Por varios medios, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez ha criticado las actuaciones de su sucesor, el presidente Juan Manuel Santos, en un tono que, para algunos, podría desatar un enfrentamiento entre los dos líderes políticos.
Uribe ha cuestionado el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, después de que él denunció la presencia de campamentos guerrilleros en el vecino país; reprochó que el Gobierno incluyó en la Ley de Víctimas el reconocimiento de la existencia del conflicto, después de que Uribe se preocupó por borrar el concepto y advertir que se trataba de una amenaza terrorista; y ha interpretado el destape de varios escándalos de corrupción como una persecución contra sus funcionarios.
"Ojalá esos hallazgos no se le conviertan en falsos positivos de la corrupción", fue la más reciente y provocadora frase de Uribe contra Santos. Antes, en una entrevista con el diario La Tarde había expresado que "no necesitan graduarnos de corruptos para adelantar su política contra la corrupción".
Santos, contrario a lo que algunos esperaban, no ha pisado la cascarita y siempre ha acudido a la estrategia de elogiar a su antecesor y repetir, hasta el cansancio, que no peleará con él, porque un choque entre los dos líderes políticos no le conviene al país. "Nopecu, nopecu, nopecu...(No Peleo con Uribe)", fue la última respuesta que dio sobre el tema en la entrevista que le concedió a Yamid Amat, publicada este domingo por ELTIEMPO.COM.
Más allá de que Santos diga que tiene un mantra para no pelear con Uribe o que decida ofrecer un ramo de flores, como si fuera un activista contra la guerra del Vietnam de los sesenta, una bandera blanca de paz o una serie de elogios, los interrogantes que quedan son: por qué Santos no le compra la pelea a Uribe?, y hasta cuando le durará la paciencia al Presidente?
Revivir la oposición
La habilidad de Juan Manuel Santos durante su campaña y en el primer año de su presidencia es crear el concepto de la unidad nacional, que se traduce en un país político que le ha permitido gobernar con tranquilidad y con una oposición débil: sólo el Polo Democrático vigila al Gobierno y sus actuaciones en el escenario político.
Pelear con Uribe, anota el analista y escritor Enrique Serrano, es graduarlo de principal opositor. Hoy, Santos no tiene quien le talle los zapatos, pero romper con él es tener a todo un general de la política, con una indiscutible resonancia en los medios, disparando pullas de manera incesante y con un alto costo político.
"La rentabilidad para Santos en la Unidad Nacional ha sido la posibilidad de construir nuevas alianzas y la ausencia de una oposición vigorosa", anota Serrano.
Una pelea con Uribe puede ser más rentable hoy para otros personajes, como el analista León Valencia o el representante Iván Cepeda, quienes adquieren más estatura política al confrontar con un ex presidente, pero no para un mandatario que debe mostrar resultados pronto, anota el director del Partido Liberal Rafael Pardo. "Santos tiene claro que la función de un Presidente no es ponerse a pelear con nadie, sino ser el Jefe de Estado", sostiene.
Partir la coalición
La segunda razón para no comprar la pelea a Uribe es que un choque directo impactaría la coalición de Gobierno en un momento crucial. Hace unos meses, cuando el presidente Santos a acogió la Ley de Víctimas y empezaron las denuncias de corrupción en la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) los conservadores hicieron un amago de crisis que tuvo que resolver el ministro del Interior, Germán Vargas Lleras.
Ahora, los conservadores han empezado a dar muestras de inquietud con la posibilidad de que el Partido Liberal y Cambio Radial hagan una consulta, el próximo 30 de octubre, que les permita unificarse y convertirse en la principal fuerza política de la coalición.
Una pelea con Uribe le podría significar a Santos el trasladarle toda una fuerza política que es vital este semestre para votar tres proyectos sensibles: el presupuesto para la vigencia fiscal del 2012, la reforma tributaría que aumentará la base gravable y la reforma a la justicia en la que ya se ven los primeros roces con las Cortes.
"El éxito de la política es graduar el menor número de enemigos", anota el senador Camilo Sánchez, mientras que el escritor Enrique Serrano señala, además, que la coalición "quedaría partida en dos alas (una uribista y otra santista)", a pocos meses de las elecciones regionales, donde se volverá a configurar el mapa del poder en Colombia.
Desgastar un huevito
Y la tercera razón es que Santos no puede pelear con Uribe mientras persistan las críticas de que la percepción en seguridad ha desmejorado en el país. Graduar al ex presidente de enemigo y con un frente de batalla abierto: la seguridad, podría impactar de manera negativa los buenos registros que tiene en las encuestas.
El analista León Valencia, en entrevista con ELTIEMPO.COM, anotó que aún falta una respuesta más contundente e integral de la administración Santos para responder a la transformación que ha tenido las Farc en el conflicto: ataques en pequeños grupos y en zonas aisladas. Mientras no se dé esa respuesta y se ofrezcan nuevos golpes no es rentable controvertir a Uribe.
El congresista Iván Cepeda, quien desde hace diez años ha vivido en carne propia los choques con el ex presidente, sostiene que Uribe expone de manera peligrosa la tesis que construyó en su administración del Presidente teflón, aquel al que no se le pegaban los escándalos por su buena imagen y ejecución.
"Cuando tenía el poder, era rentable que Uribe peleara, pero ahora no lo es. El ex presidente se equivoca en la táctica porque ya no tiene a todo el Estado a su servicio, ya no tiene la misma capacidad. Está poniendo la tesis del teflón a prueba", dice Cepeda, quien recuerda que Uribe ha empezado a bajar en las encuestas.
Podría Santos jugar a que Uribe se siga desgastando, mientras él gobierno con una débil oposición y con retos más importantes por lograr? Tal vez. De hecho, en los próximos tres años el Presidente tiene crear más empleos y enfrentar las críticas de los economistas que le advierten que la locomotora de la minería no le ofrecerá los puestos de trabajo que él está buscando.
También tiene que enfrentar la revaluación y, este punto, liderar una cruzada en la Unasur. Además, al terminar su mandato deberá llevar a la Organización de las Naciones Unidas un completo informe de lo que hizo Colombia en las metas del Milenio y enfrentar, de alguna manera, el hecho de que las Farc completarán 50 años en un conflicto que, por ahora, parece no tener fin.
JOS ANTONIO SÁNCHEZ
SUBEDITOR ELTIEMPO.COM
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