Malala Yousafzai la niña que prefirió hablar
Por: Catalina Gómez Ángel
Desde Medio Oriente
Malala apenas había traspasado la barrera de los 10 años cuando decidió compartir su pensamiento con miles de personas en el mundo. Era una niña de la etnia pashtun y religión musulmana que vivía en Mingora, una pequeña población en el valle de Swat pakistaní. Se suponía que no debía ser visible, como el resto de las mujeres que allí vivían, pero decidió contar en un blog para la BBC británica cómo era la vida en aquellos tiempos en los que los talibanes se habían hecho con el poder en esa región de Pakistán y decidieron que las mujeres no tenían derecho a la educación. Y se convirtió en objetivo de los fundamentalistas. “Si nos mataban, al menos yo había hablado antes”, escribió en su libro de memorias Yo soy Malala, publicado un año después de que un enviado de los talibanes le disparó dejándola a punto de morir.
Para entonces ella estaba convencida de que con su blog y apoyo a la educación estaba haciendo un gran trabajo por su gente. Y que por consiguiente nadie le podría hacer daño. Pero en el pensamiento de los talibanes, por lo general, no reina la razón.
Su padre, Ziauddin, al fin y al cabo no solo era educador, rector de una escuela y profesor de inglés, sino que había sido un gran impulsor de la educación. Y bajo aquellos principios estaba educando a sus tres hijos cuando los talibanes llegaron al pueblo. Por lo que Malala en diversas oportunidades aseguró que durante aquellos años siempre estuvo más preocupada por la seguridad de su padre que por la suya.
Ella no solo desafió a los talibanes con su decisión de ir al colegio –mientras estuvieron abiertos– sino que seguía escribiendo su blog y dando entrevistas a quien se lo pidiera. “Yo no quiero estar en silencio. ¿Por qué estar en esta situación siempre?”, se preguntaba a pesar de que cada cierto tiempo recibían una amenaza. Aseguraban que Malala debía detenerse “o el resultado iba a ser muy malo”.
Pero todo empezó a cambiar en el 2009, cuando el ejército pakistaní llevó a cabo una campaña para recuperar el valle de Swat y poco a poco la vida volvió a la normalidad. Las escuelas volvieron a abrirse, las niñas volvieron a las clases y Ziauddin volvió a enseñar.
Pero aquellos años negros no pasaron en vano por la vida de Malala. Para empezar, ya no quería ser médica sino primera ministra, pues como ha dicho ella, “a través de la política se puede cambiar un país”. Y estaba en el proceso de crear una asociación para ayudar a las niñas cuando un talibán quiso callarla.
El renacer
Malala lo cuenta rápido. Era el 9 de octubre del 2012. Regresaba del colegio en una van cuando dos hombres detuvieron el coche. Preguntaron quién era Malala. Nadie le contestó. La joven dice que no lo oyeron. Así que volvió a preguntar. Y antes de que Malala pudiera contestar el hombre disparó tres veces. Una de las balas impactó el lado izquierdo de la frente de Malala. Las otras dos quedaron en los cuerpos de otras dos jóvenes presentes.
“Cuando abrí los ojos me di cuenta de que todo el mundo hablaba en inglés”, reconstruyó Malala para los medios. Tiene borrados de su memoria aquellos momentos después del disparo, su convalecencia en Pakistán, las voces de apoyo que llegaron del mundo entero y su traslado a Inglaterra, donde ha recuperado su vida junto a su padre, a quien el gobierno pakistaní lo nombró secretario de educación del consulado. Mientras, los talibanes la siguen acusando de ser el símbolo de los “infieles y de la obscenidad”.
“Me pueden matar, pero solo pueden matar a Malala. Ya no pueden matar mi causa”, ha dicho Malala, que ha pasado a convertirse en la persona que soñó: No solo puede estudiar –y con seguridad tendrá acceso a la universidad del mundo que decida–, sino que además ha puesto en marcha aquella organización para promocionar el derecho a la educación que tanto la trasnochaba antes del atentado.
El 12 de julio de este año, día en que cumplió 16 años, dio un discurso en las Naciones Unidas sobre el derecho a la educación; también fue recibida por la reina de Inglaterra, el presidente Barack Obama, fue uno de los personajes del año de la revista Time, ha recibido una docena de premios por su defensa de los derechos humanos y estuvo nominada nada más ni nada menos que al Nobel de la paz.
“Las guerras nunca pueden terminarse con guerra”, dijo Malala. Y su voz, como ella, permanecerá.
Angela Merkel, la poderosa canciller
La han tildado de aburrida, de fría, de calculadora, de no tener estilo, pero lo cierto es que Angela Merkel, elegida tres veces canciller de Alemania, es una de las mujeres más poderosas del mundo. Los presidentes de Estados Unidos y Rusia le hablan al oído y le piden consejos. Ha jugado un importantísimo papel en la actual crisis europea y, al mismo tiempo, se ha ganado el odio de países como Grecia, pues la canciller ha insistido en un duro programa de reformas que es visto por los griegos como la causa de los males que aquejan al país. “No eres bienvenida, Angela”, “Lárgate de nuestro país, perra”, decían algunos carteles de manifestantes griegos luego de que la canciller alemana anunciara su visita a ese país el año pasado.
