Injustamente, el Ala solar parece uno de esos proyectos sin terminar, dejado a la deriva por algún arquitecto inconstante como oda al escandaloso episodio de corrupción que sofocó a la calle 26 durante casi cuatro años de obras para construir TransMilenio.
La pirámide triangular que brota del suelo en la plaza de la Democracia, frente al Centro Administrativo Distrital (CAD) en la calle 26 con calle 37, no tiene nada que ver con eso, pero el saqueo del que ha sido objeto también debería ser motivo de vergüenza.
En sus buenos tiempos, hacia 1975 –cuando fue regalada a Bogotá por la embajada de Venezuela como un signo de amistad–, permitía que los rayos del sol convergieran sobre unas plumas de acero que reflejaban la luz del sol hacia todas las direcciones, para iluminar ese rincón de la ciudad, según el capricho de los vientos que las movían sin cesar.
Las imaginación de Alejandro Otero, artista cinético del país vecino, concibió esta y otras obras que buscan jugar con los sentidos de los espectadores, confundirlos y atraerlos.
Triste destino el de su ala de 10 toneladas, la única que le dejó a Bogotá para emprender el vuelo.
Hoy no brilla, perdió su plumaje. El material del que estaba hecha es apetecido por los ladrones, porque se vende a buen precio en el mercado negro de materiales reciclables.
Sin importar que las placas de acero estuvieran elevadas a más de 14 metros de altura, una a una fueron desapareciendo.
El clima también ha sido inclemente. Lluvia y sol han corroído su geométrica estructura, y un charco de inmundicias, suciedad y trapos emite vapores nauseabundos que ahuyentan a los incautos que quieran acercarse a ver de cerca la obra.
Se suponía que esas aguas deberían ser parte del jugueteo de la luz, pero parece que esa idea quedó sepultada con los restos del maestro Otero, quien falleció en 1990.
La restauración de este monumento podría ser millonaria y aún no encuentra quién lo adopte, para devolverle el lustre de algunas de sus hermanas en Venezuela, como Abra solar en Caracas (Venezuela), restaurada en el 2007, o la Torre solar, levantada 15 metros por encima del suelo junto a la represa Simón Bolívar (1986).
Adoptan a San Martín
El monumento de San Martín, de los más vistosos de la carrera 7.ª en pleno Centro Internacional, fue adoptado por la Asociación Cívica San Diego. Ellos le proporcionarán seguridad privada y harán actividades para que los vecinos se apropien de la escultura. Esta semana, el Instituto de Patrimonio Cultural (IDPC) les entregó el bien, tras un mantenimiento preventivo.
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REDACCIÓN BOGOTÁ
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