Ocho horas le tomó a Juan de Dios Gutiérrez, un discapacitado de 56 años, subir hasta el santuario de Monserrate, a 3.152 metros de altura, en los cerros orientales de Bogotá. (Vea también las imágenes de esta hazaña)
A las 7:55 am del 30 de diciembre Juan de Dios Gutiérrez se encuentra frente al cerro de Monserrate. El cielo está despejado y el sol ya comienza a calentar, acompañado de algunos familiares y amigos de la Defensa Civil.
A las 8:25 am inicia el ascenso pasando por el torniquete del camino que conduce al santuario. Eleva la mirada hacia el punto más alto de la montaña, se llena de fuerzas y calcula que en dos horas podrá estar en la cima, tarea difícil pero no imposible para este hombre nacido en el Valle del Cauca.
Juan de Dios tiene 56 años, y su único propósito de emprender esta hazaña es demostrarle a la gente que la discapacidad está solo en la mente y no como la mayoría de las personas creen; el ‘delfín de Colombia’ como lo llaman gracias a sus logros, nació con una malformación en sus piernas y mano derecha, debido a un accidente que su madre tuvo en estado de embarazo.
El cronómetro marcaba las 9:45 am cuando Juan de Dios se detuvo a tomar un descanso y beber un trago de miel de abejas, el camino cada vez se ponía más duro y la cima a ese punto se encontraba muy lejos de su alcance.
Su intención de llegar en dos horas al santuario, cambia a las 12:45m, se da cuenta que el reto le tomará más de 6 horas, el inclemente sol lo desgasta con facilidad y sus manos cubiertas por guantes empiezan a sentir el peso de su cuerpo. El sudor que cae por su rostro lo seca uno de los miembros de la Defensa Civil y debido a los repetidos calambres en sus brazos es necesario parar en repetidas ocasiones.
Luego de nueve horas de camino, logra divisar la punta de la iglesia del señor caído de Monserrate, llena sus pulmones de aire y continúa este trayecto con una energía que solo él sabe de dónde sale.
El reloj marca las 4:28 pm, cuando Juan de Dios ingresa a la iglesia para darle gracias a Dios por permitirle concluir su reto y termina diciendo “esta fue mi mayor hazaña, el amor que sentimos por nosotros mismos debe ser siempre constante para lograr lo que queremos” concluye Juan de Dios.
Textos y fotos:
Mauricio León Solórzano
Especial para EL TIEMPO
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