Castigada, así estaba la champeta, al menos en el ámbito de la música comercial nacional. Tuvo su boom entre 1999 y el 2002, con El Afinaíto y El Sayayín como figuras. Después se esfumó de los escenarios nacionales y se concentró en Cartagena y el resto de la Costa, adonde llegaban los picós (discotecas ambulantes). Pero con El serrucho, y antes con La invité a bailar, la bonanza de la champeta ha regresado.
De los astros del primer boom, quizás Mr. Black –que alcanzó a dejar el canto– es el único que parece haberse reinventado como para aspirar, ahora sí, a traspasar fronteras.
El ambiente es propicio, artistas colombianos de otros géneros coquetean con este sonido. Vallenatos como Los K Morales grabaron con Kevin Flórez, Juanes tiene un sencillo que la recuerda. El Afinaíto y El Sayayín no vivieron para verlo (murieron en el 2012), pero su música es referente para comparar el antes y el después. Ellos fueron exponentes de la “champeta criolla”, los de hoy se inscriben en la “champeta urbana”, por los sonidos que incorporaron.
El boom de hoy comenzó con Kevin Flórez, de 23 años, y su canción La invité a bailar. “Sonaba muy fuerte en la Costa hace dos años”, recuerda Ray Barrios, director de la emisora Oxígeno, uno de los primeros en ponerla a sonar en Bogotá. “Vi que la champeta tomaba un nuevo aire, un sonido más urbano, sus letras incluían rap. La primera vez que puse La invité a bailar, la gente escribió en el Twitter y llamó a preguntar”, cuenta.
Flórez venía de intentarlo con el dance hall, pero le sonó la flauta con la champeta. Le metió sonidos nuevos y se convirtió en artista revelación del 2013: se mide en popularidad, números uno y premios como los Shock y los Luna. La invité a bailar fue canción del año 2013 en Oxígeno, especializada en el género urbano. Es posible que El serrucho, de Mr. Black, sea la del 2014.
Con el pegajoso estribillo “y esta noche doy serrucho”, la canción de Mr. Black trascendió el ámbito de las emisoras urbanas. Suena en todas partes y su casa disquera, Codiscos, enfila sus estrategias de promoción en mercados como el de España.
“La champeta pasa por su mejor momento –dice Fernando López, de Codiscos–. Ahora es más fuerte porque sus artistas evolucionaron, se visten mejor, tienen mejor imagen y mejores letras. Los que están surgiendo tienen la ventaja de ser cantautores: no solo cantan, sino que también componen”.
Se refiere a promesas como Young F, un joven de 21 años que en este momento es furor en la Costa y viene haciendo fila para pegar su música en Bogotá. Junto con Mr. Black y Kevin Flórez, viene de forjar su sonido al lado del mismo productor musical: Chawala, el fundador de El Rey de Rocha, que cobró importancia en Cartagena cuando apostó por hacer sonar la antes conocida como “champeta criolla”.
Chawala creció oyendo la música africana que llegaba por vía marítima en la segunda mitad del siglo XX. Los picós se nutrían de ritmos de Zimbabue, Nigeria, Ghana, Kenia y otros países africanos, gracias a marinos y otros viajeros que la traían. Tener un disco exclusivo era un lujo de un picó y a Rey de Rocha no se lo daban. “Me dio por hacer champeta criolla, nacida en Cartagena, porque los que traían la música preferían dársela a otros picós”, dice Chawala –mencionado en El serrucho y en las canciones que lo tienen como productor–. “Así, les pedí a algunos cantantes locales que hicieran versiones, covers, para ponerlos a sonar. Eso fue en los 90. Desde entonces, Rey de Rocha produce a los cantantes”.
Rey de Rocha tomó su nombre del pueblo donde se fundó, Rocha, a una hora de Cartagena, en 1985. Su primera champeta criolla exitosa fue El salpicón. Años después sumó La turbina, Prende la moto, El perro que habla, La nubecita y Busco alguien que me quiera.
“Salieron El Sayayín, El Afinaíto y Mr. Black –resalta–, ellos nos grababan y nosotros los pegábamos. Luego los firmó Sony. Los contrataron y nos dejaron atrás a los dueños del picó, que éramos los productores. Se los llevaron a Bogotá. Creyeron que no necesitaban a Rey de Rocha, me sacaron. Sony trató de meterle un sonido más profesional, pero la música perdió la esencia. Y todos tuvieron su bajón”.
En opinión de Chawala, Codiscos hizo lo que le faltó hacer a Sony hace 12 años: contratarlo también. “Esta vez, con Codiscos, las producciones son del Rey de Rocha –dice orgulloso–. Cuando llamaron a firmar a los artistas, dijeron que fuera con ellos. Es que los cantantes,cuando tienen una letra, antes de grabarla, me la muestran”, dice, y se precia de haber oído primero El serrucho y de haberle metido mano.
Los que vienen
La champeta siempre ha sido callejera, pero el término “champeta urbana” implica novedad, así lo explica Ray Barrios, de Oxígeno. “Aunque siempre ha tenido temáticas de calle, al decirle urbana hablamos más de los sonidos que se le están incluyendo. La champeta no tenía rap cuando estaba el Sayayín, hoy sí lo tiene. También se le han metido trompetas y otros instrumentos”.
