El acoso consistente y la violencia entre iguales se experimentan tanto en planteles escolares públicos como privados de Ciudad de México, pero mientras en los primeros son los hombres quienes lo ejercen mayoritariamente, en los segundos lo hacen las mujeres.
De acuerdo con Francisco de Zataráin, presidente de la Fundación Contra el Bullying (acoso escolar) AC, la aplicación de un software denominado The peacemakers, que permite identificar los casos de acoso y obtener estadísticas del fenómeno por salón de clases, ha hecho posible establecer estas diferencias.
Después de aplicarse en alrededor de 100 escuelas, tanto públicas como privadas, este programa ha permitido conocer que mientras en los colegios estatales el acoso y agresión tienen que ver con la pertenencia a un grupo de barrio o con ser novio de la alumna más bonita, en los privados están relacionadas con la posición económica.
En los colegios privados los niños, pero principalmente las niñas, molestan a sus compañeros por la marca de la ropa que visten, por si tienen dinero, por si salen de viaje en vacaciones o por los lugares que visitan.
Despertando conciencias
Decenas de estudiantes se congregan en el auditorio del plantel. Pertenecen al nivel de primaria del Instituto Técnico y Cultural (ITyC) (México). Están ansiosos porque se les hablará sobre acoso escolar, al igual que a sus compañeros de bachillerato y secundaria.
Francisco de Zataráin les detalla las características del matoneo y define el perfil de cada una de las personas que toman parte en este fenómeno: la víctima, el abusador, el pacificador y del renegado.
Ríen, voltean a verse unos a otros y cuchichean, comienzan a identificarse y ésta sólo es la charla preparatoria para la aplicación del software.
De Zataráin asegura que por sus características, la sola inducción genera conciencia entre los estudiantes y les hace cambiar la forma en que se relacionan.
l les explica cómo funciona el programa y cómo al estar frente a un computador verán fotografías de sus compañeros de grupo y tendrán la posibilidad de definir, de forma individual, quién ejerce violencia, es pacificador (peacemaker), víctima y renegado.
Pero al llegar a la sesión de preguntas, algunas niñas levantan la mano. La charla les ha hecho mella y cuestionan sin temor: y si fuiste agresor y quieres cambiar? Puedes votar por ti mismo? La víctima también puede ser agresor?
El matoneo, según De Zataráin, no sólo es la broma o burla, sino un acto constante que hace sentir a una persona como basura, por eso como parte del programa se les entrega un ejemplar del Manual contra Bullying para que aprendan a defenderse de sus pares, primos e incluso de sus padres.
Para él, el agresor genera las estrategias de control, pero no quiere decir que es el que ejerce la violencia, pues puede enviar a alguien a hacerlo.
María de Lourdes Ramírez, directora de educación básica del plantel, ha identificado este tipo de estudiantes: "hemos observado casos de niños que manejan la situación".
Unos son los que dan la cara, dice, los que molestan a sus compañeros y hacen el "trabajo sucio", pero otro, el que los controla, y cuando se le cuestiona por sus acciones, se excusa y echa la culpa a sus amigos.
Esto es fácil de identificar, asegura, cuando los niños han cursado varios años en el plantel y entonces las profesoras intervienen: "Les hemos dado herramientas a los niños acosados y estrategias para que enfrenten la realidad, porque tienen miedo y no pueden ni sostener la mirada con el agresor".
En esas circunstancias, explica, se les pide que denuncien lo que les pasa, pongan límites, y cuando sientan que no pueden con la situación acudan con una persona de confianza, como la sicóloga del plantel.
Pero los niños que son agresores también la pasan mal, dice, porque son víctimas de acoso fuera de la escuela, con sus familias y, a veces, el acoso proviene de los padres.
La hora de elegir
Los niños pasan a la sala de computación a usar el software de la fundación para identificar entre los integrantes del grupo a quienes ejercen violencia, quienes son pacificadores, renegados y rechazados.
Varias niñas son calificadas como agresoras en un proceso que dura sólo cinco minutos y que genera información que es entregada a los directivos de los planteles para que trabajen con su población mediante el manual.
"La información no se usa para etiquetar a los niños, porque no conocen los resultados, y al aplicarse al principio y fin del ciclo escolar se puede medir su efectividad", dice Zataráin. "La mayor apuesta del programa - dice - es proteger al individuo y no esperar que padres o autoridades hagan algo, sino que los estudiantes sepan defenderse.
EL UNIVERSAL (MXICO)
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