La primera mujer en la cima del Everest

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La primera mujer en la cima del Everest

Notapor blamance » Jue, 09 Ene 2014, 11:48

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A lo lejos, oye el viento. Es 1975. Junko Tabei, 35 años, delgada, 1,50 metros de altura, recuerda los comentarios que ha oído toda su vida. Frases como: “qué pequeña eres”, “qué débil te ves”. Frases que ahora, mientras descansa en su carpa en el Campamento II, le dan más energías para intentar completar esta misión sin precedentes en la que está embarcada: Junko es la líder de una expedición de montañismo que aspira a conquistar el monte Everest, la cima más alta del mundo, a 8.848 metros de altura, un objetivo que ninguna mujer ha alcanzado hasta este momento.


Y todavía más: intenta lograrlo con un equipo compuesto sólo por mujeres –15 en total– y sus sherpas. El grupo siguen la misma ruta –la cara sur de la montaña– que usaron Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953, cuando se convirtieron en los primeros humanos en lograr esa cumbre.


Hoy, a casi cuarenta años de ese momento, desde Tokio, donde vive, Junko Tabei rememora esos días y el logro que la puso en la historia del deporte mundial. También recuerda todo lo que pasó antes de llegar siquiera a esa parte de la expedición. La sola idea de organizar un equipo femenino para intentarlo –dice– ya había significado un desafío.


Antes de llegar hasta la montaña, Junko Tabei intentó recolectar fondos en diversas entidades deportivas que, con sólo verla y escuchar la idea de que una mujer quería subir el Everest acompañada únicamente por mujeres, se apuraban en cerrar la puerta. La peregrinación en busca de apoyo terminó cuando un canal japonés de televisión vio el potencial del proyecto, y finalmente el grupo de 15 mujeres pudo enfocarse en la meta: que al menos una de ellas pasara a la historia como la primera en alcanzar esa cima.


A lo lejos, Junko Tabei oye el viento.


Mientras se alista para seguir su batalla por escalar el Everest, la montaña comienza a crujir, a sacudirse, a castigar sin lástima a cualquiera que esté en sus laderas. El aire se mueve con estruendo entre el campamento, ubicado a 6.350 metros de altitud.


Junko y el resto del equipo quedan sepultados bajo una avalancha de nieve que les cae encima. Antes de darse cuenta, su carpa queda enterrada bajo un verdadero bloque de hielo. Ella no se puede mover. Apenas logra respirar. Piensa en su hija de 3 años. Se desmaya.


Permanece así durante minutos hasta que uno de los sherpas la rescata. El peligroso incidente sólo termina con sus lentes rotos y el cuerpo lleno de hematomas. El resto de sus compañeras también sobrevive, pero todas sienten lo mismo: alcanzar la cumbre ahora será sencillamente imposible.


Sin embargo, Junko no está dispuesta a abandonar el proyecto. Sigue escalando. Lleva en su espalda, además de la mochila, dos cilindros de oxígeno de 7,5 kilos cada uno, más un rollo de fotos en blanco y negro y otro en color, junto con una cámara de 8 milímetros y un transmisor de un kilo para comunicarse. El cuerpo le pesa, pero continúa el ascenso hasta que, doce días después de la avalancha, la “pequeña y débil” Junko se arrastra hacia la cima del Everest y se convierte en la primera mujer en dominar esta montaña. Es el 16 de mayo de 1975.


Junko, ya de pie sobre la cumbre, no se pierde en la euforia. Decide descender a los pocos minutos y sus palabras a la prensa que cubre el evento lo dicen todo: “No hubo goce en llegar a la cima; fue sólo alivio. Estaba feliz de no tener que subir más”. Ahora, con 74 años de edad, parece sentir esas mismas palabras.


–Hoy, para mí, el monte Everest no es una montaña a la que den ganas de ir –dice.


–¿Por qué?


–Porque van demasiadas personas. Ahora es un tour de montañismo. Si quieres ir, pagas dinero y puedes subir. Escalarlo así no tiene nada que ver con el sentido original del montañismo. Hoy es sólo un lugar de entretención y es una lástima.


–¿Cómo puede haber cambiado tanto la apreciación de esta cumbre?


–Es un mundo diferente. Ha cambiado completamente el equipamiento. Si antes se podía llevar sólo latas a la montaña, ahora se come hasta sushi en la cima. Algo que jamás me habría imaginado es que ahora puedes llamar desde la cumbre para avisar que llegaste. Cuando nosotros ascendíamos, no había cuerdas de otras personas. Teníamos que escalar, buscar la ruta y hacerla solos. Era una época donde sólo un equipo subía al Everest por día. Hoy te vas a topar hasta con una fila en esa montaña.


