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Diez personajes cuentan cuáles son sus más gra

NotaPublicado: Vie, 08 Jul 2011, 08:01
por ufhe
Diez personajes cuentan cuáles son sus más grandes placeres


JOE BRODERICK - Escritor


Actuar, el gozo de ser otro.


Cómo se explica uno por qué tal o cuál placer le causa placer? Supongo que me siento realizado, es decir, en mi salsa, actuando un papel, el papel de otro que también soy yo, pero de otro modo. Tal vez uno descubre nuevas dimensiones de uno mismo al dejarse invadir por la personalidad de otro ser humano. O será que simplemente me gustan los aplausos? Claro que me gustan. Pero no es eso. En dos ocasiones, al terminar la actuación de Primer amor de Samuel Beckett y salir de escena, nadie aplaudió. La sala quedó en silencio. Sentí que el público estaba muy chocado, muy impactado por el final de la obra. Es un final muy duro. Y nadie sentía ganas de hacer nada más que retirarse, a lo mejor, y masticar, digerir, metabolizar la cosa en su propia casa. No extrañé los aplausos, pues sentí que la obra había causado un gran impacto, y eso es lo que se busca. Yo mismo me he sentido a veces tan conmovido por una obra de teatro (o de música) que no he tenido ninguna gana de dañar el silencio con el ruido de los aplausos. Y lo que siento actuando no es nuevo para mí. La verdad es que he actuado siempre. "All the worlds a stage", dice Shakespeare. El mundo entero es un escenario, donde todos somos actores. Estudié para cura, y estuve 10 años ejerciendo el ministerio sacerdotal, que implica toda una actuación. Acaso la liturgia no es teatro? Tal vez el teatro más antiguo. Y el arte de predicar suponía ejercicios de respiración (desde el diafragma) y vocalización clara y nítida. Cosas que nos enseñaban en el seminario. También montamos obras de teatro en el seminario, y yo gozaba actuando. En Colombia he actuado en muchas series para la televisión y en un par de películas. Pero si digo que he venido tarde al oficio, es porque por primera vez estoy actuando profesionalmente en las tablas.


MARCO PASTRANA - Gerente de Audi Colombia


Embebido con el vino


Mi pasión por el vino comenzó en un viaje que hice a Nueva Zelanda, donde visité un viñedo y me enamoré de esta bebida. Eso fue hace unos 15 años y desde entonces empecé a comprar libros, asistí a diferentes catas y cada vez que tuve la oportunidad de viajar traté de incluir algún recorrido vinícola, en bodegas y viñedos.


Hace año y medio estoy tomando el curso de somelier en la escuela argy de someliers en Bogotá y, aunque el objetivo es graduarse como profesional, yo lo hago por hobby.


Creo que el placer que brinda un buen vino es indescriptible y lo deberían gozar todas las personas. Es un disfrute para todos los sentidos. La vista se deleita al apreciar el color de la bebida, su transparencia y brillantez; los colores son fascinantes, como aquellos ámbares, terracotas y rubíes. También está el olfato, que se rinde a una variedad casi infinita de aromas primarios o terciarios. Cómo no apreciar esos olores a  cueros o esos que remiten a la infancia con la fragancia que recuerda al pasto cuando acaba de llover. Y al final, el gusto, con sabores como pimienta, menta o eucalipto.


Disfruto los maridajes, que permiten muchísimas combinaciones con la comida, incluso con la gastronomía nacional, pues mucha gente no sabe que puede comer un ajiaco con vino. Qué tal un chocolate negro o un volcán de chocolate con un oporto? Después de eso no hay nada. Y qué decir de los diferentes tipos de quesos como los madurados, junto a los vinos dulces o de cosecha tardía.


Sueño con adquirir una de las botellas íconos, que son de algunos años como de los 70 y los 80, porque las condiciones climáticas fueron únicas y quizás no se vuelvan a repetir. Una de estas botellas puede costar 9 mil euros y es para coleccionistas. Sin embargo, eso no quiere decir que sea un placer para millonarios, pues ahora las grandes superficies distribuyen excelentes vinos, que cuestan alrededor de 20 mil pesos y son ideales para maridar una cena sin necesidad de pagar una cifra exorbitante.


DIANA RICO - Creadora de la productora 4 direcciones


Visitar un árbol


Estar en compañía de un árbol como este, me llena de vida, de pleno goce porque es un ser vivo mucho más viejo que yo, que me transmite esa sabiduría que da estar enraizado a la tierra mucho antes que nosotros. Lo que me brinda es difícil ponerlo en palabras: me devuelve en la memoria del tiempo, me hace más humana y me recuerda de dónde venimos, nuestro verdadero origen. Este, mi árbol, lo visito todas las semanas, aprovecho que está camino a mi casa, en el parque de La Independencia, un terreno sagrado de los muiscas. Me siento a su lado, lo observo con detenimiento, lo toco y me deleito viendo sus hojas y sus formas perfectas y me hace pensar sobre cuántas personas ha visto pasar y de cuántas historias ha sido testigo silencioso. Me creerán una mujer algo extraña al decir que hablo con él, en su lenguaje de árbol, sin palabras, pero es cierto, me enseña de la vida y me calma como nadie cuando estoy agitada o confundida. Y lo que digo no debe ser interpretado como una rareza de la hippie que me siento, porque todas las culturas de Latinoamérica honran por esta época el árbol de la vida. Entienden que estos seres vivos son nuestra conexión con el cielo y la tierra. Yo le agradezco a mi árbol transmitirme que es posible mantenerse arraigado, pero tener sueños altos, permanecer quieto y sentirse tranquilo y que los seres humanos, al igual que él, podemos dar sombra a mucha gente sin sentirnos utilizados. Abrazar un árbol es para mí no solo un goce sino un acto político importante, porque con esto se reconoce el derecho a la vida.


