Historia del holandés Ed Houben, un inusual donante d
El holandés Ed Houben, un licenciado en historia de 44 años, es, tal vez, un ser único en su especie. Ha pasado la mitad de su vida intentando hacer felices a las personas que persiguen el sueño de tener un hijo y de formar una familia, y lo ha logrado con éxito en 99 oportunidades.
Houben es dueño de una fertilidad poco usual, que ha canalizado conscientemente para ayudar a los que no pueden concebir. No bebe, no fuma y antes de convertirse en un donante de esperma se realizó todos los exámenes físicos para garantizar su buen estado de salud, pero su decisión no fue espontánea. Fue el resultado de diez años de reflexión.
La principal motivación que tuvo para hacerlo surgió cuando tenía 18 años: “Conocí a una pareja que quería tener hijos, pero ella no podía quedar embarazada –le contó a EL TIEMPO–. Ahí empecé a reflexionar sobre los derechos de las personas a ser felices, de los hijos a saber sobre sus raíces y, también, sobre cómo ayudar a personas buenas que buscaban ser padres y no podían conseguirlo”.
Houben se convirtió primero en donante clínico de un banco de esperma cuando tenía 29 años y, después, a petición de las parejas que buscaban concebir un hijo por el método tradicional, se hizo donante natural, por lo que tampoco cobra. “Estoy convencido de que muchos niños que fueron creados a partir de un esperma comprado se sienten como si sus padres los hubieran adquirido en un supermercado”.
Al contrario que en Starbuck, la película del canadiense Ken Scott (2011), donde el protagonista y donador de esperma se sorprende al saber que es padre de 533 hijos de los que 142 desean conocerlo, Houben lo sabe y conoce todo y tiene una relación completa y detallada sobre cada uno de sus 99 descendientes. Cuenta que sus hijos residen en Australia, Europa y Canadá y admite haber sido contactado por mujeres de Colombia, Chile, Brasil México y Perú. Los próximos niños deben nacer en Vietnam, según adelanta.
Dice que, desde el nacimiento del primer bebé, lleva una lista con los nombres, las fechas y lugares en los que ha nacido cada uno de ellos con el propósito de ayudarlos, a ellos como a los padres, a evitar que, por una de esas casualidades del destino, puedan, en un futuro, cometer endogamia (matrimonio entre dos personas de la misma sangre).
“Los padres y los niños saben de mí –explica– y, juntos, siempre podemos comprobar cualquier posible relación de sangre entre dos personas. Esto es mucho más seguro que un banco de esperma con los donantes anónimos, donde los niños están todo el tiempo en riesgo de cometer endogamia”.
La madre de Houben, así como sus dos hermanas, dos hermanos y sus amigos más cercanos, sabe de sus actividades de reproductor y lo apoya. Una hermana suya se hace cargo de todos los contactos que tiene con sus descendientes y familias, en caso de que algo le llegara a suceder.
“También –explica– tengo mi perfil de ADN almacenado en un hospital, para que padres e hijos puedan consultarlo durante los próximos 100 años”.
Houben es un hombre sensible y soñador. Define la felicidad como “la capacidad de hacer algo para que los otros sean felices y para que sirva de ejemplo para que más personas hagan cosas buenas por las otras”. En cierta forma, su concepción es la misma que se plantea en la novela Favor por favor, de la escritora norteamericana Catherine Ryan Hyde (1955) y en la que se basó la película Cadena de favores, dirigida por Mimi Leder en el 2000.
“Tal vez de esta manera alguien va a querer hacerme feliz algún día, sin buscar que le pague por eso. ¡Sería una grata sorpresa!”, reflexiona, quien trabaja actualmente como guía turístico y entrenador de guías.
Relata que desde que empezó como donante de esperma, hace 15 años, ha ayudado tanto a parejas de heterosexuales como de homosexuales a hacer realidad el sueño de tener un hijo, pero admite que aún busca a la mujer ideal para formar una familia.
“Tuve algunas relaciones serias, pero fue muy difícil debido a la distancia. Todavía me gustaría conocer a una mujer inteligente y atractiva que quiera formar una familia conmigo”.
Aunque confiesa que, desde hace algún tiempo, está de novio de una española, cuyo nombre no revela porque ella desea conservar el anonimato.
