César Pachón llegó a la plaza de mercado del sur, en Tunja, rodeado de vendedores de tomates y de papas. Era jueves. Llevaba puesto un sombrero blanco, ruana gris y una camisa azul por debajo. Tenía la barba perfectamente cortada. Lucía impecable.
"Si le pones unas alpargatas y un sombrero viejo, lo puedes confundir con un cotero, pero aunque uno lo vea así de bien puesto, el hombre lleva la ruana por dentro", decía un campesino que lo esperaba en la plaza.
Pachón, el líder del pasado paro agrario, no regresó al campo tras las protestas que hicieron colapsar a Boyacá y estremecieron a otros seis departamentos por 20 días.
Hace ocho meses que no mete las manos en la tierra. Sigue agitando a los labriegos. Madruga, pero a contestar las llamadas a su celular desde las 4:00 a.m. No tiene nada que sembrar y está rifando -a 20 mil pesos la boleta-, una camioneta Chevrolet Samurai modelo 95, "lo último que me queda", para financiar las correrías por el campo.
Asegura que, por los bajos precios de productos como la papa y la cebolla está quebrado. El último cultivo de papa lo sacó en febrero pasado, y le pagaron la carga a 28 mil pesos, cuando esperaba recibir al menos 65 mil, para cubrir los costos de la producción. Hoy le debe más de 100 millones de pesos a tres bancos, almacenes de insumos agrícolas y algunos amigos.
La historia de Pachón es la de un hombre rebelado contra sus derrotas. El líder del movimiento Dignidad Papera, de 30 años, empezó a sembrar en el 2007. Alcanzó a tener cultivos en Sáchica, Villa de Leyva, Samacá, Tunja y Duitama, pero cuando el comercio entre Colombia y Venezuela se vino al piso empezó su debacle.
En el 2010 se casó y su esposa, una profesora de prescolar, le dio los ahorros de su vida: 20 millones de pesos. Pachón le añadió las ganancias de sus primeros cultivos y los invirtió en siembras de cebolla, papa, arveja y tomate, "con la ilusión de construir una casa para los dos", pero la plata se desvaneció en medio de la crisis que azota al campo boyacense.
"Es tenaz lo que al chino le ha tocado. Él como recién casado aspira a tener su casita y sus cositas para echar a formar su hogar, pero no ha tenido la suerte en los siembras", contó su mamá, Blanca Achury, en un almacén de artesanías en el centro de Tunja, donde trabaja. "Pero eso sí, él es un luchador que cuando la pierde en un lado la busca por el otro".
El hombre que se ha convertido en el líder más visible de las organizaciones campesinas del país creció en la zona rural de Carmen de Carupa (Cundinamarca), donde sus padres sembraban papas, tenían algunas vacas lecheras y criaban ovejas. Su misión, junto a sus tres hermanos, era cuidar que ovejas no metieran a los cultivos de sus padres, porque no tenían cercas.
Cuando cursaba séptimo sus padres se separaron y viajó a Tunja junto a su mamá y sus hermanos. La vida le cambió. Su papá se quedó con los cultivos de la familia y él tuvo que empezar a trabajar.
“Trabajaba con mis hermanos en la plaza de mercado, cuidando carros, ayudándole a los señoras a cargar las mochilas del mercado, a organizar los puestos de venta, también laborábamos en construcciones”, contó.
Tras unos primeros años difíciles en la capital de Boyacá, alcanzó a graduarse como Ingeniero Agrónomo en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), y aún vive en la casa de su mamá junto a su esposa.
En Tunja, entre los campesinos y vendedores de mercado, no hay quien ponga su palabra en duda. Aunque Pachón asegura no haber hecho parte de movimientos estudiantiles en la universidad, y que aprendió a liderar la protesta empujado por la crisis, su imagen de hombre del campo con formación lo convirtió en una especie de redentor de los más humildes.
Sorprende la facilidad con la que se mueve entre la gente. En las marchas nunca se queda al frente. Empieza liderándolas, y luego se va al fondo para saludar a cada líder. Si lo sacan a bailar, baila. Si le piden una foto, posa -luego aprovecha para ofrecer una boleta de la rifa- . Le hace ver a los labriegos que son su prioridad. Un periodista de este diario tuvo que esperarlo cinco horas durante una marcha en septiembre, mientras Pachón aplazaba la entrevista porque debía conversar con líderes y organizar detalles de la manifestación.
En la Carrera 11 de Tunja, por donde transcurría la marcha en la que iban labriegos, vacas, caballos y una cabra, centenares de niños de los colegios en la vía salieron aplaudirlo. Y hasta varias mujeres bajaron de sus oficinas, celulares en mano, para abrazarlo y tomarse fotos con él.
"Desde que empezaron las marchas quería sacarme una foto con él, porque es un hombre joven que apoya el campo. Se le nota el empuje", contó, sonriente, Gloria Sánchez, una empleada de la rama judicial.
El líder estudiantil de la UPTC Diego Vides, quien sigue a Pachón protesta tras protesta, tampoco ahorró elogios: "es un gran líder, es todo un patriota, nos puso hablar de los tratados de libre comercio, de sus males". Y Campo Elías Vargas, un ganadero de la vereda El Porvenir, en la zona rural de Tunja, dijo que " César ha sabido recoger la rabia de todos".
La primera vez que Vargas vio a Pachón, en noviembre del 2012, estaba en la plaza de mercado montado en una camioneta que venía cargada de papa, hablándoles a los pequeños comerciantes.
"A nosotros no hay político que nos convenza, pero él sí. Le estamos creyendo”, aseguró.
Una posible candidatura no suena solo entre sus seguidores, Pachón asegura que ha recibido varias llamadas de líderes políticos atraídos por las movilizaciones.
“Me han llamado de partidos pero no les he aceptado nada. Durante la feria Agroexpo por ahí me llamo Francisco Santos. Eso fue antes del paro agrario, pero como ya había hecho el paro papero en mayo, por ahí me llamó. Ya me habían hecho propuestas del Partido Liberal y el Partido Verde (…) me dicen que me dan la curul que quiera, pero yo no aspiro a eso”, aseguró.
La puerta, sin embargo, no la cerró del todo. “Si en algún momento el pueblo lo interpreta o lo quiere, pues miraremos como se desarrollaría, pero aquí el objetivo no es buscar curules ni cosas de esas”.
Cuando la manifestación terminó, en la plaza de Bolívar de Tunja, los líderes trajeron una camioneta de platón donde tenían una olla cargada de papas cocidas y carne. Cada quien sacó las presas y las papas que pudo para almorzar, entre esos Pachón, quien se fue a un lado de la plaza a comer de pie y con las manos, como todos los demás.
“Esta movilización es como jugar un ajedrez -concluyó el líder, mientras almorzaba- necesito todos los días analizar como movemos nuestras fichas para poder ganar el juego. ¿Y qué hay que ganar?, pues que cuando salgamos a vender un cultivo lo hagamos a un precio justo”.
ALBERTO MARIO SUÁREZ D.
Enviado especial de EL TIEMPO
TUNJA
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