Las últimas medidas adoptadas por el gobierno venezolano respecto de suspender de manera temporal las remesas de dinero y la lucha contra el contrabando hacia Colombia, más las tensiones sociales en ese país, están afectando en su vida cotidiana a los habitantes del área metropolitana de Cúcuta.
Las acciones del presidente venezolano, Nicolás Maduro, no hicieron más que profundizar la crisis que viven la ciudad y la región desde hace cinco años, cuando terminó la última bonanza económica llegada desde el vecino país.
Las cifras no pueden ser más dicientes; en el 2008, la ciudad obtuvo ingresos por unos 800.000 millones de pesos, mientras que en el 2012 esta cifra solo llegó a los 400.000 millones, según la Cámara de Comercio de la ciudad.
De eso da testimonio Carlos Maldonado, taxista con 14 años en el oficio, quien cuenta que en el 2008 se hacía un diario de 80.000 pesos, y ahora solo llega a los 40.000. “Intenté retirarme de taxista hace tres semanas, pero no encontré nada más que hacer”, dice con resignación.
Cúcuta, la ciudad más codiciada por las fábricas colombianas hace tres y cuatro décadas, vive una de sus peores épocas sociales y económicas que recuerden sus habitantes.
Los males para la ciudad se fueron juntando uno tras uno. Primero fue la devaluación de la moneda venezolana (que en tres décadas pasó de pagarse 17 pesos por un bolívar a valer ahora solo tres centavos de peso), el desempleo (16,7%), la informalidad, la falta de industria y el orden público.
Por la carencia de fuentes formales de empleo, la ciudad lidera la categoría de la informalidad en el país con un 72 por ciento, por lo que muchas personas sobrevivían de las remesas, del contrabando y de la compra de productos venezolanos a precios hasta un 90 por ciento más baratos que en Colombia.
Pero ahora, muchas familias quedaron sin sustento diario, sin las remesas enviadas desde Venezuela que, gracias a los tipos de cambio, le permitían a una persona ganarse hasta 450.000 pesos mensuales. Tales remesas llegaron en el 2012 a 130 millones de dólares.
Como si fuera poco, los colombianos no pueden comprar en las poblaciones venezolanas de San Antonio o Ureña por los controles de la guardia venezolana o por un desabastecimiento que ya llega al 70 por ciento debido a las protestas en el vecino estado de Táchira, según Indover Sayago, de la Cámara de Comercio de San Antonio.
Entonces, las ‘hormiguitas’, llamados así por comprar en Venezuela los tres o cuatro productos que les permitían pasar por las aduanas diariamente, ya no pueden ganarse los 15.000 o 20.000 pesos diarios de la reventa de esos productos en Cúcuta, o peor aún, ya no pueden adquirir en San Antonio o Ureña el tubo de crema dental a 500 pesos, el desodorante a 300 pesos, el kilo de arroz o azúcar a 200 pesos y el kilo de carne a 4.000 pesos.
Esto tampoco permite que el resto de habitantes de Cúcuta y Norte de Santander en general compren a un precio un poco más alto esos productos a este lado de la frontera, el tubo de crema dental a 2.000 pesos, el desodorante a 1.500 pesos, el kilo de arroz o azúcar a 400 pesos o el kilo de carne a 6.000 pesos.
También está el precio simbólico de la gasolina, la cual se puede adquirir en Venezuela a 90 pesos por galón o 650 pesos en la bomba internacional, en la cual pueden tanquear los habitantes de Cúcuta, y donde es un beneficio directo para los habitantes de la región, ya que esto obligó al gobierno colombiano a subsidiar el costo del combustible en la ciudad, a un precio de unos 4.500 pesos por galón.
Todos estos precios a los cuales podían acceder los cucuteños llevaron a que en su área metropolitana se presentara la inflación más baja del país por años. En el 2013, por ejemplo, fue de 0,09%, con una inflación negativa en alimentos y vestuario, de –2,67% y –2,51%, respectivamente.
Actualmente, todo está trastocado en esta ciudad de 850.000 habitantes. Guillermo, un mototaxista que transporta gente de un lado a otro de la frontera por el puente internacional Simón Bolívar, ya no se puede hacer el diario de 40.000 pesos de hace dos meses sino que apenas llega a 6.000.
Alberto, el de las empanadas al lado de una casa de cambio en donde la gente ib a recibir el dinero de las remesas, ya no vende 80 sino 40, y Eduardo, el dueño de una peluquería para niños, ya no recibe a los 150 clientes de un sábado, sino 60 o 70.
