Mentiras perfectas llegó sexi pero se posicionó como melodrama y colombianidad: una buena adaptación y un buen trío le bastan para seducir.
Mentiras perfectas en su primer capítulo parecía para adultos en dificultades de excitación sexual pero desde el segundo se convirtió en un asunto de melodrama (dos hombres enamorados de la misma mujer, una mujer humillada por su exmarido) y de colombianidad (narco negocios y mujeres divinas pero bandidas).
De la serie original Nip/Tuck, donde manda el sexo, lo sarcástico y lo mordaz, queda poco. Eso es lo bueno: adaptar a los modos de ver y moralizar de lo local. Lo mejor está en que pocos se darán cuenta o sabrán que la mejor mentira de esta sexi-serie-telenovela es que es una versión de la gringa: eso habla bien de la adaptación.
Colombia es una mentira perfecta de narcos y chicas silicona: nuestros dos productos de exportación. La vanidad corporal es una tendencia muy nuestra: el cambiar de labios, pómulos, traseros, senos, cinturas no es novedad: es una industria nacional. Y lo es porque las bellas quieren parecer más seductoras, los feos quieren cambiar de personalidad, los criminales necesitan otros rostros: en un país de apariencias, todo vale para ser otros.
Pero la emoción llega porque la historia es de melodrama: Brown (el moral histérico) y Esparza (el cínico canchero) luchan por la bella y contundente Carolina Gómez (cada vez más encantadora y mejor actriz).
Una bella (exvirreina universal, todas las colombianas son reinitas) como tierno trofeo para dos machos (que como siempre hay que traer de afuera porque los locales no dan para galanes). Y para completar el melodrama, una bella ingenua (la otra versión de la colombiana) sufre de la mala leche de un macho explotador (otro extranjero, Dos Santos). Estas dos historias logran reconciliar con el viejo melodrama: lucen creíbles y producen agitación.
Donde anda flojito el relato es en el asunto de las drogas y el colegio: todo es mal actuado, desabrido, obvio, moralista y flojo. Ahí sólo triunfa el cliché.
La realización es muy Caracol: limpia casi transparente y sin texturas, con exhibicionismo tecnológico como recurso dramático, el mismo sonsonete musical de todas sus telenovelas.
Un producto Caracol: cumplidor, muy cumplidor. Y esto es acertado porque como la televisión es guion y actores la narrativa estética poco importa.
En los actores está muy bien Carolina Gómez, que cada vez luce más contundente en la pantalla y puede ser la más sexi y, al mismo tiempo, la más tierna. Logra llenar la pantalla de emociones y producir suspiros en hombres y mujeres. El señor Esparza, al ser nuevo en estas pantallas, seduce y agobia en simultáneo porque logra unos matices muy convincentes para ser un malo-bueno. Dos Santos hace su papel de siempre pero es que su mal marido y explotador es ya un clásico de estas pantallas. Y Brown no desentona.
Mentiras perfectas cumplirá con el rating promedio porque tiene una historia de melodrama que vale la pena ver, nos recuerda el narco y la silicona que llevamos dentro y es una adaptación bien hecha de una serie normalita gringa, Nip/Tuck.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión
orincon61@hotmail.com
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