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Por fin lograron viajar los dos palestinos que vivieron en E

NotaPublicado: Dom, 12 Jun 2011, 03:44
por huwoilob
Por fin lograron viajar los dos palestinos que vivieron en Eldorado

En una sala de embarque del Aeropuerto Eldorado, los palestinos Ahmad Amous y Samer El Rifai vivieron en carne propia, durante 50 días, la historia de Víctor Navorski, el personaje de la vida real que encarnó Tom Hanks en la película La terminal.

Llegaron a Bogotá con el rótulo de inadmitidos, procedentes de Madrid (España), el 9 de abril pasado. Nadie los conocía y todo el mundo dudaba de su enredada historia, pues aterrizaron en Colombia sin pasaportes, maletas ni dinero, diciendo que habían sido estafados, en Madrid, por un palestino de nacionalidad venezolana.

Su historia comenzó dos meses atrás, cuando salieron de Líbano con la ilusión de pedir asilo en España. "Queríamos ir allí, porque en Líbano corríamos peligro (no puedo decir las razones, pues vamos a volver)", explicó Ahmad a EL TIEMPO, cuando aún estaba en Colombia, dos días antes de que regresaran a Líbano.

Cruzaron la frontera de su país hacia Siria. Luego, volaron a La Habana (Cuba) y de allí a Quito (Ecuador), en donde tomaron un bus a Guayaquil. En esta ciudad, cuenta, compraron un tiquete para Turquía, con tránsito en Bogotá y en Madrid, para hacer menos evidente su intención de quedarse en esta última capital.

En la entrevista, vía Skype, con la cámara web de su computador -que le envió un amigo holandés por medio de un pasajero, para que pudiera comunicarse con su familia y entretener sus días de encierro- mostró a Samer, que descansaba en dos sillas, con la cabeza apoyada en su mano izquierda. "Ha estado un poco enfermo", comenta Ahmad.

Frustrado asilo

Continúa relatando que el palestino que les prometió entrar a España por 2.000 dólares estuvo con ellos hasta pisar tierra Ibérica.

En el aeropuerto de Barajas, en Madrid, les pidió sus documentos, equipajes, celulares, relojes y dinero en efectivo -llevaban 16.000 dólares, que consiguieron prestados- y les aseguró que en tres días les devolvería sus pertenencias. Les dijo que esto era necesario para entrar a ese país como asilados y que él realizaría este trámite por ellos. Hizo un par de llamadas y desapareció.

"Lo llamé al tercer día y dijo que nuestros documentos los tenían las autoridades españolas y que nos iban a expedir un nuevo pasaporte y nos iban a dar ropa, pero nunca pasó... Cuando Inmigración lo contactó, dijo que no nos conocía", cuenta Ahmad.

El joven palestino habló con su familia, y ellos le contaron que las autoridades libanesas confirmaron que aquel buen samaritano era un estafador.

En Barajas permanecieron 12 días. De allí los devolvieron, sin
papeles, a Guayaquil, con tránsito en Bogotá. No les dieron crédito ni a su historia ni a la copia de los pasaportes, que guardaba en su correo electrónico.

En el aeropuerto de Guayaquil vivieron 25 días. Explicaron una vez más el engaño de que fueron objeto. Ni siquiera lograron probar su identidad en ese tiempo. Tampoco que les expidieran pasaporte, pues allí no había embajada. Los remitieron a Bogotá de nuevo, pero, al día siguiente, Bogotá los devolvió una vez más a Guayaquil y, no bien habían aterrizado, los embarcaron en otro vuelo a Bogotá.

Su vida en Eldorado

Riad Alhalaby, funcionario del consulado palestino en Colombia, dijo que su despacho no podía expedirles documentos porque Ahmad y Samer no vivían en territorio de la Autoridad Nacional Palestina. Esa tarea correspondía a Líbano, donde vivían.

Ahmad, de 29 años, es programador de sistemas y experto en cocina italiana. Había vuelto a Líbano después de vivir más de 10 años en Holanda, país que le negó la condición de asilado y donde se ganaba la vida cantando música árabe en bares y restaurantes.
Samer, su compañero de odisea, también de 29 años, es mecánico. No habla inglés, así que el vocero de su dolor siempre fue Ahmad.

"Cuando recién llegamos a Bogotá nos veían como criminales", asegura.

Los primeros 10 días no se les permitió bañarse. Debían permanecer en la sala de embarque mientras se comprobaba su identidad. Pasó el tiempo y se les agotaron las palabras y las ideas expresando su agobio y pidiendo ayuda.

"Usted sabe, es difícil recuperar los papeles de un palestino refugiado. Además, era necesario verificar su historia... muchos trabajamos para ayudarlos", dijo Alhalaby.

Eldorado se volvió su casa, lugar que compartían con los apurados pasajeros. Algunos se condolían y les ofrecían dinero o algo de comer, y no les faltó comida. Uno que otro les hacía el favor de comprarles cigarrillos para matar la ansiedad. Otros, simplemente, los miraban con recelo.

Mataban el tiempo hablando con pasajeros que aceptaban escuchar su historia o chateaban con sus familia o llamaban a periodistas, para que se acordaran de su tragedia y presionaran su salida del país.

"Sin pasaporte no podíamos comprar nada, debíamos pedir el favor... El dinero, de dónde lo obteníamos? Un amigo que vive en Guayaquil nos enviaba una cantidad. La embajada de Líbano también nos dio un poco, y la gente que se acercaba a nosotros".

Aunque Ahmad afirma que el día 44 de su forzada estancia bogotana se les permitió salir por primera vez a la calle, las autoridades dicen que en un par de ocasiones llevaron a los palestinos a varios centros comerciales para comprarles ropa.

Ese día, fueron a la embajada de Francia, país que les expidió una visa de tránsito, pues su vuelo haría escala en París antes de llegar a Beirut, la capital libanesa. En su regreso los apoyaron Avianca, las embajadas de Líbano y Francia, el consultado de Palestina y el DAS.

Visitaron tiendas y almorzaron en un restaurante del norte de la ciudad. Al día siguiente se cortaron el pelo y fumaron en la calle. Ya tenían pasaporte, identidad, que les entregarían a su arribo al el país árabe.

-En este tiempo, aprendió algo de español, Ahmad?

-Un poquito.

En la pantalla se veía a una mujer que lo rondaba. l minimizó el chat y le dijo que hablaba con un familiar. "Ayúdenos, por favor, no queremos regresar a Líbano", insistía.

El 29 de mayo, un avión los llevó de vuelta a Líbano, donde residen como refugiados. Alhalaby le dijo ayer a EL TIEMPO que los dos jóvenes ya están bien, en compañía de su familia.


 



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