gran libro del guayabo se lanzó en días pasados, degustando nalewka, bebida muy antigua que creó Hipócrates, con varias y variadas propiedades, en las instalaciones del teatro R-101, con la participación de actores, directores, escritores y bebedores que se divirtieron con la trasescena de este texto escrito al alimón, y oyeron los apartes leídos por Ramsés Ramos, el popular actor de televisión.
Sobre los autores –el Maestro, así llaman a Pawel Nowicki y Juan Carvajal, amigos y conocidos– vale la pena indicar que ninguno de los dos, por ahora, y gracias a un físico privilegiado, ha sufrido con rigor los efectos devastadores del día siguiente a la bebeta, pero como conocen el monstruo por noticias de primera mano de muchos de sus contertulios y por una que otra secuela experimentada en carne propia, solo tuvieron que escarbar en su mente y sacar de las múltiples lecturas algunos datos, investigar otro poco, para terminar de especialistas, sin duda ninguna, de la resaca.
De entrada, y para que no haya lugar a equívocos, se hace la diferencia entre bebedor y alcohólico. La primera nota del libro es un diálogo de El Principito, tomado del famoso libro de Antoine de Saint-Exupéry que les sirve para introducir el refrán conocido en el mundo entero, que dice: “Un bebedor podría dejar de beber si quisiera. Un alcohólico quisiera dejar de beber si pudiera”.
Y comienza la aventura por las 236 páginas de un libro bellamente diagramado y mejor editado, que utiliza un papel pesado, hojas muy limpias, sangradas y muchas en blanco invitando al lector a que escriba sus vivencias del día después o que simplemente reaccione a esos capítulos en los que se describe la relación del guayabo con el trabajo, con el sexo, con la recreación, con la salud, con las nacionalidades, con la literatura, con los alimentos recomendados para el antes, el durante y el después y un largo etcétera emotivo, lúdico, inteligente y muy creativo.
EL TIEMPO habló con sus autores con menos reverencia de la que se estila y con más admiración de la que se acostumbra.
Beber con seriedad
El primero afirma que los colombianos no bebemos con seriedad y que tenemos costumbres fatales. “¿Qué es eso de mezclar aguardiente y cerveza y qué tipo de aguardiente, uno hecho con poco alcohol y por lo tanto muy malo?”, se pregunta condolido.
Para él, las bebidas contundentes deben tener más de 60 grados de alcohol y si no se consiguen en el mercado local, habrá que conformarse con un buen vodka, su preferida, que mezcla consumiendo grandes tazas de té con limón.
De la conmiseración profunda pasa al desconcierto total cuando habla de los acompañamientos que se ofrecen en nuestro medio cuando se toma y que se agotan en el maní salado, lo que le parece francamente “desastroso”.
Ahí entra Juan Carvajal para mesurar sus adjetivos y para contarle que nos hemos diversificado, que ahora somos menos salvajes y que muchos acompañan la bebida con buenas y nutritivas viandas. Estas divergencias no se notan en el libro, si en la conversación, pero siempre terminan en carcajadas y en acuerdos a los que llegan por la vía de la reflexión más que de la opinión.
Los alimentos que se deben consumir con las bebidas son ampliamente referenciados, así como la lista de expendios donde se pueden adquirir en Bogotá panes con grasa, verduras frescas, carnes y embutidos, acompañantes privilegiados a la hora de sentarse a libar y para no correr riesgos impredecibles.
Más consejos se desgranan de la lectura. No mezclar trago con cigarrillo: “Los descansos de beber con cigarrillos son peligrosos, porque aunque el alcohol despierta la nostalgia por la nicotina, la resaca que vendrá es dos veces mayor”. Otro sabio consejo es bailar: “el movimiento acelera el metabolismo en el organismo”.
Beber sin remordimientos
Los autores coinciden en que quisieron hacer un libro laico, sin recurrir a ninguna Iglesia, sin remordimiento ni culpa, optimista, sin hipocresía. Las opiniones científicas que son casi siempre contradictorias, vienen y van. Textos serios sobre el guayabo aparecen 16: desde Marx hasta Kafka así como creencias populares de por aquí y de por allá.
“La química de cada persona es muy distinta; por lo tanto, cada quien debe experimentar y saber hasta cuánto puede beber y qué le hace mal; igual sucede con los remedios, lo que es bueno para otros a mí me puede sentar fatal y al contrario”, dice el Maestro.
Y remata: “Generalmente la gente del pueblo de todo el mundo bebe fatal, porque bebe para matar penas, para matar hambre y compra alcohol muy barato, que es siempre más dañino. Los alcoholes fuertes son más limpios que los alcoholes suaves. El vodka es destilado y no contiene otros elementos malos”.
