Una situación que parecía inverosímil es ahora una posibilidad real y demoledora. Barrabravas han atemorizado al plantel. Razones de la crisis de uno de los grandes de América.
Uno podría decir que solo necesita ganar 2-0 para salvarse, pero, precisamente, eso es lo que hace que aquella probabilidad que se creía imposible se materialice ahora en la peor pesadillas de su gloriosa historia centenaria: River Plate, uno de los equipos más importantes del mundo, está a punto de perder el equilibrio en el borde del precipicio y caer al profundo descenso del torneo argy de fútbol.
Las últimas han sido las peores 36 horas del equipo de la emblemática camiseta de la banda roja que cae (sí, que cae...) desde la cima del hombro izquierdo: perdió en Córdoba, con Belgrano (2-0), el primer partido de la promoción -una llave extra entre uno de los peores de la A contra uno de los mejores de la B para luchar por un cupo en la primera categoría-, mientras algunos encapuchados de su barrabrava, hostil y pandillera, con sentimientos de intensa ira y dolor hirviéndoles en la cabeza, irrumpieron en el campo de juego para amenazar y reclamarles a los futbolistas por su prolongada torpeza y mediocridad. Tienen la sangre congelada desde que vieron al verdugo blandir el filo de la pérdida de la categoría.
Han sido 36 horas infernales, además, porque con la histeria que trae el pánico, perdió a tres de sus hombres para el definitivo juego del domingo (Almeida, Ferrari y Román, por acumulación de amonestaciones) y porque Daniel Passarella, su presidente, los dejó solos: no fue al partido en el que las gallinas se jugaban el pellejo.
Pasado mañana puede ocurrir lo impensado, lo, ahora sí, aterradoramente probable, lo inverosímil: que el equipo más campeón del fútbol de argy (véase recuadro), el de las 33 coronas de campeón macizo sobre su cabeza, sea degradado por primera vez y reciba la humillación jamás pensada. Por eso, ayer, el plantel regresó en silencio a Buenos Aires con la angustia en la cabeza y la esperanza golpeada. Un bus, custodiado por policías, lo esperó en la pista del Aeroparque, lejos de algunos aficionados, que esperaban para amedrentarlo. Varios exhibieron una bandera con un letrero de gruesas letras negras: "Matar o morir".
El bus parqueó en el Hindú Club, en las afueras de la capital, donde River prepara la cita que debe cumplir con una legión de míticos próceres, como Bernabé Ferreira, Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna, Félix Loustau, Alfredo Di Stéfano, Amadeo Carrizo, Pipo Rossi, Beto Alonso, el propio Passarella, Enzo Francescolli, Marcelo Salas... En esa galería de ídolos aparecen, entre otros colombianos, Mario Yepes, Juan Pablo Ángel y Falcao García, quien hizo parte del último River campeón, el del Clausura-2008, dirigido por Diego Simeone.
Passarella y la decadencia
Fue, entonces, cuando comenzó la imparable decadencia por malos resultados y pugnas por el control administrativo de un club con las cuentas bancarias vacías. Tras ese título, River terminó por primera vez en el último lugar: la cuota inicial del lote con servicios que habita en la paila del infierno, pues el descenso se establece por el puntaje de los torneos recientes. Y empezó el desfile de entrenadores, de futbolistas que consiguieron esporádicos triunfos y se acostumbraron a vivir en las derrotas. Llegó, por bueno, Néstor Gorosito, y se fue por malo; contrataron, por ganador, a Leonardo Astrada, que fue despedido, por perdedor, ya en la presidencia de Daniel Passarella (ex campeón mundial del 78), quien, en diciembre del 2009, reemplazó en la presidencia, tras 8 años de mandato, a José María Aguilar, señalado como responsable de la crisis económica.
Convencido de que debía dar un golpe de opinión, Passarella contrató a Ángel Cappa, el mejor discípulo de César Luis Menotti, que venía de deslumbrar con un juego preciosista en el Huracán. La lógica era simple: un buen entrenador hace un equipo que juegue bien y, así, los resultados llegan y con ellos los títulos y las clasificaciones a los torneos internacionales por los que se reciben gruesos ingresos, se aumentan los patrocinios y se facilitan las multimillonarias ventas de jugadores. Pero, a veces, ocurre que esta es una cadena de eslabones de cristal, que se rompen con dos derrotas seguidas. Le pasó a Cappa que no dio pie con bola: entró de redentor y salió crucificado.
Así, Passarella recurrió a un hombre de la casa, Juan José López, que reanimó al equipo con una inyección de 13 puntos de 18 posibles en el torneo pasado, pero que en este campeonato no pudo diagnosticar el mal de su juego mediocre sin resultados. El fácil pretexto para ahorrar costos fue el apoyar a jóvenes de las inferiores, con lo que solo lograron una nómina liviana en la que el guía fue Matías Almeyda, un ex guerrero que estuvo tres años retirado y jugando exhibiciones de micro, conocidas como showball.
Passarella, soberbio por definición, se enfrentó hace unas semanas con la cúpula de la Asociación del Fútbol argy (AFA), y planteó darle un golpe de estado a nadie menos que Julio Grondona, quien, con 32 años como presidente de esa entidad!, se convirtió, adicionalmente, en uno de los grandes capos de la dirigencia de la Confederación Suramericana y de la Fifa.
"Yo no veo tan grave que descienda. Lo que veo grave es que no se pueda recomponer institucionalmente", dijo este jueves Cappa, que en una ligera defensa de su ex jefe dijo: "Cuando asumió esta comisión directiva, el club estaba devastado".
Se puede pensar que River apenas debe ganar de local 2-0 para salvarse y ya, pero ese es el inmenso problema de un equipo que no gana desde hace 8 partidos y que no lo hace por dos goles desde febrero.
River vive sus horas más críticas. Este jueves, las boletas para el juego del domingo se vendieron en un dos por tres. La fila era una procesión de angustiados; de rezos en eco de un pasado glorioso, en la que los hinchas ofrecían su penitencia para evitar la muerte.
Fue una expiación de culpas en la cara y sin anestesia, en la que se reconoció que, más que una pesadilla inimaginable, la posibilidad de descender a la B es una realidad demoledora.

El más campeón del fútbol argy
River Plate es el equipo que más títulos tiene en la historia del fútbol profesional argy.
Ha sido 33 veces campeón de torneos nacionales oficiales y subcampeón 25 veces.
Dentro de su palmarés figuran otros logros en campeonatos argies oficiales, como cinco liguillas pre-Libertadores y siete copas locales.
Sus trofeos internacionales son dos títulos de la Copa Libertadores de América, una Copa Intercontinental, una Supercopa Sudamericana y una Copa Interamericana.
Ha sido tres veces subcampeón de la Copa Libertadores.
GABRIEL MELUK
EDITOR DE DEPORTES
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