‘Se fue feliz’. Ese epitafio tan simple podría descansar para siempre en la lápida que rinda tributo al inigualable Paco de Lucía. No resume sus logros, su leyenda o su influencia en el flamenco, que puso en el mapa mundial de la música. Es lo que se podría decir de cualquier persona. Pero él se fue en su ley: gozando de su vida en una playa en Tulum, Yucatán (México), en donde solía refugiarse del mundo.
De esa alegría que le daba el estar rodeado de la parentela –especialmente, de sus nietos y de dos hijos muy jóvenes– y la libertad de hacer lo que se le antojara daban cuenta las fotos que colgaba en su página web, despojado de su guitarra y más en actitud de bañista en tierra caliente, de pescador –le apasionaba descubrir los manjares del mar y llevarlos él mismo a la mesa–, y hasta en una cuatrimoto. Señas de que vivía plenamente en una suerte de retiro voluntario.
Allí lo alcanzó ayer un repentino ataque cardiaco, a sus 66 años. Se sintió indispuesto y falleció llegando al hospital, contó uno de sus máximos amigos, Victoriano Mera, al diario El País.
‘Se fue satisfecho’ podría ser otro epitafio. Lo que logró el guitarrista flamenco fue revolucionar toda la historia de una música desde hace más de 50 años, al punto de que a partir de esa generación, el género fue medido por los altos estándares que él sembró.
“Aparte de que la guitarra flamenca es mi pasión, es el lenguaje de mi pueblo, con el que tengo una deuda, para con mi cultura, la gente de mi niñez. Soy un apasionado, perfeccionista y eso me ha hecho crecer como músico y que a la vez crezca conmigo la tradición tan antigua que hay detrás y medio ‘talibán’ ortodoxa que no quería moverse –relataba el artista gaditano en su última entrevista con EL TIEMPO, en octubre del 2013–. Con mi esfuerzo y entre unos cuantos de mi generación, hemos ido tratando de hacer cada vez nuestro trabajo de cada día para que esta música sea un poquito más grande”.
El músico español se presentó por última vez en Colombia, en dos conciertos, en Bogotá y Medellín, en octubre del año pasado. Culminaban así 16 años de ausencia que se dieron precisamente por su decisión de trabajar menos y dedicarse más a su vida familiar, aunque los últimos años arrojaron grabaciones como Canciones andaluzas para dos guitarras, junto a su hermano Ramón de Algeciras, y trabajos con el jazzista Wynton Marsalis que fueron muy aplaudidos.
Esos logros se volvieron tangibles en méritos como el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que le fue concedido en el 2004, y el Doctorado Honoris Causa del Berklee College de Boston, que recibió en el 2010.
El legado flamenco
Francisco Sánchez Gómez, mejor conocido como Paco de Lucía, pupilo de su padre, Antonio Sánchez, se hizo guitarrista por necesidad. Dijo alguna vez a la prensa española que a finales de los años 50 “estábamos hambrientos y mi padre no sabía qué hacer para sacarnos adelante”.
Tal vez por eso, sobre la guitarra, su eterna compañera, no se refería con los términos románticos que se supondrían de tan avezado intérprete: “Es un instrumento muy difícil y desagradecido. Tú le dedicas horas y horas, y luego te subes a un escenario, estás perfectamente de manos y ¡tocas como una mierda! Entonces le dices ‘Oye, ¿por qué me haces esto, si te he dedicado una semana, tocando ocho horas diarias, por qué?’ –sostuvo De Lucía en dicha entrevista–. A veces, depende hasta de una mosca que pase volando y te desconcentra. O algo en el teatro de pronto te hace tocar muy mal. O al revés, estás mal y tocas muy bien... No la controlas. Es lo que más se parece a una mujer de todos los instrumentos que hay”.
Pero desde 1963, cuando saltó a la escena musical española, comenzó a explorar la forma de hacer de la tradición flamenca algo diferente. Y en esa década, un encuentro fortuito condujo a una sociedad asombrosa, con el cantaor Camarón de la Isla.
“Ahí empezamos a componer música nueva, porque los flamencos de la época no te dejaban moverte de los cánones de los cantes, era como un sacrilegio mover una frase de cómo se cantaba 100 años atrás”, recordó De Lucía.
Luego vinieron otras apuestas suyas, como la introducción del cajón peruano, que terminó siendo fundamental en el flamenco.
El guitarrista “era un genio a la altura de Beethoven o Mozart”, dijo ayer a la agencia Efe el bailaor gitano Juan Manuel Fernández Montoya, más conocido como ‘Farruquito’, quien aseguró haber llorado toda la mañana por la partida del guitarrista.
“Silencio, se me partió el alma, escucha su crujío. Hasta siempre, compadre Paco de Lucía”, comentó en Twitter el cantante pop y guitarrista Alejandro Sanz, para quien el gaditano era su ídolo, y por eso en 1993 grabaron juntos el tema Mi primera canción, lo que significó un padrinazgo musical contundente. La relación se volvió familiar en 2011, cuando De Lucía apadrinó a su hijo.
Sin barreras
Su música rompió barreras en un momento en el que el flamenco aún les pertenecía a los más tradicionalistas, a tal punto de que muchas de sus grabaciones se mecen entre el género que le corría por la sangre y los terrenos del jazz y la guitarra clásica, lo cual es paradójico, pues De Lucía no fue músico de academia.
De sus vuelos por el género de Miles Davis y John Coltrane, el guitarrista dijo en el diálogo con este diario: “Nunca he pretendido ser un músico de jazz. Mis coqueteos con ese género han sido para divertirme oyendo cómo toca esa gente, porque son diablos, son ‘bicharracos’ improvisando y su conocimiento de armonía y demás, y por curiosidad siempre me he acercado para aprender (...). No fui a la escuela a aprender música, siempre fui un guitarrista de oído y tengo la asignatura pendiente de conocer de armonía (...). Si no estás preparado armónicamente, se te ve limitado”, afirma.
Como por mencionar uno de tantos episodios brillantes en ese campo, queda su actuación en el tributo a Miles Davis en la edición 44 del Festival de Jazz de Montreux, al lado de Stanley Clarke, George Benson y John McLaughlin.
Al Di Meola, con quien De Lucía compartió esos viajes por el jazz al conformar The Guitar Trio (junto a McLaughlin), se manifestó a través de Facebook: “Mi querido amigo ha fallecido y nunca olvidaremos su importante legado (...). Mis años con Paco fueron sorprendentes e inolvidables, lo extrañaré mucho”.
La noticia de su partida fue recogida por todo el planeta, ese mismo que recorrió De Lucía con su guitarra. Titulares en Deutsche Welle, CBC, The Guardian, BBC coincidían en una palabra: “Legend” (leyenda).
Su reciente presentación en Bogotá no le hizo justicia a la leyenda del hijo de Lucía y de Algeciras: un concierto que por problemas logísticos comenzó una hora después, y aun así encontró a un público enamorado de su talento; en el que tuvo que lidiar en pleno escenario con fallas de luces y sonido, casi que dándole instrucciones a los operarios para que le ayudaran. Y con todo y eso fascinó, victorioso, magistral.
Carlos Solano
Cultura y Entretenimiento
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