El momento de cerrar la puerta y subir el tren de aterrizaje llega implacable. No hay escapatoria. Cada sonido delata una supuesta falla mecánica, una señal de que el avión ha empezado a desbaratarse. Algunos sudan frío, otros -como Héctor Abad, el escritor- llegan a desarrollar una habilidad telepática para enviarles instrucciones a los pilotos o el último adiós a sus hijos.
Y el deseo de la azafata de que "disfrute el vuelo" se convierte, simplemente, en una amable sentencia de muerte.
No es una manera exagerada de describir la respuesta de ansiedad que ocasiona la fobia a volar en avión, un trastorno que consigue que muchos pierdan su trabajo, deterioren su salud mental o, cuando menos, se separen para siempre de sus amores.
Y aunque esa fobia es más grave y común de lo que se cree (está junto al miedo a hablar en público, a la sangre y a las arañas), es también -según la psicóloga clínica Mariana Samper- la de menor complejidad en términos de diagnóstico y tratamiento.
Lo dice con la firmeza que le da tener dentro de su consultorio algo así como muchos aviones para subir a sus pacientes y hacerlos volar a donde sea. Es el tratamiento con realidad virtual que, según Samper, es efectivo entre el 89 y el 99 por ciento. Está basado en el principio de que la exposición a la fobia es un potente método para activar el miedo y modificarlo.
"Los pacientes están más dispuestos porque saben que no despegarán sus pies del piso. Lo que no saben es que la máquina es capaz de engañar al cerebro", confiesa Samper. En efecto, el software, que funciona de la mano de un visor y una silla de avión, recrea fielmente las sensaciones en el aeropuerto. "Es como una película de terror. Usted sabe que es una película, pero igual se asusta".
Hipnosis, otro remedio
El miedo visceral que siente Juan Plata se lo debe a un pequeño de entonces 11 años que -en un vuelo hace una década- jugaba a su lado a los accidentes con aviones de plástico.
Juan, exitoso corredor de bolsa, recuerda que tuvo que soportar así varias turbulencias amenizadas además con el temblequeo de unos cubiertos en la bodega. Eso le desencadenó a largo plazo un desorden de ansiedad que lo ha obligado por años a embriagarse antes de cada viaje, perder días de descanso para llegar por tierra a citas de trabajo e, incluso, descartar su luna de miel en Francia por otra en tierras cálidas más cercanas a Bogotá.
De lo que podría denominarse el evento traumatizante inicial (como se llama clínicamente), se dio cuenta hace un par de semanas cuando el médico Germán Torres lo hipnotizó. "Estoy curado en un 70 por ciento", dice sonriente justo después de contar que ya voló dos veces sin que el miedo hiciera parte de su equipaje.
Según Torres, instructor de Hipnosis de la Clínica del Proudfoot School, Scarborough (Inglaterra), la hipnosis se utiliza como terapia para llegar hasta el inconsciente de las personas y desprogramar eventos negativos del pasado, como el de los cubiertos, por ejemplo.
Pido ayuda?
La psiquiatra Yezmin Abrajim, de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, explica que se debe pedir ayuda cuando los síntomas son severos y marcados, como en el caso típico del pasajero que demuestra un rechazo absoluto por volar, o que ya en el avión estalla y exige que lo dejen salir. No obstante, asegura la experta, cuando el caso es leve las mismas personas pueden controlar su fobia, básicamente, acumulando información de cómo los aviones son un medio de transporte seguro.
Plácido, un taller intensivo
Plácido es el seminario de Avianca que imparte la información necesaria para perderle el miedo a volar. En un día -que incluye un vuelo de graduación- se aprende sobre rutas, análisis climáticos, mantenimiento de los aviones, gasolina, carga y -sobre todo- de la exigencia que pesa sobre pilotos y técnicos. "Se trata de un tema de control", comenta Teresita Uribe, psicóloga de Plácido. Y aunque la mayoría de alumnos son hombres, en las mujeres los episodios de angustia podrían ser más intensos. Es el caso de Carolina Cardona (foto), una ingeniera que, antes de Plácido, se sometió incluso al psiquiatra. "Cuando sabía que tenía que volar, temblaba y lloraba", dice. El precio de este taller (otras aerolíneas como Lufthansa, Iberia y Aeroméxico ofrecen cursos similares) es de 200 mil pesos.
Miedosos confesos
El ex jugador de fútbol holandés Dennis Bergkamp exigía en sus contratos llegar vía terrestre a los partidos.
El Bolillo Gómez le dijo a este diario: "Eso no lo he podido superar nunca!".
Gabriel García Márquez escribió: "El verdadero temeroso del avión no es el que se niega a volar, sino el que aprende a volar con miedo".
Pablo Picasso dijo alguna vez: "No le tengo miedo a la muerte, sino al avión".
ANDREA ROSALES GARCA
REDACCIN DOMINGO
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