Actualmente Houben, que prepara un libro sobre su experiencia como donante de esperma. Vive en Maastricht, la más antigua ciudad neerlandesa, donde nació, en el sur de los Países Bajos, entre Bélgica y Alemania.
Cuenta que lo que más le gusta es la historia. También ama la tradición militar holandesa, las marchas y “toda la buena música, desde Bach hasta Frank Zappa (1940-1993). Además, “me encanta mi ciudad. Nunca me aburre”.
¿Por qué decidió convertirse en un donante de esperma?
No fue una decisión, sino un proceso de pensamiento de diez años. Fueron muchas pequeñas decisiones sobre cosas como el derecho de un niño a conocer a sus padres biológicos, el derecho de la gente buena a tener hijos como cualquier otra persona sin tener que pagar por ello, etc. Sentí que, frente a los problemas que los demás enfrentaban en este campo, no podía quedarme de brazos cruzados.
¿Alguna vez recibió dinero por sus servicios?
El banco de esperma en los Países Bajos, donde empecé, no pagó por donaciones. Querían que los donantes estuvieran motivados por ideales. Después decidí nunca pedir dinero como donante privado.
Desde que comenzó a tener relaciones físicas con las futuras madres, ¿ha tenido algún tipo de problema con los maridos?
En mis dos primeros años como donante, lo hice artificialmente, a través del banco de esperma. Nunca propuse tener sexo porque no quería abusar de mi capacidad de convertir en realidad el deseo de tener un hijo. Luego, más y más mujeres insistieron en procrear a un hijo de forma natural.
Si tenían compañeros, ellas llegaron a un acuerdo con ellos, y el amor fue tan fuerte que no hubo espacio para los celos. Para los esposos o compañeros fue importante haber encontrado un donante que ha probado muchas veces que es fértil y que los respetará 100 por ciento como padres de los niños.
¿Teme por algún reclamo legal por paternidad en el futuro?
Pensé en eso antes de empezar como donante, pero en la vida hay dos caminos: o se tiene miedo de todo o se confía en la buena voluntad de la gente. Hasta el momento, nadie me ha reclamado nada.
¿Lo protege alguna ley?
En los Países Bajos un donante no es el padre legal, aunque la madre sea soltera. Internacionalmente, hay tratados entre los países que me excluyen de problemas legales. Incluso si tengo que ir a la corte, será evidente para el juez que nunca fue mi intención hacerme cargo de los niños, pues las personas que me buscaron para la procreación tenían mejores ingresos que yo.
¿Qué dice su religión sobre la responsabilidad con los niños?
No soy un católico practicante. Cuando era niño, me enteré de que es más importante vivir moralmente que sentarse en la parte delantera de la iglesia y tal vez vivir inmoralmente, lo que no significa que esté en contra de la Iglesia en general. Creo que hay un poder más alto, tal vez sea la buena voluntad de toda la humanidad en conjunto y la confianza que debemos tener en los demás.
Personalmente siento una responsabilidad moral con los niños, pero los padres son su familia. Elijo a los padres con cuidado y, por contacto posterior, sé que lo están haciendo bien con los niños. Cada encuentro con uno de los niños es muy emotivo para mí, aunque desde que empecé supe que hacía lo que hacía por hacer felices a los demás y que los niños están mejor atendidos de lo que yo podría hacer.
Cuando nazca el hijo número 100, ¿ha pensado en reunirlos a todos?
Cada año nos reunimos casi 50 personas y los niños llegan, se encuentran y se hacen amigos. Mucha gente vive demasiado lejos, en Canadá, Israel o Australia, para venir, pero estamos en contacto. Cuando llegue al niño 100 celebraré, como siempre, la felicidad de los padres. Los niños no son números para mí. Son personas que viven en familias en las que algunos tienen uno, dos o tres hermanos. Así que el número 100 es algo que podría ser importante para el mundo exterior, pero no para mí.
¿Hay alguna herencia latina entre sus antepasados?
Probablemente en el pasado lejano. Donde vivo y nací fue parte del Imperio Romano durante cientos de años. También de españoles durante mucho tiempo. Tengo el pelo y los ojos oscuros, lo que demuestra que la influencia del sur de Europa está ahí, aunque hay muchos niños rubios y con ojos azules.
¿Cuál es su definición de vida?
La vida es una oportunidad para algo bueno con el tiempo que cada uno recibe.
GLORIA HELENA REY
Especial para EL TIEMPO
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