Si lo de Nacional había sido un gran reto, lo de este domingo en la noche, frente al Once Caldas, fue la prueba más exigente que tenía Millonarios en lo que va del semestre: lo superó con una victoria 2-1, que cerca de 25.000 hinchas azules celebraron a rabiar.
El equipo, que dirige Hernán Torres, después de cinco fechas, sigue de líder.
Como en el segundo tiempo en Medellín, Millonarios pasó muchos trabajos, cuando Once Caldas lo atacó, que fue prácticamente todo el primer tiempo. El onceno caldense, dirigido por Ángel Guillermo Hoyos, tuvo mucha ambición, jugó para adelante y trató de aprovechar las ventajas que daba Millos en la defensa: fallas en la recuperación del balón y espacio para atacar a Járol Martínez. Incluso, los jugadores del Caldas pidieron un penalti por una mano de Román Torres, que existió. Antes, en la misma jugada, hubo una falta contra el arquero Nelson Ramos. El juez Luis Sánchez no vio ninguna de las dos.
Pero el Once no tuvo puntería. Millonarios sí, y por eso se fue arriba a los 13 minutos del primer tiempo, cuando Rafael Robayo sacó un zapatazo de 35 metros y le puso la bola en todo el ángulo a Juan Carlos Henao. Caldas sintió el golpe, paró de atacar y pudo haber recibido el segundo.
El remate de la primera etapa fue todo para el Once Caldas, al que le sobró intención para buscar el arco contrario, pero le faltó tino para encontrarlo...
En el segundo tiempo, adelantó las líneas e hizo que los atacantes azules cayeran muy seguido en posición adelantada. Y aunque no atacó tanto como antes, encontró el merecido empate, a los 22 minutos de la segunda etapa, cuando Mario González, de volea, venció a Nelson Ramos.
A partir de ese momento, el juego se resume en una sola palabra: vértigo. El Once no renunció a ganar. Millonarios, tampoco. La balanza terminó inclinándose hacia el lado azul en el único balón en medio de los centrales que no terminó en fuera de lugar.
El argy Pablo Frontini derribó en el borde del área a Wilberto Cosme y el juez señaló el punto blanco y expulsó al zaguero.
Wason Rentería, que no había tenido una buena noche, se paró frente a la pelota. Su remate lo alcanzó a tocar Henao, pero la bola iba con la fuerza suficiente para meterse al arco y ratificar el invicto y el liderato.
José Orlando Ascencio
Subeditor de Deportes
EL TIEMPO
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