***


Era el Japón de la posguerra mundial. Ese fue el ambiente en el que Junko Tabei comenzó su pequeña revolución. Ella era la quinta hija de una familia de siete niños en la pequeña ciudad de Miharumachi, al norte de Japón, en el distrito de Fukushima. La montañista recuerda que entonces el área no estaba particularmente dañada por los bombardeos. Sin embargo, los efectos de la guerra se evidenciaban de otra manera: el poco desarrollo corporal de los niños de la aldea.


Sus hermanos, mucho mayores que ella, habían participado en las batallas, pero ella entonces apenas comprendía los efectos del conflicto que marcó al país. Apenas notaba ese aire de precariedad que cubría todo.


A los diez años, su vida cambió. Un profesor del colegio había reclutado a algunos de sus compañeros de clase para subir dos montes, el Asahi (1.400 metros) y el Chausu (1.500 metros). Tabei insistió en participar y lo que encontró la sorprendió. En la montaña no importaba el hambre ni la guerra. Estaba sólo ella y la cumbre.


Escalar se convirtió en su actividad favorita. “Pero Japón era muy pobre en ese momento. No podía pensar en escalar montañas. Había que preocuparse de lo que íbamos a comer”, recuerda.


Además, por esos años, una vida de aventuras no era apropiada para una joven japonesa. Junko Tabei siguió escalando a medida que estudiaba en el colegio, pero seguía repitiéndose que se dedicaría a la enseñanza. En 1958, se matriculó en Literatura Inglesa en la Universidad de Showa de Mujeres de Tokio. Se graduó y en ese momento decidió unirse a un club de montaña.


Al comienzo, la recepción de los otros montañistas no fue positiva. Algunos de los integrantes del club no querían escalar con ella. La veían como el “eslabón débil” del grupo. Tabei acalló esas críticas cuando escaló las principales cumbres de Japón, incluyendo la más alta del país: el monte Fuji, de 3.778 metros. Para 1965, con 25 años, conoció a un montañista intrépido y aventurero, Masanobu Tabei, y dos años más tarde, se casó con él, a pesar de las objeciones de su madre que, siguiendo la tradición, desaprobaba que el joven Masanobu no tuviera título universitario. En ese momento se rompió el último lazo que unía a Junko con el concepto ideal de familia japonesa.


***


Libre para dedicarse a lo que quería, en 1969 formó el Junko Joshi-Tohan Club, primer grupo de montañismo para mujeres en Japón. Un año después, el club ya estaba listos para su primer gran reto: el Annapurna III.


Esta expedición fue esencial para lo que vendría en su carrera. Como la cultura japonesa indica que el liderazgo es más fuerte si no se hacen preguntas, si no se admite desconocimiento ni debilidad, esa misma lógica marcó el ascenso. Junko dice que ya en esta montaña, de 7.555 metros de altura, varias mujeres del equipo resintieron el cambio de presión y no querían seguir escalando, pero eran incapaces de reconocer que se sentían mal. Hasta que algunas se desmayaron por el esfuerzo. La experiencia marcó a Junko y la tuvo en cuenta para su siguiente proyecto. Ese mismo año, el gobierno de Nepal levantó la prohibición de escalar el monte Everest.


–¿Usted cree que logros como el suyo ayudaron a generar un cambio de mentalidad sobre el rol de la mujer en Japón?


–Hay un cambio gradual. Comparado con 1970, el ambiente en que las mujeres trabajan ha cambiado. En el mundo de la política aún hay dificultades para las mujeres. En ese punto, a Japón le falta mucho para mejorar.


–¿Qué fue lo más difícil de dedicarse al montañismo?


- Mezclar esta actividad con ser madre. En la época en que mis dos hijos tenían que llevar almuerzo al colegio, yo trataba de no viajar. Escalaba en las vacaciones de verano. La prioridad estaba en la familia, en cuidar a mi familia.


A Junko Tabei no le gusta la palabra “montañista”. Dice que para considerarse tal tendría que haberse podido dedicar profesionalmente a la actividad, así que sigue viendo lo suyo más bien como un hobby. Aun así, llegó a la primera línea del montañismo y se convirtió en referente para las escaladoras de todo el mundo. Figuras como la española Edurne Pasaban, la primera mujer en escalar todos los ochomiles, la nombra entre sus ídolos.


Tabei, además del Everest, tiene en su palmarés otro logro nada secundario: es también la primera mujer en subir las cumbres más altas de los siete continentes.


–¿Cómo fue que una “débil” mujer de Fukushima consiguió todo esto?


–Con determinación firme. Si digo “yo voy a ir, voy a luchar” es porque lo haré.


–¿Y cómo es hoy su relación con la montaña?


–No ir a la montaña y estar sola en la ciudad me ponen inquieta. Con solo estar en la montaña puedo sentir cómo revive mi corazón.


ANA CALLEJAS BUSTOS
EL MERCURIO (CHILE)


 



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blamance
 
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