Nacida en Hamburgo en 1954 y física de profesión, esta política y presidente de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania ha sido comparada con Margaret Thatcher y se ha ganado el apodo de ‘La chica de Hierro’, pero también el amor de los alemanes, quienes la apodan ‘Mutti’ (mamá en alemán). Y es que no en vano, Alemania, gracias a Merkel, ha sido uno de los países que menos han sentido la crisis. Como quien dice, la mamá ha sabido cuidar a sus pollitos.
Alice Munro, una Nobel de cuento
Para muchos el nombre de Alice Munro era desconocido. Pero todo cambió este año cuando la escritora canadiense, nacida en 1931, en Wingham (Canadá), se convirtió en la decimotercera mujer ganadora del Premio Nobel de Literatura.
No se dejen engañar –con todo el respeto de la señora Munro– por esa cara de abuelita de cuento de pelo blanco y sonrisa angelical, pues algunos de sus relatos distan mucho de hablar sobre vidas perfectas. De hecho, ella misma dijo: “Espero que los lectores no encuentren estos relatos muy lúgubres, pero la vida casi siempre es dura”, para referirse a uno de sus libros, Demasiada felicidad. Ha sido llamada la ‘Chéjov’ de su país –comparación que la incomoda– y, según sentenció la Academia Sueca, es una “maestra del relato corto”.
Munro soñó desde pequeña con ser escritora y, a pesar de que su madre no entendía su aspiración y tuvo tres hijas siendo muy joven, comenzó a escribir de manera desenfrenada mientras las niñas tomaban la siesta. Aunque en algún momento planeó dejar de escribir, no aguantó una vida tan tranquila y volvió a una actividad que ha sido descrita por ella como una necesidad. Varios de sus libros han sido traducidos al español, entre ellos: Las lunas de Jupiter, Mi vida querida y La vida de las mujeres.
Catherine Ibargüen, sonrisa campeona
Si hay algún rasgo de la personalidad de Catherine Ibargüen que se haya quedado grabado en la memoria de los colombianos, es su enorme y blanca sonrisa. Ella sonríe incluso antes de empezar a correr por la pista con sus largas piernas y de tomar impulso para dar sus saltos. Nació en 1984 en Apartadó (Antioquia), y es una de las atletas de salto de longitud, salto de altura y triple salto más importantes del mundo. A Catherine no le bastó la medalla de plata que ganó en los Olímpicos del 2012 en Londres; este año se llevó la presea de oro en el triple salto en el Campeonato Mundial de Moscú. Y, como si fuera poco, logró su primer título de la Liga Diamante en la disciplina de triple salto, con una marca de 14 metros con 61 centímetros. Pero allí no paran las buenas noticias. Este año, esta morena de piernas largas y sonrisa perfecta fue candidata a mejor atleta del mundo junto a personajes de la talla de Usain Bolt.
Angelina Jolie y su ‘elección médica’
Desde hace más de una década no ha habido un año en que Angelina Jolie, una de las actrices mejor pagas del mundo, no haya sido noticia. Sin embargo, en el 2013 sorprendió al mundo con una de las decisiones más valientes y más duras que ha tenido que tomar en su vida: someterse a una doble mastectomía preventiva de cáncer de mama. En un artículo llamado Mi elección médica, publicado en el diario The New York Times, Jolie confesó que su mamá luchó contra el cáncer de mama durante casi una década y murió a los 56 años, razón por la cual ella tenía un 87 por ciento de posibilidades de padecer esta enfermedad.
Su valentía fue aplaudida por médicos, organizaciones y mujeres que luchan por la prevención de una enfermedad que cobra la vida de millones de mujeres cada año. “Ahora puedo decirles a mis hijos que no tienen que temer porque me vayan a perder”, escribió Jolie.
La actriz, nacida en 1975, en Los Ángeles (Estados Unidos), también recibió este año el llamado Oscar al compromiso humanitario por su labor solidaria y su entrega como enviada especial del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados y en las más de 40 misiones que ha realizado. “Al final del día siento que la contribución más significativa que puedo hacer es salvar una vida o cambiar una ley que afectará a la gente, a los niños, a su país y a sus derechos”, dijo Angelina.
Femen, protestas al desnudo
Desde el 2008, este grupo de activistas nacido en Ucrania ha llamado la atención por su particular forma de protestar: lo hacen con los pechos desnudos. Estas mujeres no le tienen miedo a nada, tanto que están acostumbradas a pasar varios días en la cárcel y a recibir amenazas contra sus vidas. En el 2013, el grupo de activistas comenzó a expandirse a otros países, como España, Polonia, Israel, Alemania, Brasil y Francia. Hace un par de semanas, algunas de estas activistas protagonizaron un polémico acto frente a la embajada de Ucrania en París al orinar sobre varias fotografías del presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, en protesta por la violencia usada para dispersar las recientes manifestaciones en Kiev que piden la dimisión del mandatario.