Ahora que los artistas parecen tener la lección aprendida, le abre paso a nuevos nombres que buscan un lugar en el género.
“Twister no ha sonado todavía y va a pegar –pronostica Barrios–. A Young F lo pongo a la par de Kevin Flórez, de pronto está en un escalón menos en cuanto a fama, pero en Barranquilla tiene como cinco canciones sonando y los otros solo tienen dos. Es el de más proyección”.
Del fenómeno de Mr. Black, el director de Oxígeno resalta que este artista siempre supo identificar lo que podría ser exitoso. “Se hace llamar El Presidente, porque tiene más trayectoria. Sus sonidos antes eran más pegados a la música africana, con guitarra. Ahora, El serrucho es lo menos parecido a lo de antes. Tiene acordeón y fusión con cumbia”.
Por lo pronto, artistas, productor y su casa disquera celebran esta resurrección comercial de la champeta. “Kevin Flórez fue número uno en streamings de Spotify y Deezer”, dice Fernando López, de Codiscos. “El género urbano, champeta y reguetón, no es muy vendedor de discos físicos, pero sí crece fuerte en descargas digitales, modo de consumo del público joven que además es su target”. Es ahí donde está el negocio, añade. Con este panorama, al parecer hay champeta para rato.
‘El serrucho’, el as bajo la manga de Mr. Black
Cuando habla de la inspiración de El serrucho, Mr. Black posa de inocente ante el doble sentido de su letra: “La hicimos basándonos en el ritmo, no en la letra porque queríamos una canción para bailar –dice–. Pero la gente se enfoca en la letra y lo toma a mal y me toca explicar que nos inspiramos en un carpintero”.
Mr. Black se topó con la fama a los 17 años, cuando integró el grupo Los Astros, junto con El Afinaíto, Sayayín, Álvaro el Bárbaro. Ahora que está en los tops admite que sintió el golpe de 12 años de olvido. “El primer boom –recuerda el artista, que es también compositor y arreglista de sus canciones– fue hace 12 años, cuando Sony sacó el CD La champeta se tomó a Colombia. Arranqué muy temprano porque la cultura de mi casa es picotera”.
Picotear, añade, es ir a una caseta a escuchar champeta en un picó. “En la Costa tengo casi 40 canciones consolidadas. Soy de los que han venido luchando duro”.
¿Por qué el primer ‘boom’ fue una promesa incumplida?
Estábamos inexpertos. Yo tenía 17, Sayayín tenía 16 y el Afinaito, 19. No contábamos con mánager o los que teníamos no sabían. Hoy sabemos que a la música hay que hacerle lobby.
¿Cuáles son los instrumentos de la champeta?
Un instrumento esencial es la guitarra africana; y la percusión electrónica.
Fue mucho tiempo esperando un éxito nacional...
Sufríamos, pero seguíamos probando. Puedes escuchar que en El serrucho y Bandida hay acordeón. No es nuevo, porque llevamos cinco años probando. Siempre he dicho que las cosas fáciles se van; las difíciles, las luchadas, son las que quedan y uno se enamora más. El boom fue fugaz, pero nos hizo esforzarnos más.
¿Cuando llegó el acordeón?
El Zorrillo y yo somos pioneros. Él es el acordeonero mío, es de Cartagena, tocaba vallenato, pero nació en la cultura picotera, andábamos juntos en medio de los picós y casetas y nos fue gustando. No todo acordeonero sabe tocar champeta.
¿Cómo decidió incluirlo?
No es que decidiera, sino que quería fusionar la champeta y el acordeón; fue un experimento que resultó. La primera canción con acordeón fue Coranzocito roto, después vino Te tengo la buena. Son como diez, entre estas Laberinto de amor, con el acordeón de Jimmy Zambrano, y ahora están El serrucho y Bandida. La adaptación es difícil, pero Zorrillo ya conocía el ritmo.
¿Qué le falta a la champeta para mantener su fortaleza?
Más marketing, promoción, publicidad y mejores discos. La champeta tiene fuerza como cultura, porque no es de ahora, te hablo de hace más de 40 años. La champeta nace porque la gente no entendía las letras africanas. Entonces intentaron traducirlas. Otros artistas lucharon por esto: Viviano Torres, Justo Valdés, Luis Tower, Elio Boom, que son muy buenos y no están de moda, de pronto porque no quieren, porque el que quiere lo hace.
Mi generación metió más letra. Pensamos en hacer un ritmo más original, por eso fusionamos. Diría que ahora sí es original de la ciudad. Otros dicen que ya no es champeta porque cambió, pero nació como una imitación de lo africano. Lo original vino después, con las fusiones.
¿Qué tanto cayó Mr. Black después del primer ‘boom’?
Pasé de tener disquera a estar tan abajo que dejé de cantar y me volví DJ de picó, pegando canciones de otros. Me sirvió para entender por qué el género no trascendía. En mi picó me daba cuenta de lo que gustaba más y comencé a probar, como en un laboratorio. Una canción con mucha guitarra africana no gustaba. Con un poco más de sonido electrónico, servía más. Luego pude aplicarlo. Ahora, dice la gente que soy el papá de los pollitos; no me alabo, porque las alabanzas son pa’ Dios, pero así dicen.
¿Pensó en dejar el género?
Mamá dice que a los 4 ya cantaba champeta. Nací y muero con mi música.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
Cultura y entretenimiento
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