Yo soy una heredera de una gran fortuna de nuestros antepasados. Soy hippie porque pienso que puedo cambiar la vida.


GERNIMO BASILE - Empresario


Viajar, mi tiquete a la infancia


Cuando viajo vuelvo a sentirme el niño explorador que fui y sigo siendo. No llevo la cuenta de cuántos lugares he conocido, no me gusta porque no quiero parecer un excéntrico con suerte.


Yo soy un viajero guerrero, al que le gusta la aventura y ese sabor de lo desconocido. Recuerdo que justamente fue en una de mis travesías que descubrí a qué me quería dedicar en la vida. Cuando viajé de Canadá a Miami, donde llegué con 30 dólares en el bolsillo para disfrutar un encuentro de disc jockeys, luego de esa experiencia decidí que quería abrir una discoteca.


Los viajes, sin importar el destino, son, sin duda, una purga para el espíritu. Por eso lo primero que hago al llegar a cualquier pueblo o ciudad nuevos es recorrerlos, así como embriagarme con los olores de sus construcciones y calles y el humor característico de la gente. Por eso, cuando me preguntan qué recuerdo de cada lugar, lo primero que viene a mi mente son sus olores.


De la China, su hedor a basura; de Nueva York, a exhosto; Abudabi, a narguila; de Amsterdan, a coffee shops que despiden una mezcla inconfundible de marihuana y tabaco. Y qué decir de la India, me la recorrí de la mano de mi esposa. Ese lugar me sabe a sándalo, cardamomo, incienso; muy diferente a lo que percibo al recorrer las calles de Italia, donde a tu nariz llega el olor humeante de la pasta recién preparada por sus mujeres.


VCTOR CONTRERAS - Atleta


Meditar, para no sentir nada


Y cómo no sentir nada puede ser placentero? Aquietar la mente, aprender a bucear en nuestro mundo interior para mí es lo más placentero porque es el camino que me lleva a la serenidad, a alcanzar la conciencia absoluta de cada uno de mis actos y de sentirme bien con ellos en lo que digo y lo que hago. Solo a través de la meditación encuentro lo que siempre había buscado, ese algo que nos queda faltando cuando la faceta hedonista de la vida ya no nos satisface y los espejismos que nos crean desde niños, como el carro lindo que hay que comprar para alcanzar la felicidad, solo me generan un tremendo hastío. Ese punto de equilibrio que me da la meditación lo alcanzo en el silencio de mi habitación, al caminar por un parque o al subir a una montaña. Y lo mejor, no necesito comprarlo con un préstamo, pero tampoco es tan fácil de llegar a él como una fruta en un supermercado. La mejor forma de lograr tal serenidad es en la escasez, solo en esta encontramos el valor de lo mínimo y verdadero, alejados de la ilusión de los sentidos. La meditación no es nada más que un taxi para ir de aquí a allá, un estado en el que el cuerpo se aquieta y el ego se silencia y yo le digo a la mente, que es como la loca de la casa, ande por donde se le dé la gana, pero usted me respeta y yo la respeto. Tal estado de gracia no se alcanza con el chasquear de los dedos. Requiere de un trabajo diario e incesante, que por lo menos a mí me ha significado 40 años de mis 68 de vida. Y la búsqueda no termina.


SIMN BRAND - Director de cine


Música, mi mejor estimulante.


Me relaja tanto que a veces digo ojalá pudiera tocarla! Me la sollo más con canciones de Soda Estéreo, Cerati, la nueva onda electropop de Nueva Zelanda y Australia.


LUISA PLATA - Cirujana plástica


Ejercitarme al 100%


Me desestresa y me hace sentir más bonita. Es la mejor medicina antienvejecimiento. Esas dos horas diarias me las gozo porque me recargo de energía y, además, me preparan para dormir como un bebé.


DIEGO CAMARGO - Comediante y director de la franja de humor de RCN


Comer sin culpas


Antes me gustaban las porciones potecudas, no dejaba nada en el plato. Me hice un by-pass gástrico y perdí 50 kilos. Ahora sigo disfrutando igual de la comida, porque saboreo cada bocado, me lleno más rápido, pero no me privo de manjares como una arepa con huevo frito, de puesto callejero.


JORGE MARTN - Fundador Hilos de oro


Servir con mucho gusto


Sentí el corazón roto al comprobar cómo cientos de niños con pocos recursos no pueden divertirse tanto como quisieran. Su suerte me movió a ayudarlos. Estos chiquitines no se imaginan cómo me llenan de regocijo sus sonoras sonrisas y sus miradas limpias, al regalarles una tarde de cine con palomitas de maíz, un día en un parque de diversiones o apoyarlos con una brigada de salud. Esa es la felicidad de servir.


 


FLOR NADYNE MILLÁN



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