Algunos críticos dicen que, aunque en un principio llamaron la atención, su mensaje se ha tornado incoherente y solo se trata de nudismo. Lo cierto es que estas mujeres han logrado poner sobre la mesa temas delicados como el creciente turismo sexual en Ucrania. Inna Shevchenko, una de sus líderes, le dijo a la revista Dazed and Confused que “la industria del sexo y la prostitución no tienen ninguna conexión con la opinión y la elección de las mujeres. Es un negocio de los hombres, y las mujeres en este negocio son solo instrumento para ganar dinero; para nada más”.
Elena Poniatowska, más mexicana que el mole
Es difícil ver una fotografía en la que no esté sonriendo. Escritora y periodista, Elena Poniatowska se convirtió este año en la cuarta mujer, en 37 años, que recibe el Premio Cervantes. Nació en París en 1932, pero es más mexicana que cualquiera; “más mexicana que el mole”, dice su biografía de Twitter. Llegó a México a los 10 años y aprendió español en las calles, hablando con los que no tienen voz, con los más pobres. Comenzó su carrera en 1954 en el periódico Excélsior y entrevistó a personajes de la talla de Diego Rivera. Uno de sus libros más conocidos es La noche de Tlatelolco, en el que la escritora relata la matanza ocurrida el 2 de octubre de 1968, perpetrada por el gobierno mexicano para reprimir las protestas estudiantiles de aquella época. Aunque se le reconoce por su activismo político y por ser crítica con las políticas del PRI, recientemente dijo en una entrevista en el diario El País, de España, que “un periodista, para cumplir con su tarea, tiene que mantenerse lo más alejado del poder”.
Nathalie Lozano, la abogada de las víctimas de los implantes PIP
A simple vista parece una abogada que lleva pocos años en el oficio. Aparenta menos edad de la que tiene, pero Nathalie Lozano es una bogotana de 42 años y quien está detrás de la indemnización de cientos de mujeres afectadas por los defectuosos implantes PIP. Ella y seis bufetes franceses con los que se asoció fueron los voceros de 1.541 colombianas y 28 inglesas que decidieron poner en sus manos sus casos. Nathalie es abogada de la Universidad del Rosario y magistrada en derecho internacional económico de la Universidad París Panthéon Sorbonne. En una entrevista con EL TIEMPO dijo que lo que más la emocionó de este proceso fue “haberles devuelto la confianza y la fe a todas estas mujeres… En Colombia es muy común asumir las injusticias con un sentimiento de desesperanza y de derrota anticipada”.
Miley Cyrus, adiós a otra princesita de Disney
No debe haber una lengua más famosa en todo el mundo que la de Miley Cyrus. Desde su presentación en los Video Music Awards, la cantante estadounidense dejó claro que no solo disfruta sacar la lengua en sus conciertos, en sus fotos y en la alfombra roja, sino que de esa dulce niña que interpretó a Hannah Montana, una colegiala y estrella de pop, durante cuatro años en Disney Channel, ya no queda ni el más mínimo rastro. Ella misma lo había advertido cuando preparaba la despedida del personaje que la llevó a la fama: “Odio que se piense que soy un producto. No soy una muñeca. Tengo mi propia opinión, mis propios gustos”.
Miley, nacida en 1992 en Nashville, Tennessee, decidió hacer un cambio abrupto a su apariencia física y a su carrera al cortar su larga cabellera, aparecer semidesnuda en uno de sus videos y reconocer en un documental que relata su vida que “puedo ser finalmente la perra que realmente soy”. No hay duda de su éxito, las cifras lo demuestran y sus canciones siempre están en el top 10 de la lista Billboard; y aunque artistas como Sinead O’ Connor la han criticado, otras, como Gloria Estefan, han dicho que “algo debe estar haciendo bien porque todos estamos hablando de ella”.
Pussy Riot las feministas punk
Tal vez las integrantes de este grupo ruso de música punk –Nadezhda Tolokónnikova, Yekaterina Samutsévich y María Aliojina– se metieron con quien no debían. Creado en el 2011, y usando sus coloridos pasamontañas en sus presentaciones, se atrevieron a hablar sobre la situación de discriminación de las mujeres en Rusia y a provocar al hombre más poderoso de ese país: Vladimir Putin.
En el 2012, sus integrantes saltaron a la fama por dar un concierto sin autorización en la Catedral del Cristo Salvador de Moscú, por lo cual las tres integrantes fueron arrestadas y posteriormente acusadas –en un polémico juicio– de vandalismo, y sentenciadas a pasar dos años en prisión. En noviembre de este año, Nadezhda Tolokónnikova ingresó al Hospital para Tuberculosos de Siberia luego de durar 26 días en un tren que la trasladó desde la cárcel de Mordovia, en la que fue víctima de abusos y amenazas de muerte, situaciones que la llevaron a iniciar una huelga de hambre. Amnistía Internacional dijo que “la condena de estas mujeres servirá como una temerosa amenaza contra otros activistas rusos y reprimirá la disidencia”.
REDACCIÓN CARRUSEL
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