Dueños de carros deben pagar por vías y poluci
A comienzos de este año Edward Glaeser, profesor de la Universidad de Harvard, llegó a la lista de los libros más vendidos en Estados Unidos con su obra 'El triunfo de la ciudad'.
Convencido de que los centros urbanos magnifican las fortalezas de la humanidad, este académico, de 44 años de edad, prefiere la densidad de los edificios a la de los barrios residenciales tan típicos del suburbio estadounidense.
Dicho planteamiento suena contradictorio a la luz de los problemas que enfrentan las zonas metropolitanas en las más diversas latitudes, pero Glaeser afirma que incluso las dificultades más complejas tienen solución. Invitado hace pocos días a un evento organizado en Bogotá por Fedesarrollo, habló en exclusiva con EL TIEMPO.COM.
¿A qué se debe su entusiasmo con las ciudades?
El hecho extraordinario es que, a pesar de los avances de la tecnología, que nos permiten hacer muchas cosas a distancia, en el mundo de hoy las ciudades son más vibrantes que nunca. La razón es que las áreas urbanas permiten que la gente se conecte con más facilidad y que florezcan el emprendimiento, la innovación y las oportunidades. Por eso son tan importantes, necesitan políticas adecuadas y en ellas hay que hacer las cosas bien.
A pesar de las oportunidades, hay enormes desafíos...
Así es. Cuando las ciudades son exitosas atraen a gente de todo tipo, incluyendo a los más pobres. Eso crea presiones y necesidades. Pero de lo que se trata es de responder a esas exigencias.
¿Qué quiere decir eso?
Lo correcto es hacer las inversiones que permiten que las ciudades sean vivibles. Lo más básico es agua y alcantarillado, pero después vienen el transporte y los demás bienes públicos. También hay que prestarles atención a los temas de criminalidad, entre muchos otros.
¿Es mejor tener varias ciudades o unas pocas grandes?
Hay que tener un desarrollo balanceado con muchas ciudades. Es muy bueno, por ejemplo, que Colombia tenga una amplia red de municipios grandes. Esa es una fortaleza.
Uno de los mayores desafíos de las urbes modernas es el transporte eficiente de miles de personas. ¿Cómo manejar este tema?
La decisión puede ser la de construir más calles o autopistas, pero estas no deberían ser subsidiadas. De lo que se trata es que los conductores paguen por el costo de las nuevas vías y los daños ambientales que generan.
¿Hay que acabar con el transporte particular?
No. Es un error satanizar el carro. Hay que permitirle a la gente tener esa opción, pero cobrarle por ejercerla. Es indudable que los automóviles generan costos, pero también grandes beneficios en términos de bienestar y movilidad.
¿Y sobre los sistemas públicos tiene alguna preferencia?
El análisis hay que hacerlo caso por caso. Pero es indudable que el modelo que existe en Bogotá es atractivo para el resto del mundo, porque ha sido muy exitoso. Eso no quiere decir que no se pueda hacer más para mejorarlo, pero no hay que olvidar que los números y la sostenibilidad económica de sistemas como los de metro o tren ligero son muy complejos.
¿Cuál es su consejo?
Que ninguna opción debería ser descartada. Pero antes de meterse en una inversión muy costosa con algo que vaya sobre rieles, hay que pensar muy bien en las fortalezas de los buses. Entre otras razones, porque las ciudades cambian todo el tiempo. Bogotá va a ser más rica en el futuro y es necesario tenerlo en cuenta. Los buses son flexibles, los trenes no. Y poder mover las redes de transporte es algo altamente deseable.
¿Qué piensa sobre el desarrollo urbano?
Hay que mirar los destinos de la tierra, pero de manera realista. No me opongo, por ejemplo, a los parques, pero mi opinión general es que las restricciones en altura de los edificios no son tan buenas. También hay que mirar el tema de la preservación histórica. Hay edificios antiguos que son verdaderas joyas pero a veces uno se va al extremo. No se puede congelar el crecimiento urbano.
¿Qué efecto tienen las limitaciones?
Que los precios de la vivienda se disparan. Los casos de Nueva York, París o Londres son elocuentes. Y aunque en el mundo en desarrollo esa situación es menos evidente, lo que sucede con Mumbái es dramático. Hay que garantizar que exista oferta de tierra suficiente.
El crimen urbano se ha convertido en fuente de gran preocupación...
Sabemos, para comenzar, que es muy costoso, pues acaba con el encanto de vivir en las ciudades. También es claro que recetas como aumentar el pie de fuerza son muy efectivas, incluso más que cambiar ciertas estrategias en la Policía. Claro, hay que asegurar que esos efectivos sean parte de la solución y no del problema, pues la corrupción es un tema muy complejo en Brasil, para citar un caso.
¿Qué se puede aprender de Estados Unidos?
Las ciudades estadounidenses son más seguras hoy debido, en buena parte, a un aumento en el número de personas arrestadas y encarceladas. Eso funciona, pero es muy costoso y a mí me produce sentimientos encontrados. Creo que hay que mirar los instrumentos que da la tecnología, que también ayudan. Pero en general, el involucramiento de la comunidad es definitivo.
¿Por ejemplo...?
La razón de que en Mumbái la tasa de crimen sea baja no se debe al número de policías o a su calidad, sino que a los vecinos de un barrio están pendientes de la situación y reaccionan cuando algo pasa.
A pesar de la pobreza extrema...
Así es. Por cierto, la manera de combatir el crimen no es disminuyendo la pobreza, así haya que hacerlo por otras razones. Pero si uno espera que lo segundo solucione lo primero está equivocado. La justicia social no acaba con la inseguridad. La Policía, una justicia expedita, la comunidad y los mecanismos de prevención, sí.
Cuando un alcalde le pregunta acerca de qué errores debería evitar, ¿qué le contesta?
El error más común es confundir el trazado urbano con la ciudad real, que es la gente. Es fácil pensar que una obra nueva cambia las cosas porque sí y eso no es así. Hay que hacer análisis de costos y beneficios.
¿Qué más?
Lo otro es que dividir la ciudad en zonas rígidas es una equivocación. Lo ideal es que los sitios de vivienda, trabajo y placer queden en la misma área, algo que cada vez es más posible por los avances tecnológicos. Y lo último es que no se puede privilegiar el pasado a expensas del futuro. Hay que planear con el cambio en mente.
¿Avanzan las ciudades de manera positiva en el mundo?
Soy optimista con respecto a la humanidad y con respecto a las ciudades. Eso no quiere decir que no reconozca los enormes desafíos que hay y que van desde la pobreza hasta las enfermedades. Pero cuando miro la historia de los últimos 3.000 años debo reconocer los milagros que han surgido en las ciudades. Por eso creo que vamos a ser capaces de resolver los problemas que se presenten, por difíciles que sean.
RICARDO ÁVILA
DIRECTOR DE PORTAFOLIO
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