Así como adquirir productos en Venezuela a precios ínfimos ha tenido sus ventajas a corto plazo, hacia el futuro mina la capacidad de reacción de la región al no recaudarse los impuestos necesarios por concepto de rentas para la inversión.
El gobernador de Norte de Santander, Édgar Díaz Contreras, afirma que por concepto de contrabando y de impuesto al consumo de cerveza, licores y cigarrillos, la administración departamental deja de recibir unos 8.000 millones de pesos al año, lo cual afecta los programas para salud y educación.
O el de la sobretasa a la gasolina, por la cual el departamento deja de recibir 1.000 millones de pesos por efecto del contrabando, cuando otros llegan a los 20.000 millones de pesos anuales por este concepto.
El comercio siempre fue el gran dinamizador de la economía cucuteña y departamental, pero al no venir los venezolanos a la ciudad, “cada vez más son los avisos de se arrienda o se vende en el centro de Cúcuta” –afirma Rodolfo Mora, director de la seccional de Fenalco–; el 2013 fue peor que el 2012 para el 90 por ciento del comercio de la ciudad”.
También el gran empleador: en las décadas finales del siglo pasado empleaba hasta a un 70 por ciento de sus habitantes, mientras que la cifra se ubicó en 37 por ciento en el 2012, alta para el país pero baja para los históricos de la ciudad.
Debido a su dependencia comercial con Venezuela, la región nunca se preocupó por desarrollar una industria, y menos por pensar en una diversificación, por lo cual este sector solo representa el 0,39% a nivel nacional y el 7,6% del PIB para Norte de Santander, uno de los más bajos para las ciudades del país, de acuerdo con datos de la Cámara de Comercio de la ciudad.
Para colmo de males, esta poca industria, como la de cerámicas y calzado, que constituía el destino del 90 por ciento de las exportaciones del departamento, recibió desde hace cinco años el coletazo con la crisis de Venezuela, y las cifras bajaron ostensiblemente hasta el 30 por ciento el año pasado. Los datos de la Cámara de Comercio de la ciudad indican que las ventas a Venezuela descendieron 89 por ciento en prendas de vestir, 82 por ciento en tejidos de punto, 29 por ciento en productos cerámicos y calzado, y 22 por ciento en polainas y botines, entre el período enero-noviembre del 2012 y el 2013.
La situación en Venezuela ha hecho que en las últimas dos semanas, el comercio de Cúcuta haya elevado sus ventas en 50 por ciento ante la escasez de productos básicos en ese país.
Y si las cifras económicas son deficientes, las sociales no son mejores, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). El índice de necesidades básicas insatisfechas fue de 23,2 por ciento en el 2005, uno de los más altos del país, mientras que el de pobreza llegó a 32,4 por ciento en el 2012, el segundo más alto del país para una urbe.
‘Medidas de choque’
La grave situación y el temor a que esta se agudice aún más hizo que la preocupación creciera entre los gremios y autoridades de la ciudad y el departamento.
Para el gobernador de Norte de Santander, Édgar Díaz Contreras, la situación “ya tocó fondo” y son necesarias “medidas de choque” por parte del Gobierno nacional. En una carta enviada al Presidente de la República el 13 de febrero pasado, y de la cual todavía espera respuesta, el mandatario regional le solicitaba adoptar medidas, como la exoneración del impuesto al patrimonio, la desgravación de productos manufacturados en el área metropolitana, un subsidio al desempleo de manera transitoria y recursos para un plan de generación de empleo formal temporal como el aplicado en otras zonas del país.
“Son medidas transitorias, no las queremos para siempre, es mientras vamos implementando soluciones estructurales”, agrega Díaz Contreras.
Rodolfo Mora añade que se debe aplicar otra vez la exención del IVA, la cual fue muy beneficiosa en el 2009, para reactivar el consumo, y otorgar créditos blandos para que la empresa privada pueda subsistir y eliminar los impuestos para las materias primas que entran a la ciudad, con lo cual se atraería inversión e industrialización.
De la misma manera, existe la urgente necesidad de adelantar obras de infraestructura para conectar la región, geográficamente aislada del resto del país a lo largo de su historia.
“A veces parece que no nos miraran como colombianos porque estamos en una esquina, y parece que no perteneciéramos a Colombia”, afirmó el gobernador.
Pedro Miguel Vargas Núñez
Subeditor Portafolio
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