Juan Carvajal tercia en la conversación: “No conozco mucho de las sutilizas del alcohol, me gusta y mi organismo me ha defendido y me sigue defendiendo de sus efectos. El trabajo fue apasionante, encontré textos que el Maestro estaba convencido de que no estaban traducidos al español. Aunque él es tozudo y no da su brazo a torcer sobre ciertos aspectos, aproveché mi papel de editor y ”me hice el toche”, cambié algunos pequeñeces sin alterar el texto. Hasta ahora el Maestro no se ha dado cuenta de esas variaciones.
Pero que no se crea que los autores se dedican solo de los efectos biológicos de la resaca, más de un capítulo se ocupa del guayabo moral o metafísico, que es tan común y corriente entre nosotros. “El concepto general de este guayabo es achacado al escritor inglés Kingsley Amis, enunciado en su On Drink. El autor prescribe como paliativo para esta trascendental indisposición, la lectura de El paraíso perdido, de John Milton, concretamente desde la línea 606 en adelante, así como Un día en la vida de Iván Denisovich, de Aleksander Solzhenitsyn, y escuchar la Sexta Sinfonía de Tchaikowsky, la Pathétique. La efectividad de tal medicina se basa en el principio básico por el cual es necesario sentirse pésimo, antes de comenzar a sentirse mejor. Si me lo preguntaran, dice el Maestro Pawel, yo recomendaría escuchar todo Arnold Schönberg”.
Contra el guayabo
La parte más divertida de la escritura para el Maestro fue la de cómo curarse el guayabo cuando uno va al trabajo. Y lo más latoso señalar nombres y direcciones de sitios para comprar algunos artículos. Y para su coequipero, casi todo fue maravilloso. “Los derechos me encantaron. Lo primero que me mostró el Maestro: un remedo irónico, agudo e inteligente de los derechos humanos aplicado a los bebedores. Pero, también, la parte química, la médica, la científica. Lo menos interesante, las recetas, porque no soy muy buen cocinero y me dio brega escribirla. Me encantaron muchas frases muy chistosas del Maestro que le salían cuando estábamos leyendo los textos. Quería ponerlas todas, pero era imposible”.
Para terminar, el Maestro, después de su nutrida experiencia en resacas, dice que lo mejor para él en estos tiempos que corren es el Pedyalite, por la mañana.
“Con esta bebida se solucionan muchos problemas. El siguiente paso son los espárragos, verdes o blancos. Los verdes los cocino en un sartén con poca agua, medio cocidos los consumo, y tercero Calamato, caldo de almejas mezclado con salsa de tomate. Lo inventaron en México y ahora lo venden en Estados Unidos y añado el jugo de fresa, mezcla de fresas con agua; son absolutamente maravillosas”.
Juan Carvajal dice que para él lo mejor es agua con ajo: “A aguantarse y a joderse. En serio, creo que cuando se vive esta sensación de vigilia, del día después, las personas reciben la información de manera distinta, es un estado muy creativo, muy recursivo, se siente y se vive de manera distinta”.
Vendrán otros lanzamientos y ya varias personas han pedido sumarse a esta cofradía naciente en la que se asume el guayabo no con culpa, sino con dignidad y a consecuencia de una muy buena noche en la que se bebió sin tasa ni medida y se fue feliz.
Los autores
Pawel Nowicki llegó a Colombia en 1989 y es considerado uno de los diez directores extranjeros que más han influenciado el teatro colombiano. Lleva años orgullosamente nacionalizado. Maestro de filología, director de cine, televisión y, claro, de teatro, profesor universitario, traductor y guionista, es un hombre de contextura fuerte, como lo son en general sus coterráneos, dulce, generoso, lector voraz, con una vida rica en experiencias intelectuales por lo que escucharlo es placer y saber.
Su compañero de escritura es el también filólogo, escritor, fotógrafo y diseñador gráfico Juan Carvajal Franklin, quien no dudo en convertirse en su investigador, su pulidor idiomático, su sombra y su segunda mano.
Completa la trilogía de autores Stanislaw Ignacie Witkiewicz ‘Witkacy’, polaco, 1885-1939, dramaturgo, artista plástico y filósofo, cuyos dibujos, autorretratos haciendo carantoñas de beodo y pinturas se encuentran a lo largo del libro. Witkacy se suicidó el 17 de septiembre de 1939, cuando los rusos entraron a Polonia.
Myriam Bautista
Especial para EL TIEMPO
Fuente