Paoletto, el mayordomo que traicionó al Papa Benedict
Paolo Gabriele, el exmayordomo del papa condenado este sábado a 18 meses de cárcel por robar y difundir documentos reservados del Pontífice, era considerado como una buena persona, no excesivamente espabilado pero fiel, una fidelidad que rompió, según dijo, para salvar a la Iglesia de la corrupción.
"He actuado por amor, diría visceral, hacia la Iglesia de Cristo y a su jefe visible (el papa)", dijo "Paoletto", como es conocido, ante el juez pocos minutos antes de que le condenara. Convencido de que no es un ladrón, Paoletto traicionó la fidelidad al Papa, según dijo, porque le consideraba una persona manipulable y mal informada, por lo que él se sintió en la obligación de revelarle lo que ocurría en el Vaticano.
Y no quedó ahí, pues en su justificación agregó que se sentía "infundido por el Espíritu Santo", que le pedía actuar así. Esa vertiente de Gabriele conocida durante los interrogatorios y el juicio, hizo añicos la imagen que se tenía de él, una buena persona, educada, muy pía, de comunión diaria y que, aunque en el trabajo no despuntaba, era honrado y leal y por eso estaba al lado de Benedicto XVI.
Nacido en Roma hace 46 años, casado y con tres hijos, Gabriele trabajaba en el apartamento papal desde 2006, tras estar al servicio de la Casa Pontificia, donde se dedicaba a la limpieza de las oficinas vaticanas.
Siempre dispuesto a dar una mano, Paoletto fue haciendo amistades, hasta que fue propuesto para trabajar en el apartamento papal para cubrir el puesto del mayordomo jubilado Angelo Gugel. Todas los días al alba se trasladaba desde su domicilio, dentro de la muralla vaticana, hasta el apartamento papal para ayudar al pontífice a vestirse, ponerle el desayuno, etc.
Asistía a la misa matinal que oficiaba Benedicto XVI, le acompañaba en todos sus desplazamientos y se encargaba de organizar sus maletas, ropas, etc. Era el primero que llegaba al apartamento y el último que se iba.
Cuando la agenda se lo permitía, pasaba al despacho del secretario del papa, Georg Ganswein, para dar una mano. Ganswein dijo a los jueces que Paoletto necesitaba en su trabajo "ser continuamente encaminado y guiado", que no se le podían confiar cualquier tipo de tareas, sino cosas sencillas y que muchas veces era necesario repetirle más de una vez las cosas, pero que siempre le pareció una persona honesta y leal.
Por ello, le encargó algunas labores, como responder a cartas y archivar informes, lo que le permitió -según admitió Gabriele en los interrogatorios- conocer los documentos que entraban en el despacho y fotocopiarlos, "siempre -puntualizó- en horas de oficina".
De tez morena, siempre vestido impecable con camisa blanca y traje negro y siempre discreto, nadie pensaba que este hombre de comunión diaria, al que el papa quería como a un hijo, según dijo a los jueces, pudiera ser "Il Corvo", el cuervo, como se conoce en Italia a la persona que robó y filtró los centenares de documentos reservados del Papa.
Esos documentos saltaron a la luz pública en varios programas de televisión italiana y conformaron el libro "Sua Santita", de Gianluigi Nuzzi, que desveló secretos e intrigas vaticanas.
Tras descubrirse que muchos de esos documentos sólo pudieron salir del apartamento papal, Ganswein llamó a toda la "familia pontificia" para pedir explicaciones.
Cuando "Paoletto" se vio arrinconado dijo que querían hacer de él un chivo expiatorio. Pero la Gendarmería Vaticana ya le seguía los pasos y el 23 de mayo los agentes descubrieron en su domicilio cientos de miles de documentos, de ellos más de un millar muy importantes y algunos sobre la vida y la familia del papa, tan privados que incluso llevaban escrito "para destruir".
Su detención cayó como un jarro de agua fría, sobre todo al conocerse que esa "afición" por fotocopiar documentos comenzó en 2006, al poco de llegar a la "familia pontificia".
Por qué lo hizo? Según confesó, "viendo mal y corrupción" por todas partes en la Iglesia, estaba convencido de que un "shock mediático (la publicación de los documentos) serviría para reconducir a la Iglesia por el buen camino". Sometido a varios peritajes psiquiátricos, los especialistas señalaron que es una persona con una profunda inseguridad y falta de afecto.
Juan Lara Ciudad del Vaticano, EFE
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