Los incas solamente tuvieron 100 años largos de máximo esplendor, en los que alcanzaron a dejar ciudades, fortificaciones, obras hidráulicas y una red de caminos empedrados que enlazaba a argy con el valle de Sibundoy, en Colombia.
Uno de sus legados es Machu Picchu, descubierta el 24 de julio de 1911 por el profesor de historia y explorador estadounidense Hiram Bingham, un apasionado de la gesta de Bolívar que, por seguir los pasos del Libertador, estuvo en Colombia y Venezuela antes de llegar a Perú.
En ese país se interesó por el mundo de los incas y de boca de campesinos supo de la existencia de una ciudad perdida en las montañas.
Yo había estado antes en Machu Picchu, pero me faltaba sudar los cinco días de la Ruta del Inca. Hasta allí llegué de nuevo.
Un camino entre la nieve
La ruta del Salkantay, vía alterna para llegar a Machu Picchu, es un reto gratificante.
La senda a Machu Picchu exige cuatro días de esfuerzo, transitando por numerosos vestigios de los incas. El gobierno peruano no permite que más de 500 personas al año realicen este recorrido.
Con Wilfredo Garzón quisimos hacer la vía alterna, la que se ha abierto hace pocos años para desahogar la Inca Trail, y que es más larga, más esforzada y se encarama más alto en las montañas.
En la ruta tradicional se sube hasta 4.000 metros, mientras en la que hicimos, llamada la ruta del Salkantay, se corona la cordillera a 4.600 metros sobre el nivel del mar y el recorrido tarda cinco días.
En Cusco hay centenares de agencias de viajes de aventura, muchas de las cuales se encargan de toda la logística de la expedición, de tal forma que nosotros solamente nos preocupamos por caminar, sudar, esforzarnos, admirar, fotografiar y gozar intensamente lo vivido.
En definitiva, hombres de montaña, Wilfredo y yo, no sentimos tan arduo el cometido. En la segunda etapa pasamos entre dos colosos, el Salkantay, de 6.270 metros de altura, y el Humantay, de 5.780 metros sobre el nivel del mar. El Salkantay, preciosa pirámide de hielo y nieve, es una de las montañas más bellas del Perú.
La cumbre de la emoción en la ruta fueron las dos horas que permanecimos en el Paso de Apacheta, una abertura entre las dos montañas, a 4.650 metros de altura. A la derecha, al alcance de la mano, están las nieves del Salkantay y a la izquierda las rocas del Humantay.
Luego vino un descenso implacable de casi 3.000 metros, que recuerdan muy bien las rodillas, por profundos cañones. Después, otra subida de más de 1.000 metros para bajar en seguida hasta llegar al poblado de Aguas Calientes, en la base de la montaña de Machu Picchu. Ya estábamos a las puertas de la gloria de los incas.
32 kilómetros tiene la ruta que comienza en el kilómetro 82 y requiere tres días para llegar a Machu Picchu. El viaje en bus desde Aguas Calientes toma 20 minutos.
Piedra sobre piedra
Un día entero dedicamos a recorrer Machu Picchu, despacio, casi acariciando cada una de las piedras de la ciudadela, admirando la técnica de los constructores, que sabían juntar piedra con piedra sin argamasa y sin que entre una y otra pueda introducirse un alfiler o una cuchilla de afeitar.
Entramos a todas las habitaciones y lugares ceremoniales, subimos todas las escaleras y nos tomamos fotos con las llamas que pacen en los prados de la ciudad.
Fuimos hasta el Puente del Inca y recorrimos el sendero estrechísimo que avanza llevando un gran abismo por el lado derecho. A media altura de una altísima pared está el puente levadizo que hicieron estos admirables constructores. Y también subimos el camino empedrado que lleva hasta la Puerta del Sol o lnti Punku, desde donde se obtiene una vista panorámica excepcional.
Los incas construyeron esta ciudadela pensando, seguramente, en su inaccesibilidad. Tres de sus cuatro costados los constituyen abismos de impresionante verticalidad, por cuyo fondo corre el río Vilcanota. Preside el fantástico paisaje el Huayna Picchu, o montaña joven, a la que se puede ascender por unas escaleras azarosas, provistas de barandillas en los tramos más peligrosos.
Al caer la tarde bajamos a Aguas Calientes. El primer tramo del regreso para llegar a Cusco se recorre en tren, que avanza por un cañón estrecho por el que solo se abren paso la vía férrea y el río Vilcanota, a la sombra de paredes verticales de hasta 300 metros de altura.
En Ollantaytambo, donde se encuentra la poderosa fortificación de los incas en la que resistieron el último asedio de los conquistadores, tomamos el bus para Cusco.
Ya mi corazón y mis pies saldaron su cuenta con los grandes hombres del pasado americano. Ya sudamos el camino imperial de los incas hasta Machu Picchu, tesoro de América y del planeta.
Si usted va
Para entrar al Perú los colombianos no necesitamos pasaporte. La moneda es el sol. Por un dólar dan 2,80 soles (641 pesos colombianos). Es imprescindible llevar billetes de dólar sin dobleces, sin marcas, sin rasguños; no los admiten. En el aeropuerto de Lima se puede hacer el cambio.
En Lima y en el Valle Sagrado de los Incas, en Urubamba, los hoteles de la cadena Sonesta son administrados por un colombiano.
En Cusco hay hoteles de diferentes precios.
A Lima vuelan Avianca y LAN desde Colombia. De Lima a Cusco vuela LAN. SAS Travel, en Cusco, es una agencia de viajes de aventura recomendable.
El permiso para recorrer los caminos a Machu Picchu debe conseguirse con meses de anticipación.
El trámite se puede hacer por Internet: www.sastravel peru.com.
ANDRÉS HURTADO GARCÍA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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