La sede diplomática ha tenido que improvisarle un espacio en medio de las doce estancias con que cuenta, ninguna de las cuales estaba preparada para que pasara la noche.
Nada parecido a la mansión de Norfolk (Inglaterra) del amigo que le dio refugio en el 2010, Vaughan Smith.
Se lo ha visto tenso, y algunos dicen que el cerebro de WikiLeaks corre el riesgo de deprimirse. Su madre, Christine, afirma que algunos amigos que lo visitan ponen música y lo animan a que baile.
Pero podría ser peor. Assange cuenta con una cinta caminadora para hacer ejercicio, una lámpara, conexión a Internet, teléfono y la posibilidad de recibir amigos, entre ellos su asistente personal, Sarah Harrison, y Joseph Farrells, el portavoz de WikiLeaks. En uno de los baños de la legación diplomática le instalaron una ducha. Pero le hace falta la luz del sol. Todas las noches pide comida a domicilio, especialmente pizza.
"l no es una persona sentimental y no extraña las cosas que otras personas echan de menos. Está enfocado en su trabajo", le dijo Smith al diario Evening Standard después de visitar a Assange.
En el mismo primer piso del edificio, ubicado en la exclusiva calle Hans Crescent número 3, está también la embajada de Colombia. En los niveles superiores de la edificación, de arquitectura victoriana, hay apartamentos de adinerados particulares, entre ellos, miembros de la familia real saudí.
Assange no está en una celda, pero parece.
El polémico hacker le está haciendo el quite a su extradición a Suecia, donde es requerido por cargos de violación y abuso sexual desde noviembre del 2010. l asegura que es una persecución política y parte de un complot para que, después, Estados Unidos pueda pedirlo en extradición y juzgarlo por los miles de secretos diplomáticos que reveló a través de WikiLeaks.
Acorralado
La gran pregunta es cómo va a hacer Assange para salir de ese lío si el Reino Unido aseguró que no le concederá el salvoconducto que necesita para salir hacia Ecuador. Si pone un pie fuera de la embajada, se expone a que los más de 50 policías que rodean la misión lo arresten por violar su libertad condicional.
Internatuas ya llenaron la red de especulaciones para que Assange escape, que van desde cavar un túnel o sacarlo en helicóptero hasta nombrarlo delegado de la ONU para darle inmunidad.
Incluso si pudiera salir de la embajada, oculto de algún modo o envuelto en una valija diplomática (cuyo contenido puede ser de cualquier tamaño y no puede ser revisado por las autoridades), tendría que llegar al aeropuerto, territorio inglés donde seguramente lo apresarían.
Suena ridículo, pero Nigeria lo hizo en 1984 con un exministro de Transportes que era requerido en su país por corrupción y robo. Otra salida, demorada y cara, pero sensata, es la que propuso el exjuez español, ahora en su defensa, Baltasar Garzón: recurrir a la Corte Internacional de Justicia.
Quince años en una embajada
El Comercio de Quito / GDA. Jozsef Mindszenty, un cardenal católico húngaro, encarnó la situación más extrema de un asilado sin poder salir de una misión diplomática. Tras la represión soviética de la revolución anticomunista de 1956 en Hungría, este religioso opositor pidió asilo político en la embajada de Estados Unidos. Allí permaneció 15 años, sin que las autoridades húngaras le extendieran el salvoconducto. El 23 de septiembre de 1971, luego de negociaciones entre el Vaticano y el régimen húngaro, el cardenal logró salir de la embajada, para luego refugiarse en Austria.
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