Cada día se escuchan, uno tras otro, anuncios sobre la implementación de nuevas rutas del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), con el que se busca reemplazar el viejo esquema de colectivos y así acabar con la guerra del centavo, los trancones y la contaminación.
Pero no se escucha con la misma fuerza que se eliminen las rutas tradicionales. De hecho, mientras ya ruedan 169 rutas y 3.228 buses zonales, alimentadores y articulados, a 19 de noviembre de este año apenas se han eliminado 55 servicios viejos y 2.220 buses chimenea.
Esta diferencia de ritmos entre TransMilenio, encargado del SITP, y la Secretaría de Movilidad, al frente del desmonte del antiguo modelo, ha generado paralelismo y una competencia por los pasajeros en las vías.
Como resultado, muchos de los buses azules, naranjas y vinotinto del SITP ruedan medio vacíos junto a otros más destartalados y decolorados a los que no les cabe un pasajero más. Es evidente en la carrera 10.ª y en la calle 26, donde hace año y medio se inauguraron las troncales de TransMilenio sin que una sola ruta vieja haya desaparecido. Sucede igual en la carrera 7.ª, la cual tiene 30 buses duales y que en diciembre recibirá 200 más.
En Soacha, la situación es peor, pues ahí no habrá SITP y, con la inauguración de TransMilenio en la autopista Sur a finales de diciembre, se reducirá el número de carriles y se les sumarán los articulados.
El Distrito ha explicado que el desbalance se debe a la gradualidad del proceso, para que los usuarios aprendan a pagar con tarjetas y no con efectivo y que los primeros servicios eran rutas nuevas o de colonización.
Según el experto Eduardo Behrentz, decano de ingeniería de la Universidad de los Andes, “no hay excusas para que la Secretaría de Movilidad no avance al ritmo que debe. La entidad no ha sido capaz, por temor a las presiones políticas de los operadores o por incapacidad técnica. Lo cierto es que hay una desarticulación entre ellos y TransMilenio”.
Para Darío Hidalgo, experto del Centor Embarq y exdirectivo de TransMilenio, hay un exceso de temor. “El Distrito no quiere repetir la mala experiencia de Santiago de Chile que por poco tumba al gobierno, pero se fueron al otro extremo: se está haciendo una implantación gradual, tan gradual que genera problemas para todos”.
El riesgo es que esta situación se prolongue: hay un sector de pequeños propietarios de viejos buses que se niegan a salir de circulación por desacuerdos con los grandes operadores que deben adquirir sus vehículos.
REDACCIÓN BOGOTÁ
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