Legalmente, las elecciones municipales venezolanas de este domingo no son un plebiscito sobre la gestión del presidente Nicolás Maduro, pero se perfilan políticamente como su primera prueba de fuego tras el reñido triunfo en abril de este año, cuando ganó al candidato Henrique Capriles por un estrecho 1,6 por ciento de los votos.
Esa fue la elección en la que chavismo y oposición vieron cómo la brecha se cerró y dejó al país dividido en dos grandes bloques iguales. Para las elecciones de este domingo, la oposición espera que su tendencia creciente –lenta, sí, pero creciente– finalmente rompa la barrera del 50 por ciento de los votos y la convierta en la primera fuerza política del país, tras 15 años de hegemonía chavista. (Lea también: La maquinaria de Nicolás Maduro para ganar las elecciones municipales).
El reto para el oficialismo también es mayúsculo, pues estas municipales pueden demostrar su capacidad de reagruparse tras la muerte del presidente Hugo Chávez. Aun más, para el presidente Maduro son la oportunidad de probar si es capaz de mantener el liderazgo sobre la revolución. Ambos objetivos podrían haber ganado un buen impulso tras las fuertes medidas económicas tomadas por el mandatario durante el último mes.
En las elecciones municipales de 2008, el chavismo obtuvo 265 de las 355 alcaldías en disputa, por lo que todos los análisis apuntan a que sería muy difícil pensar que perderá la mayoría de las plazas. Pero si se toma en cuenta el comportamiento de la oposición en las elecciones presidenciales de abril, los primeros análisis apuntan a que ésta podría obtener más de 100 alcaldías. Si supera este número, podría decirse que la oposición cumplió un objetivo. En las municipales del 2008 obtuvo 65.
También pueden leerse los resultados a partir de quién gane las principales alcaldías del país, específicamente la alcaldía del municipio Libertador (el más grande y poblado de Caracas, liderado históricamente por el chavismo), la Alcaldía Metropolitana (que agrupa los cinco municipios que conforman Caracas) y la alcaldía de Maracaibo (la segunda más grande de Venezuela), ambas ganadas por la oposición en el 2008. Para el director de Datanálisis, Luis Vicente León, estos representan los bastiones más simbólicos por el número de electores y su peso.
Pero la lectura que realmente se espera de los resultados tiene que ver con el número total de votos, o el voto nacional, en el que la oposición apuesta a su arraigo en las principales y más pobladas ciudades del país.
Un análisis publicado por el diario El Universal muestra que el resultado de los votos opositores en la última presidencial fue del 49,12 por ciento de los votos al ganar en 96 municipalidades, mientras que el chavismo obtuvo el 50,61 en las 239 alcaldías restantes, pues su arraigo es muy fuerte en la provincia, zonas rurales y poco pobladas.
De mantenerse esta tendencia, la oposición podría convertirse en la nueva mayoría, y para ello sus principales líderes –empezando por el gobernador y excandidato presidencial, Henrique Capriles– han hecho una intensa campaña municipal desde hace al menos un mes.
“Ningún venezolano que quiera cambio puede estar indeciso. Votar es un derecho, pero en este momento histórico que vive nuestro país, es obligatorio. Tenemos que ser disciplinados con nuestro sentimiento de cambio y expresarlo de forma contundente”, afirmó Capriles en un mitin en el estado Falcón.
Piso para el porvenir
En el fondo se sabe que la votación que obtengan unos y otros les dará el piso político para los años por venir, tomando en cuenta que las próximas elecciones programadas son las parlamentarias, en el 2015.
Por eso, el chavismo afina su poderosa maquinaria de contacto directo y transporte de electores a través de las Unidades de batalla Bolívar Chávez. El alcalde de Libertador y coordinador de estas instancias, Jorge Rodríguez, ha dicho públicamente que con estas estructuras el chavismo se garantiza al menos 5 millones de votos.
Pero además de la logística electoral, el oficialismo cuenta con algunas nuevas ventajas, cuyo impacto positivo en la masa de votantes es previsible, aunque difícil de medir. Además de las nuevas medidas económicas ejecutadas por el Gobierno, la emoción podría movilizar el voto chavista: por decreto presidencial, el 8 de diciembre es el ‘Día de amor y lealtad a Chávez y a la Patria’, y en el tarjetón electoral el Partido Socialista Unido de Venezuela estará representado por la mirada del presidente Hugo Chávez.
De cualquier modo, al menos públicamente, el oficialismo rechaza que se trate de una evaluación nacional. “Esto no es un plebiscito; aquí ya hubo presidenciales”, declaran indistintamente el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y el canciller, Elías Jaua. Sobre si mantener la mayoría o no podría frenar la radicalización del chavismo, pocos dudan que el proceso continuará. El analista Édgard Gutiérrez le dijo a EL TIEMPO: “El control económico absoluto y la represión selectiva a la oposición van más allá de este domingo. Son mandatos estratégicos que requiere Maduro para contener lo que viene”.
Deporte por votos
“¡Quién iba a pensar que aquí íbamos a tener una pista de patinaje, piscinas y canchas de fútbol (...) esto es con mucho cariño y amor de la alcaldía!”, celebra Carlos Ocariz, el alcalde opositor de Petare, una de las mayores barriadas populares de Caracas. El principal bastión del chavismo está en los sectores populares, pero Petare es la excepción.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Caracas.
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