Cuando Rosa Elena la Nena Jiménez contaba chistes, nadie podía interrumpirla. Ella se sabía la estrella, la lengua picante, la primera colombiana que se atrevió a bucear en las aguas de la procacidad y emergió intacta, aguda, mordaz.
Muchos colombianos conocieron ruborizados los límites del lenguaje popular en los casetes semiclandestinos que circulaban desde hace cuatro décadas, con la ronca voz paisa que ayer dejó de disparar hilarantes desvergenzas: la de Rosa Elena Jiménez Chavarriaga, que falleció a los 82 años, aquejada por graves quebrantos de salud.
La Nena decía que aprendió a contar chistes antes que a leer. Y seguramente así fue, en su natal Medellín, donde el colegio de monjas no pudo acallar el torrente de historias que se le ocurrían.
"Desde chiquita, empezó a mamar gallo. A todo el mundo le tomaba del pelo y era ácida con sus cosas", afirma su gran amiga, la periodista Amparo Peláez, quien, hasta los últimos días de la humorista, la visitaba en su casa de Chía.
Pese a que el sello característico de su humor eran las palabrotas, Peláez recuerda que le disgustaba la vulgaridad: "La Nena era muy boquisucia en el escenario, pero en la vida personal le molestaba que uno dijera cualquier grosería. A mí me vivía regañando por eso".
Pionera del humor femenino y reina en un medio machista, a veces también desconfiaba de sus congéneres. Pedro González, Don Jediondo, cuenta que si una mujer quería contratarla para un espectáculo, ella le decía: "Páseme a su jefe, a su marido, a su papá, porque yo con mionas no hago negocios".
No obstante, abrió camino para las mujeres en el campo de la risa. "Todas aprendimos de la Nena, todas nos copiamos de ella, todas contamos sus chistes. Pero nunca igualamos el nivel al que llegó. Ella era única", destaca la Gorda Fabiola Posada.
Su compromiso con el público era tal que una vez, antes de actuar con Don Jediondo en isla Margarita, le comunicaron que su hijo, Álvaro Diego, había muerto. "Esa noche hizo el mejor show de su vida -afirma el cómico-. Otra persona hubiera cancelado, pero ella dijo: El público no tiene la culpa, y, al final, la aplaudieron enloquecidos durante cinco minutos".
Vanidosa y amante de los lujos, tenía un cuarto lleno de joyas, abrigos de piel y accesorios como una uña de oro que se ponía cuando quería verse radiante. Sus allegados destacan el éxito que siempre tuvo con los hombres, en particular jóvenes. "Una vez hice una fiesta -relata Peláez- y ella invitó a un muchacho al que le llevaba por lo menos 25 años. Comenzamos a cantar boleros y canciones románticas, hasta que el joven, conmovido, empezó a llorar, se arrodilló y se le declaró a la Nena. Lo chistoso es que era el abogado de un banco con el que la Nena tenía una deuda sin pagar y él era el encargado de cobrarle. Terminaron de novios".
A bordo de su Mercedes Benz blanco la acompañaba su conductor, Javier, y uno o varios de sus perros, por los que daba la vida. Llegó a tener 20, muchos de ellos callejeros, que recogía o se los peleaba a madrazo limpio con los cartoneros que los maltrataban. Ese mismo coraje con el que encaraba a indigentes (a quienes llamaba sus guardaespaldas) le faltaba en los consultorios médicos. Por eso, no quiso operarse de las caderas y las rodillas, cuando estas empezaron a fallarle. Dejó progresar sus males hasta que casi no podía caminar.
"Tuvimos que ponerla en una silla de ruedas y ahí nos dimos cuenta de que también tenía sordera. Después, llegó el alzhéimer", dice el segundo de sus tres hijos, Juan Esteban Chavarriaga. l fue su guardián hasta sus últimos días y decidió, junto con los médicos, que no le amputarían las piernas cuando fueron invadidas por la gangrena.
"Juan Esteban me dijo que la última sonrisa me la regaló a mí -recuerda Don Jediondo-. Llevaba bastante tiempo sin sonreírle a nadie, por culpa del alzhéimer. La visité hace diez días, me vio y tuvo un momento de lucidez". Fue la última risa de quien inundó con carcajadas los escenarios de Colombia, Norteamérica y Europa.
Diccionario para entender los chistes de la Nena Jiménez
Además de su gracia para contar historias, la Nena hacía reír por las palabras rebuscadas que usaba para salir de términos incómodos. Estos son algunos:
Pingiñoño: rgano sexual femenino.
Amortiguador: Un amante clandestino. Solía decir: "Yo tengo amortiguador como las muchachas del servicio: de por días".
Estrolín: rgano sexual masculino.
Tupirle al miriñaque: Tener sexo.
Mionas: Mujeres.
La pelona: El vello púbico.
YHONATAN LOAIZA GRISALES Y JULIO CSAR GUZMÁN - CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
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