Las palabras se entrecortan. Hay un nudo en la garganta de Nubia Patricia Espitia, de 33 años.
Un vacío que se hace más fuerte cada vez que recuerda que antes de tener el rostro desfigurado era una de las empleadas más bellas de una sala de spa de Puerto de la Cruz, en Venezuela.
Vivía en esa ciudad con Nelson Martínez, su esposo, y con sus dos hijas, Leidy Patricia, de 14 años y Laura Sofía, de 11. A finales del 2007, la familia viajó a Colombia para pasar las festividades de fin de año con los parientes de Nubia.
"Todo fue tan feliz ese diciembre. La pasé bien con mi mamá y mis hermanas. Hubo pavo y bailamos el 31", recuerda, con una nostalgia que la regresa a las lágrimas.
Nubia tenía planeado devolverse a Venezuela en enero, pero sus familiares la convencieron de quedarse unos meses más para que pudiera asistir a otra reunión.
El ataque
Era 13 de febrero del 2008. Nubia caminaba desprevenidamente con su hija Laura rumbo a la casa de su mamá, en el sector de Linterama, en el occidente de Bogotá.
Una pareja empezó a perseguirlas. "Se acercaron como si me fueran a pedir la hora, pero me di cuenta de que una mujer sacó un vaso plástico de la chaqueta", recuerda Nubia. Y a los pocos segundos, desocupó el contenido del recipiente en el rostro de la protagonista de esta historia.
La pareja se esfumó por las esquinas del barrio, mientras que Nubia sentía que su rostro se desprendía del cráneo lentamente. La pequeña Laura no sabía qué hacer y entró en llanto.
"Primero, pensé que me habían arrojado café o chocolate hirviendo, pero en el hospital me dijeron que era ácido", aclara y reitera que después de cinco años de semejante tragedia no sabe qué fue lo que pasó.
Sostiene que no se trató de un caso pasional o de algo semejante. Descarta cualquier tipo de venganza con el argumento de que no vivía en Bogotá desde hacía más de 10 años. "Yo no conocía a esas personas ni tenía problemas con nadie", añade. Después de esa situación, decidió venirse a Bogotá con su hija Laura. Su esposo Nelson vive en Venezuela y cada dos o tres meses la visita.
Leidy
Después del ataque, Nubia volvió a Puerto de la Cruz con la intención de rehacer su vida. Quería volver a su empleo en el spa. Sin embargo, y pese a que le dieron la oportunidad, empezó a sentir que su rostro quemado era incómodo para sus clientes; además, las cirugías para reconstruir su cara le quitaban mucho tiempo. En total -calcula Nubia- le practicaron 16 intervenciones. Incluso, le sacaron tejido de sus piernas para injertarlo en su mentón. Pero la tragedia de su vida no pararía ahí. Tres años después del ataque, recibió una nueva bofetada de la vida.
Esta vez -y según su propio relato- el golpe fue más fuerte: su hija Leidy, de 14 años, cayó desde el cuarto piso del edificio donde vivían. "Fue algo más doloroso que el ácido en mi rostro, pensé que mi vida estaba perdida", cuenta la mujer, que además del ácido y de la muerte de su hija venció, hace poco menos de un año, un cáncer de cuello uterino.
"Me la pasaba en radioterapias y quimioterapias", anota, sentada en el estand que administra en la Feria de las Colonias, en Corferias, en donde promociona los afiches, tarjetas, llaveros y portarretratos que fabrica en su faceta de microempresaria.
Pese a las adversidades, esta bogotana berraca se levantó como un fénix y se reinventó. Hizo un curso de arte country con el Instituto para la Economía Social (Ipes) y convirtió su destino negro en una empresa de sueños...
Apoyo a personas en situación de vulnerabilidad
Nubia se convirtió en microempresaria gracias a la capacitación que recibió de parte del Instituto para la Economía Social (Ipes). Además de los cursos, participa en la actualidad en la Feria de las Colonias. Como ella, 283 personas exponen sus productos en el pabellón 3 de Corferias. Para Jorge Pulecio, director del Ipes, el objetivo con estos programas de tipo social es ayudar, primordialmente, a madres cabeza de hogar, jóvenes desempleados, ciudadanos en situación de discapacidad y minorías étnicas. "Detrás de cada producto de la feria hay una historia humana llena de sufrimiento y creatividad", aseguró el funcionario. Mayor información en el teléfono: 2976030.
FABIÁN FORERO BARN
Redactor de EL TIEMPO
Fuente