“En mi trabajo el primer error es el último, porque seguro voy a morir por equivocarme. Por eso es que digo que es de los oficios más difíciles del mundo”.
Quien habla es el soldado colombiano que más minas antipersonas ha desactivado este año en el país: 26 en ocho meses. Lo ha hecho no para despejar los caminos que cruzan las tropas en las operaciones militares, sino para lograr que pueblos enteres regresen sin miedo de donde los sacó el horror de las balas y los muertos.
El soldado profesional Yamit Teuta Tique, de 33 años, cuenta que más allá de enfrentarse todos los días de su vida a un enemigo casi invisible que ha mutilado a más de 10.000 colombianos en 23 años, duerme y se levanta tranquilo, nunca ha tenido una pesadilla e intenta, por bien del “trabajo”, concentrarse al máximo para no salir volando cada vez que da un paso.
“¿Que por qué decidí desactivar minas? Porque yo soy del campo y ya había pasado por la guerra y la verdad no quería que más personas quedaran sin piernas o muertas por esas vainas”, dice.
Él, uno de los 337 militares que hacen parte del Batallón de Desminado Humanitario, no viste camuflado, va al monte con un traje azul oscuro, forrado de pies a cabeza y en vez de fusil lleva un detector de metales para encontrar debajo de la tierra el enemigo que enfrenta desde hace ocho de los trece años que lleva en el Ejército.
Con esa armadura, el soldado Teuta ha cantado victoria 26 veces, una cifra récord para una búsqueda que se hace centímetro por centímetro en campos o poblaciones donde nadie tiene una sola pista del lugar donde está el explosivo.
Esa incierta labor, comparable casi con la hazaña de un ciego para llegar a su oficina a diario, ha sido clave para liberar de presencia de minas dos municipios del país (San Carlos, Antioquia, y El Dorado, Meta).
Pero en la misión de Teuta también está escrito que debe recorrer los 2.600 lugares de Colombia donde las Fuerzas Militares saben que hay amenazas de minas puestas por la guerrilla o, en los últimos años, por las bandas criminales.
Esos artefactos explosivos, una dolorosa violación al Derecho Internacional Humanitario (DIH) que los grupos ilegales utilizan para proteger cultivos de coca y detener la marcha de la tropa, también le quitaron medio cuerpo a uno de los ‘lanzas’ del soldado, un compañero que estuvo a punto de morir.
“No sabíamos que estábamos en un campo minado; ese miedo que sentí ese día es lo más feo que me ha pasado. Él la pisó y me gritaba: ‘Lanza’, ayúdeme, no me deje morir. Lo levanté y me lo llevé a un sitio seguro. Por fortuna vive”, cuenta el militar.
El desminado
Desde el 2005, el Ejército creó el Batallón de Desminado Humanitario dentro de las medidas para cumplir los compromisos de la Convención de Ottawa, que obliga a que Colombia no tenga en sus campos ni una sola mina antipersona en el año 2020.
Aunque el Gobierno ha reconocido que aún no hay certeza de que la meta se pueda cumplir, los soldados de este batallón luchan, en una misión catalogada internacionalmente como acto de paz, por lograrlo.
Por sugerencia de uno de sus tres hermanos militares (tiene dos en la Fuerza Aérea y uno en el Ejército) el soldado profesional Yamit Teuta Tique hizo el curso de desminado durante tres meses. Aunque la formación es la misma de los uniformados que desactivan minas en medio de combates u operaciones, el enfoque humanitario hace que aprendan las convenciones internacionales, como enterar a los civiles del trabajo y destruir las trampas en los sitios.
“Nosotros no tenemos armas y estamos en mucho contacto con la gente que es la que nos dice dónde podemos encontrarlas”, dice el soldado, que agrega que uno de los momentos más gratos ocurrió hace tres meses, cuando en un pueblo de Antioquia –el departamento que más tiene este tipo de artefactos en el país– desminaron el patio de una finca.
“Yo no sé bien cómo es el cuento, si los ‘paras’ sembraron las minas porque la guerrilla estaba allí, o si fue al reves. Lo cierto es que el dueño tenía tres minas al lado y no tenía ni idea”, dice.
La historia la contó en su casa, en Puerto Salgar (Cundinamarca) donde viven su esposa y sus tres hijos. En ese humilde hogar, de donde salió Teuta Tique a los 18 años para prestar su servicio militar hasta volverse soldado profesional, solo esperan que el experto en minas no se equivoque, porque la familia tiene claro que no vivirá para contar que cometió un error.
Noche de gala para héroes
Homenaje será en el Teatro Julio Mario Santo Domingo
La ‘Noche de los Mejores’ es el evento que por primera vez se hace en el Ejército, en homenaje a los mejores soldados del país. Allí estarán desde los pilotos que rescataron a campesinos en emergencias por invierno, hasta los uniformados que están detrás de la muerte de alias ‘Caliche’, el jefe de la columna ‘Jacobo Arenas’ de las Farc. En total, serán condecorados 100 militares que se destacaron por actos de valor o de servicio al país. El reconocimiento lo hará directamente el presidente Juan Manuel Santos y los miembros de la cúpula militar.
Bachiller se volvió enfermero en emboscada
“Llovían ‘tatucos’. Nos atacaron con explosivos y fuego de todos lados”. Así recuerda el soldado regular Jannier Muñoz Muñoz la noche del 31 de mayo de este año cuando el peligroso frente sexto de las Farc atacó un pelotón del Batallón de Alta Montaña en Caldono (Cauca), uno de los lugares donde más se ha sentido la intensidad del conflicto.
Hace 11 meses, con solo 20 años, el soldado llegó a prestar su servicio militar a las montañas del sur occidente del país, lugar donde tuvo que convertirse en enfermero de combate donde le salvó la vida a 7 de sus compañeros.
Por los explosivos, el suboficial a cargo de la unidad, 2 dos soldados profesionales y 15 regulares resultaron heridos. Pero pese a las ráfagas, el joven Muñoz se arrastró por el suelo y, luego de tomar la maleta del enfermero que también estaba herido, logró canalizar a los uniformados y salvarles la vida para que no se desangraran.
“Me quedé hasta que los evacuaron”, cuenta el muchacho, que nació el 13 junio de 1993 en San José del Guaviare y que ingresó dentro del primer contingente del 2013. Muñoz cuenta que ahora, gracias al reconocimiento, quiere terminar su bachillerato –estudió solo hasta grado noveno– y obtener un título profesional para ayudar a sus padres que viven en Cali.
El acto de valor de este soldado es comparado en el Ejército con los hombres de las Fuerzas Especiales que han hecho operaciones en contra de jefes de las Farc.
Juan Guillermo Mercado
Redactor de EL TIEMPO
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