Desde el mismo momento en que el corazón de Fernando González-Pacheco dejó de latir el martes pasado, su espíritu juguetón reencarnó en el corazón y la memoria de millones de colombianos, que evocaron los momentos felices que le regaló al país. (Vea la cronología de la vida de Pacheco)
Sus amigos cercanos y quienes trabajaron con él recordaron para EL TIEMPO historias que retratan de cuerpo entero al gran protagonista de los primeros 50 años de la televisión colombiana. Por ejemplo, Héctor el ‘Chinche’ Ulloa relató una de las más conocidas: “A Pacheco le debo mi apodo del ‘Chinche’. Él tenía una novia, un ‘levante’ a la que llamaban ‘Chinche’, y ella le pidió que le mandara saludos por el programa que presentaba. Y Pacheco, para salir del paso, le dijo que eso estaba prohibido por la ley, pero que cada vez que yo apareciera y él dijera ‘ahora le corresponde el turno al ‘Chinche’ Ulloa’, era que se estaba acordando de ella”. (Lea también: Colombia despide a Pacheco, ícono de la televisión)
La actriz Jacqueline Henríquez fue como de su familia, y no solamente por su trabajo profesional: “Los diciembres de los Henríquez siempre han sido de muchas actividades y Pacheco, que era amigo de mi hermana Judy y de mi cuñado Bernardo Romero, iba a las novenas, en las que hacíamos concursos de reinados de belleza. Entonces, nos inventábamos trajes típicos de Brasil, Trinidad y Tobago y los países que representáramos, y Pacheco era el jurado, con la mamá de Bernardo, Anuncia (conocida como Carmen de Lugo). A la hora de dar el veredicto, Pacheco, con toda la solemnidad del caso, se paraba y decía: ‘Yo he sido jurado de muchos reinados, pero en ninguno he visto mujeres más feas’”.
La hermana de Jacqueline, la también actriz Judy Henríquez, lo trataba como un primo más: “Pacheco era de la casa, de la familia, amigo y socio de Bernardo, y sabía que mis hijas adoraban los perros, como él. Recuerdo una vez que llegó a la casa, yo abrí la puerta y en vez de él, lo primero que entró corriendo fue un perro de regalo para las niñas. Además, me enseñó a jugar generala. Era muy buen jugador y no le gustaba perder”. (Lea aquí: Así era Pacheco, contado por su sonidista)
Su afición por el juego era legendaria. El actor y exconcejal Bruno Díaz recuerda: “Cuando trabajábamos en Música, maestro, teníamos el ‘cuarteto del dominó’, que éramos Pacheco, Luis Eduardo Arango, Moisés Angulo y yo. Éramos locos por el juego, cuando viajábamos y llegábamos a un hotel no descargábamos ni las maletas por ponernos a jugar. A Pacheco le encantaba, y no le iba mal. Jugábamos en los aviones, en cualquier lado, cualquier excusa para hacer recocha. Una vez, recuerdo que teníamos un concierto en Cúcuta con Los Diablos del Caribe, como se llamaba la orquesta de Música, Maestro, y llegamos a jugar al lado de la piscina. Cuando nos dimos cuenta, ya casi era la hora del concierto y ninguno se había bañado por estar jugando”.
Otro integrante de ese cuarteto, el cantante y presentador Moisés Angulo, confirma la particular relación que nació entre ellos: “Nos tocó recorrer el país casi que un año y medio con una obra de Música, maestro. Así nos pudimos conocer. Era como un niño grandote. Empezamos con la manía de tirarnos papelitos, como niños, con Luis Eduardo, Bruno, María Cecilia y Frank Ramírez. Cuando íbamos en aviones o buses nos empezábamos a tirar papelitos. Otra vez íbamos en uno de los buses con mi esposa, que estaba embarazada. Él tenía una colonia que era muy famosa entonces, y mi esposa tuvo que parar el vehículo y se bajó a vomitar. Él le preguntó: ‘¿Qué pasó?’ Y ella le respondió: ‘Pacho, la verdad es que su perfume me tiene loca’. Entonces, cogió la maleta, sacó su colonia y la tiró al camino”. (Vea también: Desde animador de espectáculos hasta narrador de corridas de toros)
El periodista y exministro Alberto Casas Santamaría también compartió sus aficiones lúdicas: “Teníamos una amiga en común que traía juegos de mesa no comunes, diferentes a los que se jugaban acá, supongo que traídos de afuera. Y esta señora nos recibía a horas extrañas y poco recomendables para hacer visita y allá nos distraíamos jugando (...). Nos gustaba andar en su carro, hacer diabluras de la época, ir por calles concurridas o invitar a la gente a mirar el automóvil. Pacheco era un fanático de los automóviles y era exigente con las características, le gustaba que fueran deportivos”.
