El silencio reina en sus vidas. Son caminantes avezados y amigos íntimos de la basura. Son los operarios de barrido de Bogotá.
Hombres vestidos de overol escarlata, como Javier Traslaviña, con una década al servicio de la limpieza de los rincones de la urbe.
A las 6 de la mañana de todos los días, este santandereano, de 40 años, llega con puntualidad al cuartel general de los barrenderos de Aseo Capital, un apartado edificio de la calle 12 con carrera 33, mejor conocido en el gremio como Pensilvania.
Allí, los operarios guardan sus atuendos de hombres comunes y corrientes en estrechos lockers para dar paso al traje de dril, las botas, la gorra y los guantes. Cada uno recoge y pone a punto el carrito papelero, fiel escudero en las ocho horas de turno.
El oficio del barrendero es de los más desagradecidos que existen. Pese a dejar limpios los tres kilómetros que tiene asignados, Javier debe devolverse porque a algún ciudadano se le ocurrió la brillante idea de entregarle su bolsa de basura a un habitante de la calle, que, terminada la selección del material, deja desparramada la carga.
Además del esfuerzo físico, el operario debe aguantar los improperios de algunos ciudadanos. "Al frente de uno la gente bota papeles y es tan descarada que sale con el chiste de que para eso pagan el servicio de aseo", agrega, mientras hace una pequeña pausa en su recorrido matutino por la avenida 6a. con 32.
Javier también ha sido asignado a zonas calientes, como la calle del Bronx y el barrio Las Cruces, en el centro, donde no ha escapado a la furia de los hampones. En una ocasión y mientras desocupaba una caneca, sintió en su cuello el filo de un cuchillo.
"Entregué todo lo que tenía, hasta el cepillo", relata este padre de dos hijos: Cristian, de 14 años, y Dayana, de 12. Su oficio también le ha traído buenos momentos, como el día que encontró entre la basura un billete de lotería vencido con un número bonito: el 238.
Con esa cifra, Javier hizo un chance y se ganó 220.000 pesos. La de Javier no es solo la simple historia de un empleado más. En él también se conjuga un talento que lleva adentro desde los 12 años.
Desenfunda su guitarra y se convierte en el líder de Los Primorosos. "Detrás de la gente que trabaja con basura hay artistas con futuro", dice, a pesar de que sabe que no hay apoyo para dedicarse de lleno al grupo. Lo único cierto es que mañana deberá volver a la avenida 6a., que a las 7 a.m. estará sucia como de costumbre.
FABIÁN FORERO BARN
Redactor de EL TIEMPO
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