Su espíritu festivo terminaba por ser contagioso. “Yo, sinceramente, no he sido muy amigo de las fiestas –cuenta el presentador Jorge Barón–. Siempre que había alguna, me iba. Pero Pacheco, amante de las parrandas, una noche me llevó casi arrastrado a La Casa del Gordo (el restaurante de Carlos Benjumea) y rompí mi tradición, me hizo bailar toda la noche y me divertí mucho. Ese era Pacheco, un hombre de una alegría impresionante”. (Vea además: Jota Mario Valencia recuerda la exitosa carrera de su amigo)
Hasta las grabaciones se veían impregnadas de esa alegría, como recuerda la actriz Consuelo Luzardo. “Siempre estaba haciendo bromas, era un enorme gocetas. Una vez estábamos haciendo El viejo, en el espacio El cuento del domingo, que él protagonizaba. Como no tenía escena en ese momento, se supone que debería estar sentado, estudiando o descansando, pero él se desnudó de la cintura para arriba y se puso una bata china de seda y venía y nos bailaba; y Judy (Henríquez) y yo, tratando de no mirar a Fernando porque nos reíamos. Siempre nos hacía llorar de la risa”.
Incluso, en las transmisiones en vivo sus bromas comprometían la continuidad. “Hay muchas imágenes de la transmisión del Concurso Nacional de la Belleza –dice Pilar Castaño–, del que fuimos presentadores en varias ocasiones, en las que, volviendo de comerciales, estoy yo muerta de la risa porque Pacheco me estaba diciendo uno de sus chistes y debía retomar a las carreras”.
Siempre cantó boleros y disfrutó con la música. De hecho, así se produjo su primer contacto con el mundo del espectáculo: “Yo conocí a Pacheco cuando era un muchacho, en 1952 –evoca el locutor Jorge Antonio Vega–, no había salido en televisión y participó en un programa musical tocando el bongó. Le pregunté quién era y me dijo que había ido por divertirse con sus amigos, que él no era músico (...). Después nos volvimos a encontrar, como dirigentes de la Liga de Boxeo, en Bogotá. Eso fue en los años 80”.
Su pasión por el deporte fue otra de sus características. Con el actor Carlos Muñoz, jugó en el equipo de fútbol Estrellas de la Televisión: “Llenábamos todos los estadios del país. Fernando era uno de los líderes del equipo, iba uniformado por todos lados, era una locura lo que causábamos... Pacho era defensa, por lo grandote... Era bueno, era buen deportista”.
En algún momento, también hizo del fútbol su negocio, según el locutor Alberto Piedrahíta Pacheco, a quien llamaba ‘pariente’. “Pacheco fue padrino de matrimonio de mi hija mayor, y tuvimos una sociedad que se llamó Color Comunicadores, que éramos Pacheco, Juan Harvey Caicedo, David Cañón y yo. Montamos el programa Fútbol, el mejor espectáculo del mundo, que iba los sábados o domingos en la mañana. Y el programa consistía en que nosotros comentábamos un partido que hubiera sido clásico el domingo anterior. River-Boca, por ejemplo”.
Miles de historias dejó a su paso este ‘hombre orquesta’, que terminaba imponiendo su voluntad casi sin proponérselo. “Alguna vez montamos con el ‘Culebro’ Casanova una obra que se llamaba La tía Concha (rememora el actor Silvio Ángel), que era un café concierto improvisado, y Pacheco siempre iba a los ensayos porque quería mucho al ‘Culebro’. Sin tener nada que ver, siempre opinaba, hasta que lo nombramos director: Todas sus ocurrencias se las aceptábamos”.
REDACCIÓN CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
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